tag:blogger.com,1999:blog-13196373802874093272024-02-08T03:32:15.131+01:00Corónicas de Ingalaterra. Blog de Eduardo Moga.Epéntesis (Del lat. epenthĕsis, y este del gr. ἐπένθεσις, intercalación):
1. f. Fon. Figura de dicción que consiste en añadir algún sonido dentro de un vocablo; p. ej., en corónica por crónica y en tendré por tenré. eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.comBlogger561125tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-65568720331711437272016-02-16T14:01:00.000+00:002016-02-16T14:01:28.222+00:00Goodbye<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Me despido. Esta tarde cojo el avión de vuelta a España y mañana, si nada se tuerce, ya estaré en Mérida. Dejo Inglaterra con una sensación agridulce. En estos dos años y medio de vida en Londres he aprendido mucho, he escrito mucho (demasiado, dicen algunos amigos), he disfrutado de una ciudad fascinante, y he conseguido mantenerme alejado, física y espiritualmente, de un entorno laboral y político que me aburría y agobiaba. Sin embargo, no he logrado arraigar en esta sociedad, por más que lo he intentado. Sí, es difícil arraigar con 50 años y sin un conocimiento previo del lugar, más allá de las consabidas visitas turísticas, pero tenía la esperanza de que la paciencia, la buena voluntad y el sacrificio abriesen puertas y rindiesen frialdades. No lo han hecho. Probablemente fui demasiado ingenuo. La sociedad británica está abierta a la presencia del extranjero (a menos que se sigan extendiendo las opiniones defendidas por el UKIP y el gobierno conservador siga adelante con su plan de aislamiento y saque al Reino Unido de la Unión Europea), pero poco a la influencia del extranjero y menos aún a la intimidad con el extranjero (aunque ¿cuál lo está?). La sociedad británica es ordenada, laboriosa, precavida, tradicional, mercantil, reglamentista e indiferente, y quienes, metecos en general y meridionales en particular, no hemos sido criados en ese haz de valores (porque aquí forman un conjunto inseparable), o no compartimos el individualismo solitario de la mayoría de la gente, encontramos difícil encajar en las exiguas celdillas en las que está compartimentada la vida cotidiana. Por otra parte, los ingleses, y sigo hablando en general, no destacan por su capacidad para expresar los sentimientos ni comunicarse con el prójimo, lo que tampoco ha favorecido la relación mutua. Sin embargo, creo haber intuido una ternura y una cordialidad a las que no he sido capaz de acceder. Es muy posible que, bajo la fachada de imperturbabilidad habitual del ciudadano inglés, bullan emociones escondidas que no me ha sido dado compartir. Los acostumbrados gentíos de Londres tampoco han propiciado la comunicación individual. Es la conocida paradoja de las masas: cuantas más personas hay, menos personal es todo. Esta capital es un museo del mundo, una fiesta de la arquitectura y un centro cultural planetario, pero también un lugar inabarcable y hostil, en el que las aglomeraciones </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">de las que tanto me he quejado en este diario</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> y los precios vuelven incómodo cualquier movimiento. Echaré en falta, no obstante, sus iglesias y su parques </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">sobre todo, Battersea, uno de los más bellos y menos conocidos</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> , sus museos y sus salas de arte, el té y el pastel de zanahoria. Una de las mayores satisfacciones que me ha reportado esta experiencia ha sido la creación y el mantenimiento de estas </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>corónicas</i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, satisfacciones que superan con mucho a los pesares, que se limitan, en esencia, a un puñado de anónimos desagradables cuyo inmediato destino ha sido la papelera, es decir, la nada. Han sido, finalmente, 561 entradas, más de 800 comentarios y, en este momento, casi 140 000 visitas. Cuando lo inauguré, a principios de septiembre de 2013, no podía imaginarme un resultado tan abrumador. Hoy lo contemplo entre alegre y asustado, pero, sobre todo, agradecido a quienes han tenido la curiosidad y la paciencia de seguir mis confusas y a veces malhumoradas narraciones. Este blog, como mi estancia en Inglaterra, concluye hoy, pero otro nace en el mismo momento. En realidad, no es que sean dos blogs diferentes, sino el mismo, aunque hablen de lugares distintos:</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> <i>Corónicas de Ingalaterra</i> se transforma en <i>Corónicas de Españia</i> (eduardomoga1.blogspot.com), al que remito a quienes tengan interés en conocer mis nuevas peripecias. En <i>Corónicas de Españia</i></span> <span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">continuaré hablando de lo que me pase, pero ahora ya no en la tierra verde de Albión, sino en la ocre, verde y asendereada de mi país. Ojalá siga contando con la compañía de los amigos y los lectores. La voy a necesitar.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-44945269817591829902016-02-15T09:37:00.000+00:002016-02-15T09:37:14.999+00:00Stratford-upon-Avon, el pueblo de Shakespeare<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">No quería irme de Inglaterra sin visitar Stratford-upon-Avon, el pueblo donde nació y está enterrado William Shakespeare. (También me gustaría haber hecho otras cosas relacionadas con la literatura, como visitar Hay-on-Wye, el pueblo del millón de libros, pero tendré que dejarlo para otra ocasión). Lo hacemos hoy, aprovechando mi último fin de semana en el país, como excursión de despedida. El tren sale de Marylebone, en cuya librería compruebo, con horror, que <i>El País </i>no ha llegado todavía. Como me horripila la perspectiva de estar encerrado dos horas en tren sin nada que leer, me compro allí mismo un libro. Entre el bosque de superventas y otros libruchos de supermercado que llenan las estanterías, solo descubro uno que tenga algo que ver con la literatura: <i>The Noise of Time </i>[El ruido del tiempo], de Julian Barnes. Cuenta la vida de Shostakovich, pero me da igual de qué hable: me lo habría comprado aunque hubiese hablado de Rosa Díez. Por desgracia, no puedo disfrutar demasiado de la lectura, porque, aunque nos hemos sentado en una <i>quiet zone</i>, una pareja de turistas portugueses no se ha dado cuenta de que estamos en una zona de silencio, y garlan como cornejas. Ante la disyuntiva de llamarles la atención o de cambiarnos de asiento, optamos por lo segundo: el tren va casi vacío y no es difícil encontrar otras butacas a resguardo de la cháchara lusitana. El tren a Stratford no es directo: hay que cambiar en un pueblecito llamado Dorridge. Para hacerlo, apenas tenemos unos minutos. Tan justo es el lapso para el transbordo que, cuando estamos ya a punto de embarcar en el que nos ha de llevar a nuestro destino, las puertas se nos cierran en las narices. Es decir, no se cierran solas: alguien les ha ordenado que se cierren. Yo le hago gestos desesperados al revisor, al que veo asomado todavía al andén, pero el hombre se retira, imperturbable, al interior del tren y nos deja compuestos y sin ferrocarril, a escasos centímetros/segundos de abordarlo. Es la primera vez en mi vida que pierdo un tren, aunque no es la primera vez en mi vida que constato la satisfacción sádica que experimentan algunos cuando consiguen frustrar a sus semejantes tan palmariamente. Para eso da igual ser español o inglés: lo que hay que ser es borde. Nos queda, pues, según averiguamos en la taquilla de la estación, una hora en Dorridge hasta el siguiente tren a Stratford. Damos un breve paseo y nos tomamos un <i>capuccino</i> en la cafetería del Sansbury local. Lo que vemos es igual que lo que veríamos en cualquier pueblo inglés: una homogeneidad de casas unifamiliares, con sus jardincitos a la puerta y sus inevitables chimeneas. Todo es pulcro, ordenado y aburrido. Eso sí: en la estación comprobamos que unos caballeros de edad están muy preocupados por algunos desperfectos en la sala de espera, restaurada hace poco con mimo y dedicación ejemplares. Eso también es muy inglés: la implicación desinteresada de la gente en la conservación de sus lugares. Llegamos por fin a Stratford-upon-Avon, una pequeña ciudad de 23.000 habitantes y 800 años de antigüedad, situada, como su nombre indica, en las orillas del río Avon, y antiguo mercado medieval, cuyo pasado se prolonga hoy en una desaforada actividad comercial, avivada por el turismo: no hay apenas locales en el centro (pero el centro es casi toda la ciudad) que no sean tiendas o restaurantes. Llovizna, hace frío y sopla el viento (la peor combinación posible), pero estamos dispuestos a desafiar a los elementos para conocer los lugares shakespearianos de la ciudad, que son varios y están unidos por una ruta de la que nos informan amablemente en la oficina de turismo. La primera parada es, desde luego, la casa natal de Shakespeare, en Henley Street, cuya popularidad demuestra una larga y lenta cola que rebasa la taquilla y se extiende por la calle. Tras la inevitable espera, llegamos a uno de esos bonitos momentos de toda convivencia matrimonial: "¿Tienes los billetes?", le pregunto a Ángeles (habíamos comprado un bono en la oficina de turismo para las cuatro visitas fundamentales). "Pero si te los he dado a ti". Establecida la contradicción irreductible, ambos nos dedicados a rebuscar furiosamente en los bolos y bolsillos y bolsos, con desesperación creciente, mientras sentimos en el cogote la mirada taladrante de los demás integrantes de la cola, y en los ojos la no menos acerada de la taquillera, que debe de estar maldiciendo la estupidez de estos extranjeros que son incapaces de encontrar los billetes que acaban de comprar y forman un pifostio considerable a la hora de mayor afluencia de público. Aunque la peor mirada es la que me lanza Ángeles </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">el basilisco no me habría fulminado con mayor ferocidad</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">— </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">cuando, después de haber metido yo la mano al menos cinco veces en el bolsillo del pantalón sin encontrarlos, doy con los dichosos tiques y se los entrego, entre triunfante y humillado, a la cancerbera. La casa de Shakespeare nos parece hoy de una modestia casi cavernaria, pero gozaba de ciertos lujos en su época: no en vano el padre de Shakespeare era un rico comerciante local, que ostentó cargos de altura en el gobierno local. Así, tiene chimeneas en todas las habitaciones, que combatían eficazmente el frío, pero llenaban el sitio de humo, y suelo enlosado </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">que es el original: pisamos, pues, las mismas losas por las que Shakespeare caminaba, hace 500 años</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">. La higiene, no obstante, era tan precaria como en cualquier otro sitio: los ingleses de entonces no solo no usaban el agua, sino que la rehuían, porque estaban convencidos de que transmitía enfermedades por los poros de la piel. El lavado se practicaba en cara y manos (las partes del cuerpo que se veían), y la evacuación, en orinales y minúsculas letrinas exteriores. En el centro de información contiguo a la casa se exhibe, entre otros materiales, un ejemplar del </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Primer Folio</i></span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">, la edición príncipe de las obras de Shakespeare, publicada en 1623, siete años después de la muerte del escritor. De los entre 750 y 1000 ejemplares que se tiraron, sobreviven unos 230, tres de los cuales se encuentran aquí. Y, como las técnicas de composición e impresión no eran homogéneas, ninguno es igual a otro. Nos sorprende averiguar que el libro se puso a la venta a un precio exorbitante para su época, una libra: un maestro de escuela ganaba veinte al año. Pero es que los libros eran entonces objetos preciosos: en todas las buenas casas, y también en esta de Shakespeare, se guardaban en cajas, para que no sufrieran daño. Tras la muerte de los descendientes directos de Shakespeare, a finales del s. XVII, la casa se convirtió en una posada, y lo siguió siendo hasta finales del XIX. Visitamos después las siguientes paradas de la ruta shakespeariana. Primero, la Harvard House, un hermoso edificio tudor que no tiene nada que ver con el dramaturgo, pero que es un excelente ejemplo de arquitectura isabelina. Luego, Hall's Croft, la casa donde vivió Susanna, la hija de Shakespeare, con su marido, el doctor John Hall. Muy pronto vemos aquí más signos de riqueza que en la casa natal de Shakespeare. Y es lógico: los médicos bien establecidos eran gente, como hoy, acaudalada. Además del suelo enlosado </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">también original, como las escaleras de madera</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">, los techos son aquí muy altos y las habitaciones, espaciosas y bien caldeadas e iluminadas. En el jardín adyacente, el Dr. Hall cultivaba las plantas medicinales que administraba a sus enfermos, junto con remedios mucho más oscuros, como las sangrías y los purgantes. Quizá provengan de ese jardín los cardos que ponen en las sillas de la casa para evitar que los visitantes se sienten en ellas. Llegamos por fin a la Holy Trinity Church, la iglesia de la Santísima Trinidad, donde Shakespeare fue bautizado </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">el 26 de abril de 1564, en una pila bautismal que se exhibe junto a su tumba; debió de nacer dos o tres días antes, aunque no sabe con exactitud cuándo</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;"> y enterrado el 23 de abril de 1616. Puede que también aquí matrimoniara con Anna Hathaway, aunque de eso no han quedado registros documentales. Lo que sí se sabe es que lo hizo con prisa, y por buenas razones: seis meses después del casorio, nació Susanna. Shakespeare tenía entonces 18 años, y Anna, 26. Los restos del dramaturgo reposan en el presbiterio, cerca del altar mayor de la iglesia, junto a los de su mujer, su hija, su yerno y otros familiares más lejanos. Su lápida aparece circundada por un cordón negro, para distinguirla de las de sus parientes. Y el epitafio, escrito por el propio Shakespeare, reza así:</span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i> Good friend for Jesus' sake forebear / to dig the dust enclosed here. / Blessed be the man that spares these stones, / and cursed be he that moves my bones </i></span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">[Buen amigo, por Jesús abstente / de cavar el polvo aquí encerrado. / Bendito sea el hombre que respete estas piedras, / y maldito el que remueva mis huesos]. No fueron felices sus últimos años. Además de las enfermedades que lo aquejaban, tuvo que sufrir un proceso contra el futuro marido de su otra hija, Judith, acusado de promiscuidad: había preñado, al parecer, a otra mujer, que murió, con su vástago, al cabo de poco tiempo. Aunque siempre se ha dicho que el fallecimiento de Shakespeare se debió a un proceso febril, consecuencia de una francachela que se había corrido con otros dramaturgos, como Ben Johnson, en la que habían circulado vino y cerveza en abundancia, las últimas investigaciones apuntan a que pudo haberlo hecho a causa de un cáncer, aunque esto, como tantas otras cosas de su vida (y de su muerte), no se ha podido verificar todavía. Comemos, a la salida de la iglesia, en un pub tranquilo delante de la </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>grammar school </i></span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">a la que se cree que pudo haber asistido Shakespeare, y luego volvemos al centro paseando junto a uno de los canales del río Avon. Pasamos al lado del teatro en el que actúa la Royal Shakespeare Company y vemos muchísimos cisnes del río en montoneras debajo de los puentes: la gente les echa migas de pan, pero ellos pierden siempre con los patos a la hora de cogerlos. El frío se ha recrudecido y caminamos deprisa hasta la estación para volver a Londres. Esta vez hemos de cambiar de tren en un pueblo llamado Solihull. Aunque solo nos separan 170 km de Londres, tardaremos cuatro horas en llegar a casa. </span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-87085130288368531172016-02-10T11:22:00.001+00:002016-02-10T11:27:11.447+00:00Incluso la muerte tarda<div style="text-align: justify;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Así se titula el último poemario del barcelonés Jordi Virallonga, uno de los miembros de la "segunda escuela de Barcelona", en la que también militan, entre otros, Sergio Gaspar, Ramón Andrés, José Ángel Cilleruelo y José María Micó. <i>Incluso la muerte tarda</i> ha ganado el Premio de Poesía Hermanos Argensola 2015, un veterano galardón poético que durante mucho tiempo publicó DVD ediciones y que hoy asume la ubicua Visor. Llevaba Virallonga mucho tiempo sin publicar —desde </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Poemas de Turín</i>,</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> aparecido en 2004— y se agradece volver a tener la oportunidad de leerlo. Además, cuando ha regresado a la actualidad poética, lo ha hecho por partida doble: también ha publicado </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Amor de fet</i> [<i>Amor de hecho</i>]<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: medium;">,</span></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> su primer poemario en catalán, fruto asimismo de un premio, el Màrius Torres (que muchos han considerado el regreso del hijo pródigo al hogar del que nunca debió haber salido). Hasta ahora, Jordi Virallonga era conocido, en el ámbito de la poesía en catalán, como antólogo y traductor: </span><i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Sol de sal</span></i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, por ejemplo, publicada por DVD ediciones en 2003, es uno de los mejores compendios bilingües de poetas en lengua catalana del último cuarto de siglo. Su incorporación como autor a esta literatura demuestra su vitalidad creadora, su inquietud lingüística y su porosidad cultural. <i>Incluso la muerte tarda</i> cuenta con un breve prólogo de Juan Gelman, titulado "Empobrecer la lengua para reinventarla", del que discrepo: no creo que Jordi Virallonga empobrezca la lengua, ni quisiera con el loable propósito, como sostiene el maestro Gelman, de hacer que renazca. Creo, por el contrario, que en este poemario da un paso adelante en su concepción y uso del idioma, y vuelve su expresión más compleja, más torturada, si se quiere. Virallonga proviene de un figurativismo teñido de espantos íntimos y auscultaciones sociales, algo visible también en este libro. Los que lo hemos leído hasta hoy sabemos de su gusto por las fórmulas coloquiales, dotadas de una inmediatez dolorosa, de un despojamiento arrebatado, que se ofrece, a veces, a puñetazos. En </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Incluso la muerte tarda</i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, en cambio, sin renunciar a una dicción narrativa y hospitalaria, se dicen cosas como esta: "No quiero hablar de ti porque te llevo / en esta niña que soy yo cuando fui tuyo, / que te haría ser más joven, menos muerta, / no esta ruina permanente sin columnas / que no acaba de asolar la tempestad, / esta última sed, la vencida inmensidad del abandono". De Jordi Virallonga me ha interesado siempre —y también en <i>Incluso la muerte</i> tarda, pese a sus novedosas revueltas sintácticas— la naturalidad del verso, la fluidez con que la palabra más anodina, y hasta la más vulgar, se llena de sentido poético. El discurso hablado aparece en los poemas de Virallonga con una entereza y una incivisividad de las que carecía antes de volcarse en ellos, gracias a sutilísimas transformaciones lingüísticas y a un arsenal retórico tan extenso como discreto. Me gustan, en particular, cierto sentido del humor del que el poeta, sabiamente, no se desprende jamás, así hable de las coyunturas más penosas del individuo o la sociedad actuales, y la ira impasible a la que no pocas veces se entrega: "soy un tipo vulgar que trabaja por un sueldo, / pero ellos sí saben quiénes son, / y que a los hijos de los perros, / si son hombres, / se les llama hijos de puta", escribe en "Analogía entre hombres y perros". Todo en </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Incluso la muerte tarda</i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> y, en general, en toda la poesía de Jordi Virallonga, trasmina un aire machadiano, esto es, una inclinación moral, un aliento transparente y una templanza enardecida. Los temas de </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Incluso la muerte tarda </i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">abundan en los conflictos del hombre y la sociedad contemporáneos, con una activa preocupación por los pobres y los oprimidos. Pero, junto a una mirada crítica, en la estela de la actual rebelión contra un poder esclerotizado pero todavía dañino, el poemario incorpora asimismo un caudalosa veta reflexiva, melancólica, que atiende al amor y a la pérdida, al yo resquebrajado, a los rincones en penumbra —o en oscuridad total— de la conciencia. </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Incluso la muerte tarda </i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">se concibe como un viaje, al modo homérico —las dos partes en que se divide se titulan "A propósito de Ulises" y "Los mercaderes de Ítaca"—, igual que el viaje de la vida. Sobre este trasfondo helénico, advertimos un libro muy mexicano: en los epígrafes y dedicatorias menudean los autores aztecas: José Gorostiza, Rosario Castellanos, Manuel Maples, Xavier Villaurrutia, Efraín Huerta, José Ángel Leyva, etc. En </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Incluso la muerte tarda</i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> brilla una cólera sosegada: nada se desmanda. La incomodidad que trasluce con el mundo y sus mecanismos de poder no se plasma en poemas gesticulantes, ni en chirridos endecasilábicos, ni mucho menos en "tarascadas de bruto cargado de razón", como dijo memorablemente Juan de Mairena y recoge Virallonga en uno de los epígrafes del libro, sino en un verso que fluye como un río, con espumas y gran acopio de limos, con ocasionales encrespamienos y meandros arremansados, pero siempre absorto en su corriente y su </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">destino: resucitar una palabra que sirva para denunciar las flaquezas y esperanzas del hombre.<br /><br /> Hay muchos buenos poemas en <i>Incluso la muerte tarda</i>, y algunos excelentes, como "Profesionales de la pobreza", "Loa a los sinceros", "Normas de la organización", "Fidelidad" o "Recto gobierno progresista". Transcribo el primero:</span></div>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Me pregunto,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los pobres de hoy, no aquellos</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">con los que lucharon algunos</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">de nuestros padres y recibieron a cambio</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">desdén o muerte, los pobres de hoy,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los que ya no son los sujetos de la historia,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los que nunca supieron</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">qué era esto del sujeto de la historia,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los que saben muy poco</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y no les gusta que otro sepa</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">o que hable dos lenguas,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los profesionales de la pobreza, digo,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">no los obreros que perdieron su trabajo,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los locos o los minusválidos,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los pobres que ya no son una clase</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">sino una estirpe que sigue viviendo a sueldo</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">de la inmovilidad y de la paz burguesa,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los que no pagan escuela, hospital</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">ni impuestos, los pobres</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">a quienes lo que más les interesa</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">es su dinero, lo mismo que a los ricos,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los que nunca creyeron necesario emprender</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">ni trabajar demasiado, que todo era inmutable,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los que cada vez menos mansos y humildes</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">están hoy inquietos, miran a los lados con rabia,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">acusan a quienes dejaron de saciarles,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">se cagan tanto en dios, esos pobres, me pregunto,</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">¿son los bienaventurados que hace lustros y lustros</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">admiran al millonario, al hijo pródigo</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y mejor o peor siguen heredando la tierra?</span></i></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-26426019758153916012016-02-06T09:50:00.000+00:002016-02-06T09:50:12.241+00:00Cosas (extrañas) que siguen pasando en Inglaterra<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">El otro día salí de casa y vi, al otro lado de Battersea Park Road, a una joven negra, montada en una bicicleta, delante de un antiguo local de apuestas, ahora en proceso de reconversión en tienda de decoración, gritando como una loca. Iba en bicicleta, pero estaba parada: con los pies en el suelo y los hierros del vehículo desmadejados. No conseguí entender lo que decía: el tráfico y su propia desesperación me lo impidieron. Seguí mi camino. También lo hicieron los demás transeúntes. </span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">El otro día estábamos Ángeles y yo en South Kensington </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">habíamos ido a comprar cápsulas de Nespresso a la tienda que hay cerca de Harrods y luego a tomar un café en un curioso bar que se llama Viena, decorado con motivos austriacos (Klimt, Alpes, Schönbrunn), pero que atiende un tunecino nacido en Marsella y en el que siempre suena música del Magreb</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, cuando se nos acercó un caballero mayor. Ángeles llevaba un abrigo verde, muy verde. "Permítame decirle, señora, que lleva Ud. </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>a very beautiful coat</i>"</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, le espetó el hombre. Mi reacción, cuando el hombre había empezado a hablar, había sido la propia de un urbanita experto: la desconfianza y hasta la hostilidad. Uno se espera que, en la calle, los desconocidos le pidan dinero, le larguen una parrafada beoda o intenten convertirlo a la fe de Jehová. Pero, al acabar la frase, el hombre había derretido toda animosidad. Ángeles sonrió, antes sorprendida que halagada. Yo también. "Aquí todo el mundo va de oscuro, sobre todo los hombres", añadió el señor, señalándome a mí y a sí mismo. "Este color es una bendición. La felicito, señora". Y, sin nada más que decir, se fue. Apenas alcanzamos a darle las gracias. </span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">El otro día hacía un frío de mear a cubitos. No está siendo un invierno difícil, pero hubo, hace un par de semanas, varias jornadas polares. Volvía yo solo a casa </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">Ángeles me había dado plantón: tenía que atender una solicitud urgente en el hospital</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, forrado en abrigos y bufandas como si la Antártida se hubiera materializado en Londres, cuando algo extraño se cruzó conmigo. Al principio, no supe identificarlo: tan extraño resultaba a mis ojos y a mi comprensión. Pero luego lo reconocí: era un </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>runner</i>, uno de los cientos, de los miles que recorren Londres cada día, con tenacidad de ermitaños, bregando por afilar el cuerpo y retrasar la muerte. Lo singular de este <i>runner</i> </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">es que iba desnudo, es decir, solo llevaba unos pantalones cortos y las zapatillas de deporte. Precisamente, me adelantó delante de la casa de Oakley Street en la que vivió Robert Falcon Scott, el malhadado explorador del hielo que pereció en la Antártida, en la trágica carrera que mantuvo con Amundsen. Quizá reivindicase su memoria, o quizá pertenecía a algún cuerpo especial del ejército británico, una de esas unidades a las que se lanza en paracaídas, en medio de una tormenta fragorosa, detrás de las líneas enemigas con un cuchillo en la boca y acaban con una división de tanques. La resistencia de los ingleses al frío es legendaria. Los que provenimos del sur y vivimos aquí, estamos acostumbrados a ver por la calle a jóvenes y no tan </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">jóvenes en mangas de camisa con ventarrones escandinavos y relentes asesinos. Pero aquel <i>runner</i> excedía todo lo conocido. Yo, envuelto en lana; él, envuelto solo en la piel. Medía casi dos metros y parecía esculpido por Praxíteles. Corría desenvuelto, despreocupado, con sosiego, </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">manteniendo un ritmo cómodo de braceo y apoyando bien los pies en el suelo. Yo apretaba el paso cada vez más, aunque de vez en cuando tenía que pararme para limpiar las gafas, empañadas por el vaho que se formaba al respirar. Parecía Rompetechos. En una de estas, cuando alcé la vista, vi el torso desnudo del corredor, iluminado por una luna inclemente, perderse sin prisa por entre las brumas de Albert Bridge.</span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Me iré de esta isla y aún no me habré acostumbrado a esa maniobra que todos los automovilistas de Londres están acostumbrados a hacer, y que no dejo de ver en las calles: cambiar de un carril al carril contrario. Supongo que el tráfico de la ciudad la hace imprescindible, si uno no quiere quedar atrapado en alguno de los pavorosos embotellamientos que se forman todos los días en todas partes. Pero a mí me sigue pareciendo una <i>pirula</i> escandalosa y peligrosísima (ahora que lo pienso, no sé cómo se dice <i>pirula </i>en inglés), que todo el mundo, sin embargo, acepta con naturalidad, porque todo el mundo se beneficia tarde o temprano de ella. Aquí no hay rayas continuas que valgan: los conductores giran e invaden el carril contrario con toda la deliberación del mundo. Para un pueblo que ha hecho de la observancia de la norma su razón de ser, esta vulneración de las prescripciones constituye una excepción clamorosa. Una de las pocas que le conozco.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-21128170843254733482016-02-03T13:20:00.000+00:002016-02-03T13:20:00.859+00:00La Editora Regional de Extremadura<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Esta va a ser una entrada un poco extraña. Me interesan poco los blogs que son la mera caja de resonancia de las novedades literarias o profesionales de sus autores, y he procurado que este no lo fuera, o lo fuese en muy escasa medida. Sin embargo, dado el cambio que va a suponer en mi vida y probablemente también en esta bitácora, no puedo dejar de dedicar un comentario a esta novedad: ayer fui nombrado director de la Editora Regional y del Plan de Fomento de la Lectura de Extremadura. El puesto estaba vacante desde el cambio de gobierno en las últimas elecciones autonómicas, en mayo del año pasado, y a principios de diciembre se difundió un "procedimiento competitivo", algo muy parecido a un concurso público, para proveerlo. Las bases exigían aportar un currículum vítae y una memoria de no más de 10 folios con las ideas y propuestas del candidato para la Editora y el Plan de Fomento. Decidí participar porque el puesto me parecía adecuado a mis intereses y aptitudes, y porque suponía un desafío intelectual y, lo que era más importante aún, vital muy estimulante, después de dos años de soledad creativa, pero soledad al fin y al cabo, en Inglaterra. Además, había que desempeñarlo en Extremadura, una región en la que llevo muchos años refugiándome de los agobios de la vida urbana </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">primero en Barcelona y después en Londres</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">, en la que tengo casa, familia y amigos, y que considero mía. Debo confesar que no tenía demasiadas esperanzas de ganarlo. Estaba acostumbrado, como casi todos los españoles, a un ejercicio del poder que discrimina entre los propios y los ajenos, entre los conocidos y los que no lo son, entre los del terruño y los forasteros, y pensaba que la resolución vendría determinada por los intereses particulares antes que por una consideración objetiva. Sin embargo, en esta ocasión quien ha tomado la decisión lo ha hecho sin atender a razones ajenas a lo exigido en la convocatoria, esto es, sin parcialidad ni, en mi caso, catalanofobia (un amigo de los que me han felicitado ha dicho que no parecía una decisión española), y yo estoy encantado de haberme equivocado. Agradezco, pues, al gobierno extremeño que me haya otorgado esta confianza y esta responsabilidad, a la que intentaré corresponder con mi mayor dedicación y todos mis esfuerzos. El desafío es grande: la Editora, una de las mejores editoriales públicas de este país durante muchos años, si no la mejor, ha decaído algo, me parece, en los últimos años, por muchos factores, entre los que se cuentan la crisis económica y los altibajos políticos. Pero su prestigio, su catálogo y su potencial siguen ahí: se trata de recuperarlos y de volver a garantizar su presencia en la vida cultural de Extremadura </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">y de España</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">, en beneficio tanto de los creadores extremeños como de los lectores del país. Habrá que garantizar la calidad de lo que se publica, reordenar las colecciones y la imagen de marca de la Editora, introducirla de lleno en el mundo digital y actualizar su página web, y </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">este es un punto fundamental</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;"> mejorar la distribución, esto es, asegurar que sus libros se encuentren en todas las librerías literarias de la región y en las más importantes de, al menos, Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao. En definitiva, habrá que luchar por que, cumpliendo con su obligación legal de promover la creación en Extremadura, sea también una editorial equiparable, en contenidos, imagen y circulación, a las grandes editoriales comerciales del país. Quizá sea un objetivo muy ambicioso, pero es el que me propongo. En cuanto al Plan de Fomento de la Lectura, ha de revitalizar la presencia de la literatura como hecho vivo de la comunidad y seguir trabajando en la red de bibliotecas y aulas literarias que tan buen papel han desempeñado, y siguen desempeñando, en Extremadura, además de insistir en la necesaria vinculación cotidiana entre la literatura y la gente: reuniendo a los estudiantes con los escritores y a todos con la letra oída e impresa, también en lugares inhabituales: hospitales, estafetas de correos, residencias de ancianos. Regreso a España, para incorporarme al nuevo puesto, dentro de dos semanas. Será un cambio grande: de Londres a Mérida (el mismo amigo que ha dicho que mi elección no parecía una decisión española, también ha sugerido que ese es el título de un libro y que solo me falta sentarme a escribir lo que se esconde en él). No me importa la diferencia de tamaño, es más, la agradezco: Londres es un monstruo inabarcable, y Mérida, una ciudad de dimensiones humanas, casi renacentistas: con 60.000 habitantes, ni agobia ni entristece. Su legado histórico y cultural es impresionante, y estoy seguro de que me va a ofrecer muchas horas de instructivo solaz. Además, en Mérida se comen unas migas y unas morcillas sobrenaturales, y en Londres apenas se encuentra siquiera un gazpacho decente. No lamento abandonar Inglaterra: han sido dos años intensamente vividos y muy provechosos en lo literario, pero que siento como una etapa ya cumplida. Vuelvo a casa, y eso me serena. Otra consecuencia de hacerlo será que tendré que modificar el diseño y, seguramente, el tenor también de este blog, que quizá cambie de nombre: estoy barajando </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Corónicas de Españia</i>. </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">Es seguro que ya no podré comentar, </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">en mis entradas</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;"> españolas, nada que tenga que ver con el ejercicio de mi cargo, pero pretendo mantenerlo como tribuna personal para todo aquello que no sea incompatible con mis responsabilidades públicas, y como foro de crítica literaria, siempre, como es lógico, que ello no plantee ningún conflicto de intereses. </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">Muchos amigos me han felicitado por el nuevo cargo. Aprovecho para agradecerles a todos ellos sus palabras de cariño y de ánimo. Ando todavía un poco asustado, pero espero estar a la altura de sus expectativas.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com20tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-43639337770183698302016-01-31T12:06:00.000+00:002016-02-02T09:35:28.355+00:00Si sonríes, es que no has leído todavía las últimas noticias<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">En el Vaticano han tapado las estatuas y pinturas con desnudos para no ofender los impresionables ojos del presidente de Irán, un cura musulmán llamado Hasán Rohaní, que rendía una visita de estado. Se conoce que Rohaní es un moderado. Y la culpa de semejante censura la tiene, precisamente, que Rohaní sea un moderado. Si llega a ser un radical, nunca habría visitado Roma, salvo para ocuparla militarmente. Tapar el arte exhibido en el Vaticano es como destruir los budas de Bamiyán o las ruinas de Palmira, pero momentáneamente y sin explosivos. No es un ejercicio de cortesía, sino de violencia: se reprime la mejor manifestación del espíritu humano para que alguien no vea perturbadas sus convicciones, emanadas de la necedad, la ignorancia y el miedo; se oculta a Miguel Ángel para no ofender a un clérigo, igual que, en el país del clérigo, se oculta el cuerpo de las mujeres para no ofender a los varones y se ocultan </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y castigan</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> las opiniones discrepantes para no ofender a quienes gobiernan, que son clérigos como Rohaní o, si no lo son, comparten disciplinadamente sus creencias. Se trata, pues, de ocultar, de invisibilizar, de reprimir. ¿Qué vale el Apolo de Belvedere frente a la convicción de un sarraceno de que la salvación radica en dar vueltas alrededor de un meteorito? ¿Y el Laocoonte y sus hijos, frente a su esperanza de la vida eterna, rodeado de huríes eternamente vírgenes y obsequiosas? El Vaticano se pliega al delirio moral de los mahometanos en defensa propia: así puede exigir que los demás se plieguen al suyo, cuando sean ellos los que estén en casa ajena. Pero su cobardía ofende a cualquier persona que no esté cegada por el prejuicio y la confusión.</span></div>
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Un toreador llamado Franciso Rivera Ordóñez, creo, ha dado un salto gigantesco en su carrera a la inmortalidad toreando una vaquilla con su hija en brazos. La razón para hacerlo es que su padre, aquel ejemplo de macho hispánico y hombre ilustrado que fue Franciso Rivera <i>Paquirri</i>, también toreó con él en brazos cuando era niño. Según él, no había ningún peligro en hacerlo. Según él, hay más peligro en que su hija salga todos los días a la calle, esa jungla pavorosa, llena de coches que no paran en los pasos de peatones y tejas que a lo mejor se lleva el viento y te fracturan el cráneo. Efectivamente, torear vaquillas no entraña ningún riesgo: Antonio Bienvenida, por ejemplo, no murió revolcado por una vaquilla (ni <i>Paquirri</i>, el padre del toreador Francisco Rivera Ordóñez, portó su féretro en Las Ventas). Después de él, y para reivindicar la inocuidad del toreo y su vigencia en la sociedad, otros toreadores han imitado su gesto, o dado a conocer que ya lo habían imitado, como Juan José Padilla, al que un toro le vació un ojo de tremenda cornada hace cinco años y que desde entonces luce, con mucho orgullo y españolía, un magnífico parche en el ojo ausente, amén de unas patillas en hacha que hacen que las de Curro Jiménez parezcan hilos dentales. A Juan José Padilla, diestro siniestro, solo se falta un guacamayo en el hombro para erigirse en la viva imagen de John Silver <i>el Largo</i>, aunque él no sepa quién es John Silver <i>el Largo </i>y prefiera echarse a la cara, y nunca mejor dicho, morlacos que loros. Como se ve, el cretinismo no es solo patrimonio de los clérigos, de cualquier confesión, aunque estos lo cultiven con esmero y perseverancia. El cretinismo aqueja a otros colectivos, como el de los toreros, con dedicación casi religiosa. Y se transmite de generación en generación: de <i>Paquirri </i>a Rivera Ordóñez, pasando por la viuda del primero, una tal Isabel Pantoja, a la que yo he visto salir a un escenario exhibiendo a su hijo, <i>Paquirrín</i> </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">otro ejemplo de clarividencia</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, como un neanderthal exhibiría la cabeza cortada de su enemigo. </span></div>
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Los niños están de moda. Ahora ya no solo los besan los políticos en las campañas electorales, sino que torean vaquillas y hasta acuden al Congreso a ser amamantados. Qué bonita imagen la de Bescansa, creo, cuidando a su rorro en el escaño tan brillantemente obtenido en las últimas elecciones. Qué enternecedor y reivindicativo. Quizá podría seguirse el ejemplo de la podemita con otros grupos discriminados de nuestra sociedad: por ejemplo, algún día podría acudir algún diputado a las Cortes en silla de ruedas, para recordar a los españoles las dificultades que sufren los minusválidos en su vida cotidiana; o bien con su abuelo, octo o nonagenario, para denunciar el miserable estado de las pensiones o la soledad incurable de muchos mayores abandonados por todos. Los ejemplos pueden multiplicarse. El único problema que le veo a semejante desfile de marginados es que los diputados estén demasiado distraídos con su presencia y se olviden de legislar en su favor. A lo mejor valdría la pena que, en lugar de pasearlos por un lugar en el que quizá no tengan mucho que hacer, los padres (y madres) de la Patria trabajaran por ellos (y por todos) con más entrega e inteligencia de lo que han hecho hasta ahora. </span></div>
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Hacienda persigue a los escritores, es decir, el Estado persigue a los escritores, que han cometido la abominación de cobrar una pensión, en la mayoría de casos exigua, si no mínima, cuando también cobraban derechos de autor por los libros que habían escrito, o remuneraciones por las conferencias que habían impartido, o gratificaciones por los bolos en que habían participado. Un escándalo, sin duda. Que alguien que lleva toda la vida cotizando como autónomo caiga en la iniquidad de percibir una jubilación de 600 euros al mes y, al mismo tiempo, cobrar un artículo publicado en un periódico local, dice muy poco en favor de los escritores, a los que considerábamos gente honrada y respetuosa con las normas. No sé a dónde vamos a llegar. Hacen muy bien los inspectores de Hacienda en actuar contra ellos: aquí todos somos iguales. Si un escritor abusa de sus privilegios, que pague; si el tesorero de uno de los principales partidos políticos del país desfalca y evade millones de euros a una impenetrable cuenta suiza, que pague; si los banqueros roban muchos millones de euros y los depositan irrecuperablemente en las Islas Caimán, o bien los dilapidan con una gestión nefasta, con lo que aún son más irrecuperables, que paguen; si muchos grandes empresarios declaran beneficios irrisorios, que paguen; si infinidad de abogados y otros profesionales liberales cobran en negro sus carísimos servicios, que paguen; si Ryanair tributa en Irlanda, que pague. En fin, que el que la haga, que la pague. Al fin y al cabo, sus actividades tampoco son tan distintas: los escritores escriben libros y los tesoreros, empresarios y banqueros también: los de contabilidad, y quizá aún más creativamente que aquellos.</span></div>
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Se han levantado voces de indignación por la tímida o más bien inexistente reivindicación de la figura de Miguel de Cervantes, con ocasión del 400º aniversario de su muerte, sobre todo en comparación con la atención que le está prestando el mundo anglosajón a su 400º aniversario: el del fallecimiento de su escritor universal, William Shakespeare. En realidad, está muy bien así: manteniendo el silencio, el misterio, sobre un determinado autor, se lo potencia más que vociferándolo y divulgándolo. Divulgar a un autor es plebeyo. Cuánto mejor no es mantener esta actitud aristocrática, que reclama el acceso disimulado, íntimo, secreto, a su obra. De hecho, la mejor forma de actuar en su favor sería prohibirlo: así la gente sentiría la atracción morbosa por conocer lo prohibido, por quebrantar el tabú de la interdicción. <i>El Quijote </i>se compraría discretamente en las trastiendas de las librerías de viejo, cuando la policía no acechase, y se llevaría a casa bien escondido en la mochila, aunque siempre con el temor de que un municipal o un secreta lo parase a uno por la calle y le obligara a vaciar el macuto (los macutos siempre son sospechosos). Y cuanta más pena de cárcel se impusiera a los lectores de Cervantes, más se haría por su literatura, más por su difusión y su prestigio. Se leería febrilmente, en rincones en penumbra, con la compañía, quizá, de un whisky fervoroso y, los fumadores, de una sucesión ansiosa de pitillos, temblando por la excitación del descubrimiento y la transgresión. A los niños, en cambio, hay que preservarlos de su nefasta influencia. Los niños están mejor en las tientas de vaquillas o los escaños del Congreso. </span></div>
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<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Se acaba de desvelar la enésima trama de corrupción organizada del PP en Valencia, por la que se ha detenido ya a 50 personas. Valencia ha sido el <i>far west</i> del choriceo patrio, aunque Madrid sigue esforzándose por no quedar descolgada y en Cataluña se ha hecho todo lo posible por equipararse al nivel general de mangoneo, y aun excederlo. Yo me imagino una del Oeste, rodada en la Albufereta, con Eduardo Zaplana de terrateniente del pueblo, Rita Barberá de <i>madame </i>del <i>saloon</i>, Francisco Camps de predicador borrachín, Carlos Fabra de tahúr impasible y Alfonso Rus de matón de gatillo fácil. Uno de los detenidos en esta nueva redada es, precisamente, el tal Rus, el inefable alcalde de Xàtiva, presidente de la Diputación de Valencia y también presidente del PP valenciano, al que se grabó el año pasado contando billetes de una mordida en un coche. (Ignoro si el presidente le ha mandado un SMS recomendándole fortaleza). La putrefacción del PP es general y sistemática. Y la putrefacción moral de quienes lo siguen votando, también. Que Rajoy continúe diciendo, como lleva haciendo estos años, que la corrupción es un problema individual y que en todas partes cuecen habas, es la mejor prueba de su pasividad personal, su ceguera política y, lo que es peor, su falta de estatura ética. Al parecer, el PP en Valencia va a ser disuelto y sustituido por una gestora. Eso es lo que sucedió en Marbella, por primera y hasta el momento única vez en la vida política española: el ayuntamiento de aquel político preclaro, Jesús Gil, fue reemplazado por una gestora, bajo control judicial. Pero es que Jesús Gil era digno de militar en el PP.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-40059913971475471222016-01-28T10:17:00.001+00:002016-01-28T12:09:54.635+00:00Guildhall y el anfiteatro romano<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">La Guildhall Art Gallery —una de las pocas salas de arte importantes que nos quedan por conocer en Londres— contiene la colección de pintura y escultura de la City de Londres. Es un edificio moderno, construido en 1999 en estilo semigótico para sustituir a uno anterior, dañado por los bombardeos alemanes en 1941. El hecho de que se asemeje al edificio adyacente, asimismo llamado Guildhall, sede durante siglos del ayuntamiento de la City, cuya frontispicio luce la magnífica leyenda <i>Domine dirige nos,</i> es loable para garantizar la coherencia arquitectónica del conjunto, pero resulta contradictorio con que, en la misma plaza, enfrente de ambos, se alce el actual ayuntamiento de la City, un edificio monstruoso y gris, edificado a base de gigantescos cubos. Llegamos a la hora de comer, con la esperanza de hacerlo en el restaurante del museo: casi todos lo tienen en Londres. Entramos —la visita es gratuita: ¡albricias!— y nos dirigimos, salivando, al <i>No Colour Bar</i>, que, para nuestra satisfacción, está anunciado, con cartelones muy grandes, en todas las salas. Sin embargo, el <i>No Colour Bar</i> no es un bar, sino una exposición de arte negro. Maldecimos, por una vez, las manifestaciones antirracistas y salimos, en busca de alguna solución para el hambre. Nos encontramos en el centro de la City, uno de los lugares más inhóspitos de Londres los fines de semana: aquí todo está dispuesto para atender a las docenas de miles de ejecutivos y <i>brokers</i> que trafican con nuestro dinero en el mundo, de suerte que, cuando no hay ejecutivos ni <i>brokers</i>, el lugar se queda desolado: los bares están cerrados, las tiendas están cerradas y apenas hay nadie por la calle (aunque esto me gusta). Por suerte, encontramos un pub agradable a poca distancia de Guildhall, el <i>Ye Olde Watling</i>, construido, al parecer, por Christopher Wren, el archiarquitecto inglés, para alojar a los obreros que trabajaban en la reconstrucción de la catedral de Saint Paul, tras el gran incendio de 1666. Lo hizo con la madera proveniente de barcos desguazados, algunos de cuyos tablones sobreviven todavía. Allí dibujaba también Wren los planos de la nueva catedral, quizá en el espacio en que nos sentamos hoy para dar cuenta de sendos contundentes pasteles de carne, regados con cerveza y sidra, cuya devoración, no obstante, se ve emborronada por el <i>Happy birthday to you! </i>que los empleados del pub le cantan a una parroquiana, con desfile de pastel con velitas incluido. Estas pequeñas ceremonias públicas, entre mercantiles y familiares, siempre me han dado vergüenza ajena, pero a los ingleses parecen encantarles. Regresados a Guildhall, nos atrevemos esta vez a sumarnos a una visita guiada. Las visitas guiadas nos gustan tan poco como los viajes organizados, pero hay que reconocer que, a veces, si el guía es bueno, puede uno aprender mucho. La colección contiene unas 4000 piezas, de las que apenas se exponen 250. Su origen es singular: tras el incendio de 1666, un equipo de veintidós jueces se pasó dos años resolviendo en este lugar las disputas entre vecinos, inquilinos y caseros por los derechos y propiedades arrasados por el fuego y, dado que la ciudad no tenía dinero para recompensarlos, decidió agradecerles su labor pintando un retrato de cada uno de ellos. Esos veintidós cuadros constituyeron el fondo inicial de la galería, que se ha ido incrementando hasta hoy. En la visita a las salas, veremos uno, y con eso nos bastará. En realidad, todos eran iguales: un gran corpachón con una toga roja, sobre un fondo tribunicio; lo único que cambiaba era la cara del magistrado, que en algún caso, como el que tenemos ante nosotros, resultaba demasiado pequeña para el cuerpo. Obviamente, este cuadro del juez microcefálico solo tiene un interés histórico. Lo mejor de la galería está en otras partes, sobre todo en la gran cantidad de arte victoriano que constituye el núcleo de la colección. Destacan varias piezas prerrafaelitas y, en particular, la magnífica <i>La Ghirlandata</i>, de Dante Gabriel Rossetti, aquel desdichado poeta y pintor que enterró toda su poesía inédita en la tumba de su joven esposa, que se había suicidado con láudano después de dar a luz a un niño muerto, y que luego, a petición de sus amigos, la desenterró para publicarla. Hay que ver lo que hacen los poetas por publicar. Para más inri, el tremebundo gesto ni siquiera le sirvió para ganarse el favor de los lectores: la crítica vertió juicios vitriólicos sobre su poesía, considerada inapropiada y ofensiva: era nada menos que <i>carnal</i>. La guía, en cualquier caso, subraya el valor de <i>La Ghirlandata</i> —de la que William Morris dijo que era el cuadro más verde que existía, y no se refería a lo mismo que los críticos de su literatura, sino al hecho de que está compuesto con unos tonos verdes arrebatadores— asegurando que, si hubiera un incendio en la galería, este sería el cuadro que los administradores se apresurarían a salvar. (El fuego ciñe, fáctica o idealmente, el devenir de la Guildhall). Vemos otras piezas interesantes, como los dos <i>sermones</i> de John Everett Millais —un díptico que parece anticipar algunos rasgos de Norman Rockwell— y el delicadísimo <i>La lección de música</i>, de Frederic Leighton, así como una muestra, también muy atractiva, de la pintura <i>naïf </i>de Matthew Smith. La guía nos lleva a continuación a un piso inferior, donde hay una pequeña exposición conmemorativa del 400º aniversario de la muerte de William Shakespeare. La exposición es reducida, en efecto, pero impresionante: contiene la escritura de compra de una casa en Blackfriars por parte de Shakespeare, con su firma auténtica (que solo se ha identificado en seis documentos; a Ángeles le parece un garabato más que una firma y se pregunta si Shakespeare no sería una mujer: sin saberlo, se ha sumado a la legión de gente que sospecha que Shakespeare no fue Shakespeare, sino otra persona. ¿Qué tendrá el dramaturgo para hacer sospechar siempre, y tan radicalmente, de su identidad?) y un ejemplar del <i>Primer Folio</i>, la edición príncipe de sus obras, aparecida en 1623. La muestra se completa con dos voluminosos libros: uno con la minuciosa regulación que afectaba a la actividad teatral (que se consideraba propia, en aquella época, de vagos, maleantes, indeseables y putas), por ejemplo, no se podía salir bailando del teatro, porque eso inducía al desenfreno y, ulteriormente, a la fechoría; y otro con las innumerables y no menos minuciosas quejas de los honrados vecinos de Londres por el comportamiento inaceptable de los teatreros. Pero, con ser todo lo visto muy estimable, lo más fascinante de la Guildhall Art Gallery es el anfiteatro romano que alberga. Cuando se estaba construyendo el edificio, en 1988, se dio con sus ruinas, a quince metros de profundidad. Todas las ciudades romanas importantes tenían un anfiteatro, y los arqueólogos estaba seguros de que también debía de haber uno en el subsuelo de Londres, pero no se sabía dónde. Hasta que apareció aquí. Un primer anfiteatro de madera se construyó en 70 d. C., veinte años después de la fundación de Londinium, y en el s. II se edificó en piedra, cuyos restos contemplamos hoy. En sus momentos de esplendor, acogía a más de 6000 personas. Pero dos siglos más tarde se abandonaría definitivamente: el espacio que ocupaba se utilizó como vertedero y los habitantes de la ciudad, sajones, se llevaron las piedras para construir otros edificios y sus propias casas. Hoy quedan los cimientos y los restos del sistema de desagüe, con las maderas originales: algunas piezas siguen perfectamente encajadas. También la arena que recubre el recinto es original: la misma que pisaban los espectadores y los gladiadores de hace casi dos mil años. Para mi decepción, los gladiadores no luchaban entre sí. No hubo aquí nunca combates entre personas, sino entre personas y animales: perros, lobos, osos. La cosa se me hace un poco descafeinada, pero qué le vamos a hacer. La guía nos indica un punto de los sillares conservados en los que se aprecian todavía los agujeros donde se encajaban las puertas de metal de las jaulas en las que las fieras esperaban la salida al coso. Al otro lado esperaban sus matadores o sus víctimas. Entre número y número, para entretener al público con divertidas amenidades, se celebraban también ejecuciones en el anfiteatro. La gente comía, bebía y se solazaba. Qué estupendos eran los días de circo. También nosotros lo hemos pasado bien. No hemos visto a ningún luchador despedazado por un sttafordshire bull terrier o un oso pardo, ni a ningún caco colgando de una soga, pero hemos disfrutado igualmente. Cuando salimos, al lado de la iglesia de Saint Lawrence Jewry, vemos un poste de teléfono de la policía, gratis y azul. Desde aquí se podía avisar a la fuerza pública de cualquier desmán. Pero ya no: un cartel anuncia que no funciona y que para telefonear hay que utilizar un teléfono público, rojo y de pago. Ah, cómo cambian los tiempos.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-42695681203994897442016-01-25T12:52:00.000+00:002016-01-26T11:32:13.941+00:00Dreno<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Dreno</i> es el tercer poemario de Matías Miguel Clemente, un albaceteño de 1978 que, como tantos otros españoles en estos tiempos de tribulación, ha tenido que buscarse la vida fuera de España. Ahora reside en Turín. Yo conocí su poesía al principio de mi colaboración con DVD ediciones, hacia 2003, cuando él ganó el Premio de Poesía Joven de Radio 3, que entonces publicaba la editorial barcelonesa, con <i>Lo que queda</i>. Luego, en 2007, dio a conocer <i>Los límites</i> en otro sello catalán, La Garúa, dirigida por mi buen amigo Joan de la Vega. Y ahora nos entrega este <i>Dreno</i> en la muy activa editorial La Bella Varsovia, favorecedora sobre todo de la poesía más joven. <i>Dreno</i> parece el nombre de una ciudad alpina o un castillo bávaro, pero es la primera persona del singular del presente de indicativo del verbo "drenar", y ese significado </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">"asegurar la salida de líquidos, generalmente anormales, de una herida, absceso o cavidad", como preceptúa la Academia</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> determina la realidad del libro, dedicado a presionar las heridas del lenguaje para extraer de ellas cuanto le perjudica, bien porque sobra, bien porque no significa nada, o bien </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">lo peor de todo</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> porque miente. Las heridas del lenguaje no son, paradójicamente, como las del cuerpo: no sangran, sino que se encallecen; no supuran: se fibrosan. Las heridas del lenguaje son coágulos de in-significación, abscesos de tedio, escaras de ocultación o falsedad, y una de las tareas del poeta</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, acaso la más importante,</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">es sajar esos grumos, descubrir la carne desubstanciada por la costumbre o el vacío, el sentido </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">asfixiado por la superposición de materiales inanes. En <i>Dreno</i>, Matías Miguel Clemente reúne cuarenta escenas en </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">prosa, siempre vinculadas al vivir cotidiano o a la presencia del arte y la literatura, construidas y a la vez destruidas por una lenguaje anómalo, que incurre a menudo en la subversión. Las escenas siguen siendo reconocibles </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">"Ciego", "Casa", "Brazo", "Alondra", "El violoncelista de Sarajevo. Biblioteca", "El diablo cruza el Po"...</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, pero lo son gracias a su desordenación, a su desbaratamiento, al perfil palpitante que adquieren por mor de su rebeldía. Así lo confirma el poema más breve del conjunto, este monóstico que lleva el título del libro y que encarna, entre vanguardista y gongorino, una poética: "Tengo que poner un poco de orden en poco esto un todo de orden". Es muy significativo, también, que el libro esté dedicado a "buzos, alpinistas y astronautas": gente que sube a lo más alto o se sumerge en lo más profundo; gente que quiere encontrar la verdad en lo abismal o en lo sidéreo, lo que, bien mirado, viene a ser lo mismo. Y todo está en las palabras que se juntan, o que se desjuntan, en el poema. Matías Miguel Clemente desmonta lo previsible y regala una articulación a contrapelo, a contraluz, que vivifica, por desanudarlo, cuanto describe. El lector deambula por estos instantes desacomodados como si asistiera a un extraño espectáculo de ingeniería y demolición, y comparte su incomodidad: respira el polvo de lo que se erige con esfuerzo y se derriba con naturalidad. Y así debería ser siempre: que los poemas nos descolocaran; que nos recordasen que la realidad no es un objeto ajeno a la representación de la realidad, sino una edificación cuya mampostería son las palabras, e incluso las sílabas; que los poemas nos persuadieran de lo que subyace en las cosas, de lo que las cosas contienen más allá de su apariencia. </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Lo coloquial convive en <i>Dreno</i> con lo culto, y lo quebradizo con lo violento. La investigación en los sentimientos </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">se traba fluidamente con la observación del mundo, y el resultado de esa concordia encabritada es una breve convulsión, tan dérmica como penetrante. "Todo poeta es un sismógrafo", ha dicho Javier Moreno, y Matías Miguel Clemente lo cita al pie del poema "Terremoto". Ciertamente: todo poeta percibe las ondas subterráneas del yo, y de cuanto acecha al yo: el poema es su transcripción, sintética y delicada, pero anunciadora de un íntimo temblor o un cataclismo inaudible. Uno lee por ahí los elogios inacabables que merecen libros colmados de tramoya, futilidad y ñoñería, </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y se pasma de que tanta vaciedad produzca tanta algarabía. <i>Dreno</i>, en cambio, ofrece verdad, verdad desconcertada y </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">desconcertante, llena de interrogación, de contradicción, de claroscuros, es decir, de vida. </span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Esto dice el poema "Grande":</span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las cosas grandes como una demolición tienen un punto de partida, un inicio como de vida inminente, una esencia eléctrica que se deja oler, una premonición en clave de sombra.</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las cosas grandes como una tarde entera, en una fotografía, tienen una lenta salivación primera, un duelo, un gusto anticipado a salto, a herrumbre que se excede líquidamente antes de aparecer delante de nosotros.</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las cosas grandes como tú sentada en el mundo-suelo, durmiendo junto al radiador, tienen la habilidad de no comenzar hasta pasado un rato, en el que un brillo húmedo aparece en tu boca y en la boca de la enormidad.</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Las cosas grandes, com un enorme silencio de gente que se esconde, tienen un hilo del que tirar, para acelerarlo todo y parar la vida a través de una </i>roadmovie<i>, un hilo del que dispone y que se encuentra callándose todos hacia los lados, huyendo.</i></span><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las cosas grandes como un dolor lechoso en el vientre, tienen apenas una carencia de músculo y articulación, que no le faltará nunca al movimiento de mis manos en tu pecho.</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las cosas grandes como las que se hacen con los ojos en el metro, mientras se espera, tienen ese temblor que tiene también la mano del viejo que pelea al tiempo otra parada.</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las cosas grandes que intento guardar en mis bolsillos se clavan y duelen por sus formas incomprensibles y desoladas.</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Todo lo grande es impaciente y sobrevive por la cadencia con la que observamos su leve temblor, su deseo y su ansia de permanencia.</span></i><br />
<i><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></i>
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>La soledad es una forma de drenar todo lo grande. Yo lo dreno a través de formular un verbo que conozco como </i>sersolitario<i>. Lo conjugo y lo mentalizo a base de secarme la frente ante lo enorme.</i></span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-75449283843885410092016-01-22T11:01:00.000+00:002016-01-22T15:53:52.191+00:00Plata bajo tierra<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las <i>Silver Vaults </i>son uno de esos lugares que ni siquiera los londinenses conocen, o que conocen poco. La mejor prueba es que, cuando llegamos, un sábado por la mañana </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">a una hora en que toda la ciudad está en las calles, visitándolo todo</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, apenas hay nadie. El solo hecho de que en un sitio haya poca gente hace que me guste, aunque aquello a lo que esté dedicado no me atraiga como Monica Bellucci. Fue una amiga de Ángeles la que le habló de estas </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>cámaras acorazadas para la plata</i>, que así se podría traducir <i>Silver Vaults</i>; de esta forma circula mucha información entre los visitantes de la capital: de boca en boca, como el trapicheo de marihuana. Las <i>Silver Vaults </i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">son otra consecuencia del esplendor comercial de la Gran Bretaña, que tuvo su apogeo en la segunda mitad del s. XIX: </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">se construyeron en 1876 para que los londinenses pudieran guardar sus joyas, documentos personales y objetos de valor, pero pronto los comerciantes de la ciudad </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">sobre todo, los que manejaban mercancías más delicadas y valiosas, como joyas y platería</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> descubrieron que aquellas espléndidas cajas fuertes constituían el reducto óptimo, por inexpugnable, para almacenar sus bienes y propiedades, y empezaron a alquilarlas como almacenes permanentes. Y así se han quedado. Hoy configuran unas singulares catacumbas, en las que los antiguos almacenes se han convertido en tiendas, cuyos propietarios son, en muchos casos, descendientes de aquellos joyeros decimonónicos que decidieron guardar aquí sus metales preciosos. Las </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Silver Vaults </i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">están en Chancery Lane, en los sótanos de un edificio amazacotado y gris como el tiempo. No es el original, que fue destruido por una bomba en la Segunda Guerra Mundial; este data de 1953. A pesar del impacto de las bombas alemanas, las cámaras no sufrieron ningún daño. Y no sorprende: en el subsuelo y protegidas por muros de más de un metro de espesor, forrado de acero, están a salvo de casi todo, salvo, quizá, de una explosión termonuclear. De hecho, nunca han sufrido ningún robo (para hacer un butrón aquí, haría falta una tuneladora como las que se utilizan para horadar las montañas de los Alpes). La seguridad es absoluta. Quizá alguna película de Hollywood se podría plantear, como argumento, el robo de este lugar y no el de Fort Knox, que está muy visto ya y que, además, parece bastante más fácil. La entrada es gratuita, y, paradójicamente, el único control de seguridad es un vistazo superficial a los bolsos de las señoras por parte de un conserje también amazacotado y gris. Los pasillos donde se alinean las cámaras de seguridad parecen unas catacumbas, sí, pero también una cárcel: donde en las prisiones hay celdas, aquí hay cajas fuertes. Y cada una es un establecimiento. Uno pasea por el lugar, limpiamente iluminado, lustroso hasta el dolor de ojos, y observa cada uno de los negocios como una pequeña cueva de Alí Babá donde se acumulan objetos de plata, pero también de oro y otros metales preciosos, cristalerías, relojes, obras de arte, porcelanas, sellos y hasta trofeos deportivos. En todas azacanea un responsable (no me atrevo a llamarlo dependiente: es demasiado plebeyo), por lo general encorbatado (también veo algunas pajaritas) y de pelo blanco, aunque también hay alguna rusa gritona, como Madame Chenniki, que despacha vigorosamente sus asuntos por teléfono en un inglés de asperezas eslavas. Son 68 tiendas, repartidas entre 27 propietarios. Casi todas exhiben parte del género en vitrinas exteriores. La variedad de lo expuesto es inimaginable. Me llaman la atención, en particular, dos armas: una pistola y una metralleta. La primera es una Walther PPK de oro, en su caja. Es el modelo que utiliza James Bond, aunque la de este no tiene ninguna función decorativa: solo sirve para matar malos. (No obstante, el vendedor señala en la tarjeta identificativa que está en perfecto funcionamiento y certificada como arma de fuego). La segunda es una Thompson Submachine Gun, una de aquellas metralletas de tambor con la que los gángsteres de Chicago de los años 20 solventaban sus diferencias. Por su facilidad de uso, su crepitar característico y su eficacia probada, se la llamaba </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Chicago typewriter</i>, <i>Chicago piano</i> o, con precisión definitiva, <i>the Chopper</i>, </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">es decir, la tajadera. Esta, además de estar lista para llenar de almas el otro mundo, es de plata y luce en el escaparate con una sensualidad insólita, como un cuerpo desnudo. Observamos también, en casi todas las tiendas, muchas piezas que representan animales. Se entiende que muchos sean perros, caballos y ciervos, todos ellos muy propios de este país, y otros, como osos, elefantes o hipopótamos, propios de las colonias que cimentaron durante siglos su riqueza actual, </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">pero no dejan de sorprender las moscas o congrejos gigantescos que se proponen como maceteros o centros de mesa. ¿Quién querría tener una <i>drosophila melanogaster</i> a la vista cuando está desayunando? Algunos objetos son meras curiosidades, como unos cuernos de carnero, infinitamente retorcidos, con remates de plata, o un recipiente, también de </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">plata, para la botella de catsup Heinz: el contraste entre la exquisitez del continente y la vulgaridad del contenido es saludablemente posmoderna. Reparo asimismo en el lema de los anticuarios de Londres, inscrito en uno de los aparadores: </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>ars non habet inimicum nisi ignorantem</i>, "la ciencia no tiene más enemigo que el ignorante", que se me antoja un dicho algo agresivo para una asociación profesional tan reposada como la de los tratantes de antigüedades. Salimos de los <i>Silver Vaults</i>,</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> apabullados por la solidez </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">del lugar</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, en todos los sentidos, y con alguna angustia claustrofóbica, y remontamos Rosebery Avenue hasta Exmouth Market, una coqueto rincón comercial de la zona. Aquí vivió Joseph Grimaldi, el famoso payaso y mimo inglés del XIX, que actuaba asiduamente en el cercano teatro Saddler's Wells. Delante de la iglesia de Christo Liberator (una denominación sorprendente: a mí Cristo siempre me ha parecido </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>condemnator</i>: al nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte), vemos una barbería con el ingenioso nombre de Barber Streisand (aunque con el no menos chistoso precio de un corte de pelo normal: ¡26 libras!; aquí a uno le afeitan la cabeza y la cartera). Comemos en el Moro, un restaurante que se inspira en la cocina andaluza y norteafricana para ofrecer una carta peculiar. Al lado está el </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Morito, el bar y local de tapas que complementa la oferta del restaurante. En su luna vemos nada más y nada menos que el anuncio de una <i>calçotada</i>, con la que se pretende recrear <i>the spirit of Catalonia</i>, encarnado, se conoce, en los deliciosos cebollinos de Valls. Pero no sé si me convence: también Artur Mas y su causahabiente, Carles Puigdemont, pretenden vivificar ese espíritu sojuzgado por la tiranía de Madrid. Tr</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">as el almuerzo, cruzamos la recoleta Wilmington Square, cuyo tapiz verde contrasta con la circunspección grisácea de sus edificios, dejamos atrás el antiguo ayuntamiento de Finsbury, hoy convertido en teatro (una decisión coherente: la política y el teatro siempre han estado muy cerca), y seguimos por Rosebery Avenue hasta Saddler's Wells, donde cogemos el autobús de vuelta a casa. Solo tardaremos una hora en llegar.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-23991837736180640122016-01-19T20:05:00.000+00:002016-01-20T08:40:23.718+00:00Elemental, mi querido Watson<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Nunca he sido muy de Sherlock Holmes, y no sabría decir bien por qué. Quizá su personaje me resulte demasiado abigarrado, carente de la plausible aunque algo sórdida sencillez de un Philip Marlowe o de la ortodoxa entereza del padre Brown. Tantos gorros escoceses de cuadros, tantas pipas, tantos botellines de opio, tantas deducciones (no fiscales, sino lógicas) y tanto violín me cansan. De la saga de Holmes, que se extiende de 1887, cuando apareció <i>Estudio en escarlata</i>, a 1927, con <i>El archivo de Sherlock Holmes</i>, el personaje que más me interesa es James Moriarty (y su ayudante Sebastian Moran: significativamente, ambos apellidos empiezan por Mor-, una raíz que los vincula con la muerte, como Morticia Adams, como Mordor): el arquetipo de la perfidia, el villano pluscuamperfecto, la némesis de Holmes, pero eso no debería sorprender: a mí me fascinan los malos, no los héroes: estos están demasiado imbuidos de su bondad; aquellos son un repertorio mucho más persuasivo de las contradicciones y debilidades humanas. Roy Batty, el replicante de <i>Blade Runner, </i>le da un baño de complejidad e inteligencia </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y no solo en la escena final</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> al bobo de Harrison Ford (aunque, en la versión del director, puede que este también sea un replicante: algo ganaría entonces a mis ojos). Hannibal Lecter se merienda </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y nunca mejor dicho</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> a los chicos buenos del FBI en</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> <i>El silencio de los corderos</i>, y me gusta hasta cuando le está arrancando los menudillos a mordiscos a uno de los desgraciados policías que lo vigilan (quizá porque, justo antes de hacerlo, estaba leyendo poesía y escuchando las variaciones Goldberg). Me pasa lo mismo hasta en el mundo animal: siento escalofríos de placer cuando Scar, el león felón de <i>El rey León</i>, dice aquello de "¿L</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">a verdad? Ah, la verdad es tan relativa...". En suma, siempre me he sentido más cerca de Lucifer que de Jehová, quizá porque me pasé once años en un colegio de curas. Pero me he despistado: hablaba de Sherlock Holmes. Aunque, como decía, nunca haya sido un gran fan del detective inglés, debo reconocer que se trata de uno de los iconos de la literatura universal, y que ese es un mérito indiscutible de su autor, Arthur Conan Doyle. Quienquiera que sea capaz de alumbrar un personaje tan reconocible, que cale tan perdurablemente en la conciencia del público, </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">es digno de admiración. El éxito de Sherlock Holmes fue arrollador. Muy pronto se constituyeron clubs de admiradores y los lectores fieles se hicieron legión, en un fenómeno similar al que observamos en la actualidad con </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>La guerra de las galaxias</i> o <i>Harry Potter</i>: cada nueva entrega es saludada con una conmoción pública (y, hoy, mundial). De hecho, cuando, cansado de la esclavitud a que lo sometía tener que escribir sus aventuras, Doyle decide liquidar al detective en <i>El problema final</i>,</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> haciendo que se caiga con su archienemigo Moriarty (¡bien hecho, Morty!) por las cataratas de Reichenbach, en Suiza, casi se produjo una revuelta popular: los lectores lo inundaban de cartas reclamándole que lo resucitase </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y no pocos amenazándolo con sacarle los ojos o dedicándole esos depravados epítetos que todo inglés es capaz de proferir</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> y llevaban crespones negros por la calle para reivindicar la memoria de Sherlock; los periódicos también exigían que volviese; y los editores le reprochaban que hubiera matado a la gallina de los huevos de oro. Doyle respondió a tan abrumadora demanda y devolvió a Holmes a la vida diez años después, en </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>La casa deshabitada</i>, donde Watson, su compañero de fatigas, se reencuentra con él, envejecido y ahora dedicado a la bibliofilia. En realidad, le cuenta Holmes, por la catarata solo cayó Moriarty (descanse en paz), gracias a sus conocimientos de <i>bartitsu</i>,</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> un arte oriental de defensa personal muy en boga en la Inglaterra de aquel tiempo. (Así cualquiera: el pobre Morty no tenía nada que hacer). Él salió vivo, pero decidió mantenerse escondido para que no lo atraparan sus secuaces, que, como era lógico (y sabiendo que había despeñado a su jefe, más), se la tenían jurada. La truculenta resolución de su desaparición dejó inmensamente satisfechos a los seguidores del sabueso, que continuaron disfrutando de sus peripecias hasta que la muerte de Doyle, en 1930, supuso el fin definitivo del personaje. La verdad es que la figura de Conan Doyle siempre me ha inspirado cierta melancolía: escribió más de sesenta libros (novelas históricas, de ciencia ficción, sobre Medicina y espiritualismo, entre muchos otros temas), pero solo fue reconocido por las historias de Sherlock Holmes, que le hicieron rico y </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>sir</i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, pero que él llegó a deplorar. Más aún: su propia figura se ha diluido en la del personaje. Por ejemplo, en Edimburgo, su ciudad natal, no hay ninguna efigie suya, pero sí una estatua de tamaño natural de Sherlock Holmes delante de donde estuvo su casa, demolida en los años 70 del siglo pasado. Y en Londres está abierta al público la casa de Sherlock Holmes, en el número 221b de Baker Street, visitada al cabo del año por miles de turistas, ingleses y extranjeros, mientras que casi nadie repara en la casa de Croydon en la que Doyle vivió tres años, entre 1891 y 1894, señalada por la correspondiente placa azul. Hoy, precisamente, aprovechando que nos hemos entrevistado con un contable que vive cerca (y que queremos que nos asesore sobre la forma de pagar menos impuestos en este país que nos asfixia fiscalmente), decido visitar la casa-museo de Sherlock en Baker Street. Siempre que había pasado por delante, había visto una cola enorme, parecida a la que suele formarse a la entrada de la abadía de Westminster. Hoy, en cambio, quizá por ser día laborable y temprano por la mañana, apenas hay nadie. Encuentro muchas pruebas, antes de llegar, de que este es el territorio de Sherlock Holmes: una estatua del personaje delante de la parada de metro de Baker Street y un hotel llamado Sherlock Holmes, por ejemplo. (Colega de aventuras fantásticas, por aquí también vivió H. G. Wells. Y, aprovechando el tirón de Holmes, al lado de la casa-museo se ha instalado una tienda dedicada a los Beatles). Encima de la puerta principal se ha colocado una placa azul de pega, como las que celebran la residencia de personajes famosos en todo Londres, en la que se lee: "Sherlock Holmes, consulting detective. 1881-1904". Cruzo el umbral </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">en la casa suena </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>El Danubio azul</i></span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">: ¿por qué?</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> y me golpea un intenso olor a perfume. Pero ese impacto, con ser fuerte, no es nada comparado con el del precio de entrada: 15 libras de vellón. Entenderé algo mejor el latrocinio cuando compruebe que en cada uno de los tres pisos del breve edificio hay un vigilante con frac (cuyo objetivo es tanto reproducir el vestuario de la época como, sobre todo, evitar que los visitantes roben nada). Porque hay muchísimo que robar: la casa está colmada de objetos. De hecho, esa es su principal virtud: haber reunido, en un espacio tan exiguo, tanta parafernalia victoriana, que imita o reproduce la que aparece en los cuentos y novelas de Holmes. En la biblioteca médica, por ejemplo </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">hay que </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">recordar que Watson es médico—, distingo un volumen encuadernado de <i>The Lancet</i> de 1894. La habilidad de los ingleses para esta suerte de homenajes se demuestra en los detalles: las velas están encendidas, en las jarras hay agua y </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">en las copas, un líquido oscuro que bien podría ser jerez. Hasta en los calendarios se hace constar el día de hoy. Veo un busto en bronce de Sherlock: se parece mucho a Peter Cushing. Los objetos utilizados en sus novelas se despliegan en todos los pisos: un fetiche vudú, de </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>El pabellón Wisteria</i>; un revólver <i>bulldog</i>, oculto en la Biblia del reverendo Williamson, de <i>El ciclista solitario</i>; el dedo cortado del Sr. Victor Hatherley, de <i>El dedo pulgar del ingeniero</i>; y, lo que más me gusta, la cabeza disecada del sabueso de los Baskerville, un perrazo negro y terrorífico, muerto, como indica una placa, el 19 de octubre de 1888, y embalsamado por S. Waysland & Son Ltd. Naturalists, cuyos servicios se publicitan así: <i>Animals stuffed in the most approved style</i> </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">(</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">los ingleses no se olvidan de promover sus negocios ni en estas luctuosas actividades). </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">En el piso superior se acumulan muñecos y escenas que reproducen momentos destacados de las aventuras de Sherlock. Me llama la atención la de Sherlock y Watson descubriendo a Braunton, el mayordomo (los mayordomos son siempre culpables), que descansa sobre el cofre del tesoro, de </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>El ritual de los Musgrave</i>. Tres japonesas se fotografían al lado del cuerpo tendido de Braunton, con profusión de risitas y <i>kanjis</i>.</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> (En otra habitación, uno puede retratarse con el gorro de Sherlock y el bombín de Watson). En un altillo está el cuarto de baño: tiene un búho disecado (no sé si por Waysland & Son) y un váter de cerámica, con grabados de flores. Cuando salgo, me entero de que esta casa se construyó en 1815, y de que fue una pensión desde 1860 hasta 1934. Luego estuvo cerrada, hasta que la compró la Sociedad Internacional de Sherlock Holmes para convertirla en la casa-museo que hoy es, inaugurada en 1990. Aunque está catalogada como monumento arquitectónico e histórico por el gobierno de su Majestad, es solo una pequeña casa victoriana, cuyo interés se limita a los devotos del famoso detective. Quizá porque yo no lo soy, salgo de ella ligeramente decepcionado. Para animarme, me cuento a mí mismo un chiste sobre Sherlock Holmes: "¿Cuál es su queso favorito, Holmes?", le pregunta Watson. "El emmental, mi querido Watson", responde el detective.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-73827637065307126882016-01-17T10:37:00.001+00:002016-01-18T08:58:17.659+00:00Un hombre espera<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Que un hombre espere es algo muy característico de la literatura de Álex Chico. Sus poemas suelen reflejar a alguien que observa a solas el mundo: desde una habitación, por una ventana, o desde un mirador: cualquier lugar que permita un acceso contemplativo a la totalidad. Por eso Chico es también un viajero: el viaje es otra forma de mirar, o, si se quiere, <i>la </i>forma de mirar: en tránsito, pleno de incertidumbre que quiere convertirse en asombro, sin conocer el destino y habiendo olvidado el origen. No hay contradicción entre la quietud del observador y el movimiento del aventurero: ambos son, en el caso de Álex Chico, los extremos idempotentes de una misma actitud: la del estoico inquisitivo, la del hombre que se hunde en el lugar que ocupa en el mundo para entenderse a sí mismo y al mundo. (Consecuentemente, Jordi Doce ha escrito que "caminar por las calles vacías no es muy distinto de quedarse tumbado en una cama esperando que amanezca"). Pero <i>Un hombre espera</i> es también el título de su último libro: una <i>nouvelle</i>, o novela corta, en el sentido clásico</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> del término, pero también un ensayo ficción, como él mismo lo denomina, publicado en el modesto pero pugnaz sello barcelonés patrocinado por los entusiastas Andreu Navarra y Arthur Kelvin Calvet, Libros En Su Tinta. El ensayo ficción es al ensayo lo que la ciencia ficción a la ciencia: el escritor se ampara en realidades empíricas para fabular otras, verosímiles pero inciertas. (Agustín Fernández Mallo ha señalado que toda ciencia en ficción; todo ensayo probablemente también lo sea). Álex Chico ya ha practicado este género reciente, y aún poco explorado, en otras ocasiones, como en el largo artículo "Posibilidad de una isla", publicado en el número de noviembre de 2015 de la revista <i>Quimera</i>, en el que relata su visita a Malta y cita a varios autores españoles que han hablado de la isla en sus obras: Eduardo Moga, José Ángel Cilleruelo, Agustín Calvo Galán y Jesús Aguado, con el que, por si fuera poco, se encuentra en el restaurante Churchill, en Xlendi, en la isla de Gozo. (De mí recoge algunos versos de <i>Las horas y los labios</i>, "cuyo origen", dice, "se encuentra en una visita del autor a Malta: buena parte de los poemas de ese libro surgen de sus paseos por La Valeta, [...] siguiendo ese trazado geométrico que vertebra la concurrida Triq ir-Reppublika". Y añade: "Tiempo después he sabido que ambos nos habíamos alojado en el mismo hotel, el Osborne, entre las calles M. A. Vasalli y South St., cerca de la zona en la que, a pesar de sucesivas prohibiciones, algunos caballeros se seguían batiendo en duelo. Quizás, puestos a especular, mi habitación es la misma en la que escribió, diez años atrás, un fragmento del poema XIX: 'Vivo, ahora, en una isla. La mesa es una isla. Ojalá la eternidad fuera esto: una isla sin mar, un periódico abierto, los objetos rendidos a la mano'". No adveraré estas afirmaciones; solo diré que son precisas y plausibles). En <i>Un hombre espera</i>, el protagonista llega a París para investigar los lugares que conoció el escritor placentino José Antonio Gabriel y Galán, que residió en la capital francesa entre 1963 y 1966, y murió prematuramente, en 1993, a los 53 años. El protagonista, en breves capítulos, deambula por el barrio de Montparnasse, en el que vivió Gabriel y Galán, como un nuevo y melancólico <i>flâneur</i>, y relata cuanto ve y, sobre todo, cuanto eso que ve le lleva a pensar, recordar o imaginar. Por eso José Ángel Cilleruelo, prologuista del libro, ha señalado con lucidez que "el tema medular de este libro es la construcción significativa del lugar". Y tiene sentido que el autor de <i>Maleza </i>diga algo así, porque él mismo se ha caracterizado por hacer del espacio </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y no del tiempo</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> el núcleo existencial de su literatura. Lo que el narrador de <i>Un hombre espera </i>divisa o atisba lo proyecta, y al lector con él, a un territorio híbrido, en el que lo vivido y lo leído, lo evocado y lo anticipado, lo que se sabe y lo que se intuye, se mezclan espectralmente, pero sin perder el pulso narrativo ni una dolorosa nitidez. La historia del famoso barrio de los artistas a principios de siglo XX </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">cuya llama, no obstante, se apagó después de la Segunda Guerra Mundial: "Se había quedado sin alma", dice Patrick Modiano y transcribe Chico. "Ya no había en él ni talento ni corazón"</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> se alía con la descripción de sus calles, cafés, cines y librerías, sus rincones anodinos y sus personajes insólitos, uno de los cuales es el propio narrador, que inyecta curiosidad y melancolía a sus palabras, y que sobrevive a la soledad flotando en una nube de tibieza. La prosa con la que Álex Chico narra esta aventura tenue y obsesiva es tan funcional como elegante, una conjunción, si no extraña, sí, al menos, más infrecuente </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">en nuestras letras </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">de lo que sería deseable. Prevalece en todo momento una contención asimismo característica de su poesía: un no soltar las riendas, que pretende someter el encabritamiento del entusiasmo </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">que, como observó Pessoa, es siempre una grosería</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> al tranco mesurado de la comprensión, o de la incomprensión. Más allá de la fluidez con la que está escrito el libro </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">que condice con el propio dinamismo del narrador, cuyo trajín por París nunca se detiene</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, de la ironía que tiñe a veces, con sutileza, lo contado, y de las ventanas </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—los </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">excursos</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> que se abren, fértil, luminosamente, en el edificio de la narración, <i>Un hombre que espera</i> se me ha hecho especialmente próximo como lector por una serie de coincidencias o vínculos que no puedo dejar de señalar. Para empezar, Álex me ha hecho el honor de que una cita mía encabece el libro: "A todo asisto como si me ensanchara". Es un verso del poema IX de </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Unánime fuego</i>, un conjunto de poemas en prosa eróticos que publiqué en Lisboa en 1999 y luego, en segunda edición, en la colección de poesía de la Galería de Arte Luis Burgos-Siglo XXI, de Madrid. Al final del capítulo 13 de <i>Un hombre espera</i>, Chico prolonga —y enriquece— ese verso: "En eso consiste en el fondo la escritura, en estar atento. (...) no concibo la literatura si no nace de esa premisa. Hablo de la capacidad de rasgar lo suficiente como para no quedarnos en la mera superficie. Las conexiones, dejó escrito Henry James, se ensanchan sin cesar. Son una cadena que se extiende sin fin, hasta el mismo fondo de nuestras posibilidades vitales". Por otra parte, la figura de José Antonio Gabriel y Galán me resulta familiar y estimable por su meritoria traducción del <i>Anábasis</i> de Saint-John Perse, uno de mis poetas favoritos, que publicó en Visor (y cuyas versiones y prólogo he utilizado varias veces para hablar de Perse y la poesía épica). En tercer lugar, el protagonista de <i>Un hombre esper</i>a visita el cementerio de Montparnasse y cita el célebre verso de César Vallejo, enterrado en él: "se trata de morir en un París con aguacero, como Vallejo". También yo he hablado de esa tumba y de ese verso, esta vez en <i>Bajo la piel, los días</i>, donde transcribo el soneto entero del peruano, "Piedra negra sobre una piedra blanca": "Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro-/ talvez un jueves, como es hoy de otoño...". Por último, otro lugar común: el parque de Luxemburgo, "con sus jugadores, deportistas y paseantes —dice Chico—, con sus sillas incómodas y su botánica geométrica, [en el que] se situaba el convento de Vauvert, donde residió Ramon Llull y donde pudo escribir algunos fragmentos de su <i>Llibre d'Evast i Blanquerna</i>. Cada vez que cruzo el Luxemburgo me viene a la mente un verso de Calveyra...". En otro poema de <i>Bajo la piel, los días</i> hablo asimismo del parque, de Llull, del <i>Llibre de Evast i Blanquera</i> y de Arnaldo Calveyra, autor de <i>El hombre del Luxemburgo</i>,<i> </i>uno de los grandes poetas en español de la segunda mitad del siglo XX, fallecido hoy hace exactamente un año. Todo esto no dice sino que la literatura, como las ciudades, como las personas, es un manojo potencialmente infinito de causas y efectos, de eslabones que se suceden, de nexos pensados o impensados, de afinidades y ecos: de todo eso que, junto, hace de un libro algo palpitante y persuasivo, como palpitante y persuasivo es este <i>Un hombre espera</i>.</span></div>
<!--StartFragment--><!--EndFragment-->eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-71865993439383153302016-01-13T12:10:00.000+00:002016-01-14T12:04:13.165+00:00La abadía de Westminster<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Queremos visitar hoy Banqueting House, uno de los pocos monumentos de Whitehall que nos falta por conocer. Pero, al llegar, comprobamos con desilusión que el edificio está cerrado por obras. En Londres, como en todas las grandes ciudades, siempre hay obras. Lo extraño es que en la página web que hemos consultado para verificar los horarios no se diga nada sobre el cierre. Como estamos muy cerca de la abadía de Westminster, otro lugar en el que aún no hemos puesto el pie, decidimos probar suerte allí. Al pasar, en el autobús, he comprobado con asombro que la cola para entrar no es soviética, como acostumbra, sino muy moderada: apenas unas docenas de personas. Y ni siquiera llueve. Cuando llegamos a la entrada del templo, nos recibe un concierto de campanas. No sabemos por qué repican, pero lo hacen con armonía y decisión. Ángeles me confiesa que al principio las campanas siempre suenan bien, pero que, si duran demasiado, acaban levantándote dolor de cabeza. A ella le pasa en el hospital, que recibe el frenesí campanil de la iglesia de San Lucas, tan airosa como pertinaz. Antes de cruzar la puerta de la abadía, una cajita reclama que dejemos en ella los chicles, y, en efecto, por la ranura asoma una pasta informe de goma de mascar, de todos los colores y se diría que de todos los tiempos: alguna parece haber sido masticada por Eduardo el Confesor. La idea está bien, pero deberían vaciar la caja más a menudo. Sobrecoge el precio de la entrada: 20 libras por cabeza, pero a uno se le mitiga la indignación cuando se entera de que, contra todo pronóstico, la abadía no recibe ninguna ayuda ni de la Iglesia de Inglaterra, ni de la Corona, ni del Estado: sobrevive solo con lo que dejan sus visitantes. Y mantener esto es mucho sobrevivir. El tique te da derecho a un breve folleto con la información esencial sobre la abadía y a una eficaz audioguía. Al saber que somos españoles, el voluntario que nos los da, ataviado con una túnica roja, nos pide perdón por el clima. La abadía de Westminster impresiona por sus hechuras: es una iglesia, pero tiene el tamaño de una catedral. Su altura es imponente. Sus orígenes se remontan a un santuario que se cree los monjes benedictinos erigieron en 616 en Thorney Island </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">entonces esto era una isla</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, dedicado a San Pedro, cuya visión un pescador del Támesis decía haber tenido en ese lugar. La abadía histórica se construyó después en estilo románico y, por fin, entre 1245 y 1517, en estilo gótico. Esta es la que hoy sobrevive, aunque conserva restos de la anterior, como dos frescos de hace 700 años </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">ajados, pero que retienen todavía sus colores</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> en el rincón de los poetas. Pero Westminster no es solo un templo anglicano, sino también una institución de la monarquía y el panteón nacional. Aquí se han coronado todos los reyes ingleses desde Guillermo el Conquistador, en 1066, con tres excepciones: Juana I, que solo reinó nueve días en 1553; Eduardo V, que lo hizo ochenta y seis en 1483; y Eduardo VIII, el calavera que abdicó para casarse con la alegre</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> divorciada Wallis Simpson. A los dos primeros no les dio tiempo, pues, a ceñir aquí la corona, y el tercero estaba demasiado ocupado en sus trajines de cama como para hacerlo. La coronación se hace en la silla de San Eduardo, también llamada silla de la coronación, lo que no sorprende demasiado. Se trata de un gran escaño de madera de roble, construido hacia 1300, que en sus tiempos estaba pintado y revestido de oro, con gran pompa y circunstancia, pero que los siglos, el uso, las revoluciones, las guerras y, en definitiva, la desacralización humana han convertido en algo que, por su aspecto, podría venderse en el mercado de Portobello. En particular, los turistas, peregrinos, monaguillos y niños del coro lo han llenado de grafitis. Como no nos permiten acercarnos a verla </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">está a cierta distancia, resguardada por un cristal de seguridad</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, no podemos comprobar lo que dicen estos garabatos seculares, aunque dudo de que puedan compararse a los que encontramos en la puerta de un retrete de carretera. Pero nunca se sabe. Esta es la silla en la que el logopeda Logue se sienta, despatarrado, mientras intenta convencer al futuro rey, tartamudo, de que no va tener ningún problema en la ceremonia, en la hilarante escena de </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>El discurso del rey</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">. El monarca se escandaliza por la irreverencia de Logue, y este se limita a recordarle que es solo una silla, llena de tatuajes y asentada en una piedra </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">el </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>scone </i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">de Escocia, que ya no está: fue devuelto en 1996 a los escoceses</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">. Otra función, no menor, de la abadía de Westminster es servir como gran panteón nacional. Aquí están enterrados, no solo numerosos reyes y reinas de Inglaterra, Irlanda y Escocia, sino también lo mejor de la inteligencia y el arte nacionales. De hecho, la abadía es un gran mausoleo mundial: quienes descansan en ella han contribuido significativamente al pensamiento, la historia y la literatura de la humanidad. El hecho de que también se entierre aquí a las esposas de los reyes permite que España esté representada entre sus muros: localizamos la tumba de Leonor de Castilla, mujer de Eduardo I </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Longshanks</i>, el pérfido rey inglés de <i>Braveheart</i>,</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> a la que compadecemos, si su augusto marido la trataba como trataba a su hijo (o, peor aún, a los amantes de su hijo), y sendas placas conmemorativas de Berenguela de Navarra, esposa nada menos que de Ricardo Corazón de León (que, pese a ello, no pisó nunca suelo inglés), y Catalina de Aragón, primera esposa del promiscuo Enrique VIII. Pero, además de testas coronadas y una nómina interminable de aristócratas y prelados, aquí yacen Winston Churchill y casi todos los primeros ministros de los siglos XIX y XX, Charles Darwin, David Livingstone, Henry Purcell, Isaac Newton, William Turner, Edmund Halley (el del cometa), James Cook y el soldado desconocido, rodeado de amapolas. Los escritores son, después de reyes y nobles, los que más nombres aportan a este grandioso túmulo. En el rincón de los poetas está enterrado, o goza de una placa conmemorativa, lo mejor de las letras inglesas. Lo inauguró Geoffrey Chaucer, en 1400, aunque no se retomó la práctica de inhumar aquí a los escritores famosos hasta un siglo y medio después. Vemos los nombres, entre otros, de Dryden, Longfellow, Browning, Auden, George Eliot, Dylan Thomas, Henry James, Tennyson, Lord Byron, D. H. Lawrence, Ted Hugues, T. S. Eliot, Ben Johnson, el doctor Johnson, Kipling, Wordsworth y los poetas lakistas, Owen y los poetas de la guerra, Dickens y, por supuesto, Shakespeare, con estatua propia. Mientras lo hacemos, la audioguía nos recuerda que nos encontramos en un lugar sagrado y nos anima a orar en la nave. Declino mentalmente la invitación </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">mi religión me prohíbe rezar</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> y sigo contemplando está espléndida, aunque luctuosa, celebración de la literatura, que no tiene parangón en ningún otro lugar del mundo. Distinguimos entre los escritores a algunos que no lo son, pero que guardan una relación suficiente con el mundo del arte como para merecer el honor de estar aquí: el actor Laurence Olivier, por ejemplo, o el músico Friedriech Händel, que, además, ni siquiera era inglés, sino alemán. También este tiene estatua, en la que aparece gordo, como al parecer era, y sosteniendo una partitura con la primera frase del </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Mesías</i>:<i> I know that my redeemer liveth... </i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">No obstante, el grupo escultórico más impresionante de la abadía es el de lady Elizabeth Nightingale, situado en la capilla de San Miguel, en el que el horrible esqueleto de la muerte surge de las profundidades para alancear a Elizabeth, sostenida y protegida por su marido, Joseph Gascoigne. El amor de este, no obstante, no pudo evitar el golpe mortal: Elizabeth falleció en el parto de su hija, provocado por una violenta tormenta, con gran aparato eléctrico, a los 27 años. La abadía de Westminster produce una inevitable sensación de amontonamiento y, quizá, de agobio: todo se apila aquí, tras un milenio de historia, hasta el exceso: coros, órganos, lámparas, tumbas, iconos, vidrieras, lápidas, altares, mármoles, estandartes, esculturas, verjas, banderas, cruces, cepillos, escudos de armas, exvotos, columnas, pináculos, capillas, gárgolas, pebeteros, eclesiásticos y turistas. Salvo hacia lo alto, con los techos altísimos, apenas se puede admirar nada con perspectiva. De uno de ellos cuelga, sobre el altar mayor y sus inverosímiles mármoles de Cosmati, hasta casi rozarlos, una araña que oscila leve pero interminablemente, como un péndulo de Foucault. No dejamos de visitar la capilla de Enrique VII, la </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Lady chapel</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, o capilla de Nuestra Señora, dedicada a la Virgen María, con sus fastuosos techos de gótico florido, labrados en piedra, aunque levantar la vista para observarlos suponga el peligro de que te arrolle alguno de las decenas de turistas que también los están mirando sin reparar por dónde van. Hacia mediodía, la megafonía del templo pide silencio para pronunciar una oración. La oración me sigue persiguiendo, pero yo vuelvo a darle esquinazo. Salimos de la nave de la abadía para visitar el claustro y la sala capitular, muy luminosa, y que conserva pinturas y suelos medievales, a cuya entrada contemplamos la que se anuncia como la puerta más antigua de Inglaterra, fechada en 1050. Parece continuar en buen uso, aunque no sabemos a qué da paso. Otra puerta singular es la de la Pyx Chamber, que fue durante muchos siglos la caja fuerte de la abadía, donde se conservaba, por ejemplo, la moneda patrón que servía para aquilatar las que circulaban en el reino. Esa puerta, o más bien portón, es doble y tiene seis cerrojos con aspecto de haber sobrevivido al diluvio universal. Para abrirla haría falta un elefante. Llegamos, por fin, al </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>little cloister</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, o claustro pequeño, en la zona del recinto de la abadía donde residen sus trabajadores. Por eso no se puede ir más allá. Por encima de la fuente y el césped verdísimo de su centro, asoma una de las torres del Parlamento. Luego, algo cansados de tanta historia y tanta grandeza, salimos al cielo gris de Londres, zarandeado por un nuevo concierto de campanas.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-84553636776877018182016-01-10T13:34:00.000+00:002016-01-10T13:40:01.501+00:00Una agenda de Shakespeare y el discurso del día de San Crispín<div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Muchos dicen que, con los calendarios digitales y demás herramientas de Internet, las agendas de mesa se han quedado anticuadas. Es muy posible. Cuando trabajaba en la Administración, los últimos días de cada diciembre nos llegaba a todos los jefes un taco plastificado que contenía las hojas del calendario del nuevo año, y que nosotros debíamos colocar en el soporte de plástico y anillas que sobrevivía, exangüe, en el escritorio. Hace algunos años ya, el taco dejó de llegar. Había que ahorrar, dijeron, y las funciones de la agenda de mesa podían ser realizadas por medios informáticos. Imagino que la Generalidad engrosó sobremanera sus arcas con tan gran ejemplo de austeridad, pero yo me sentí empobrecido. Hay, no obstante, una manera de hacer que las agendas sobrevivan: convertirlas en libros. Así lo ha hecho Vaso Roto Ediciones, que ha publicado una hermosa agenda para 2016, conmemorativa del 400º aniversario de la muerte de William Shakespeare. 2016 va a ser el año de Shakespeare, como el 2014 lo fue de la Primera Guerra Mundial y el 2015, de Winston Churchill. (En España celebraremos también el 400º aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. Como se sabe, Shakespeare y Cervantes murieron en la misma fecha, el 23 de abril de 1616, pero no en el mismo día, porque porque España e Inglaterra se regían entonces por calendarios diferentes: nosotros, por el gregoriano, y los ingleses, por el juliano. El 23 de abril del calendario juliano correspondía a nuestro 3 de mayo. De hecho, si somos estrictos, ni siquiera coincidieron en la fecha de fallecimiento, porque Cervantes murió el 22 de abril; el 23 lo enterraron). La agenda de Vaso Roto luce en la portada el célebre retrato póstumo de Shakespeare, hecho por el grabador inglés Martin Droeshout, que apareció como frontispicio de la edición del Primer Folio de 1623. En el interior, cada mes viene precedido por un fragmento de una obra de Shakespeare y su traducción al castellano. Las doce traducciones se las reparten seis poetas españoles (Andrés Catalán, Luis Alberto de Cuenca, Jordi Doce, Julián Jiménez Heffernan, Antonio Rivero Taravillo y yo mismo) y seis mexicanos (Jeannette L. Clariond, Elsa Cross, Pura López Colomé, Tedi López Mills, José Luis Rivas y Julio Trujillo). El fragmento que yo decidí aportar al volumen, y que se ha hecho corresponder al mes de octubre, es el famoso "discurso del día San Crispín", contenido en el acto IV, escena III, de <i>Enrique V</i>. La obra, escrita en 1599, se estrenó en la Corte en 1605, aunque una tradición imposible de verificar dice que fue la primera que se interpretó en el recién inaugurado <i>The Globe</i>, y se incluyó en el Primer Folio. El discurso del día de San Crispín reproduce la arenga que el rey Enrique dirige a sus tropas antes de la batalla de Azincourt, uno de los más memorables hechos de armas de la siempre ajetreada historia militar inglesa. En 1415, durante la Guerra de los Cien Años, se enfrentaron en el pueblo así llamado, en el norte de Francia, el ejército capitaneado por Enrique V de Inglaterra y los caballeros franceses, al mando de Juan le Maingre, Carlos de Albret y David de Rambures. Las tropas galas doblaban a las inglesas en número, pero estas compensaban la inferioridad numérica con una hueste aguerrida, bien pertrechada, y, sobre todo, armada con los famosos </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">y letales</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>long bows,</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> los arcos largos, con los que se podía abatir a un caballero provisto de armadura pesada a 200 metros. Este fue, de hecho, otro de los factores que jugaron a favor de los ingleses: las armaduras, un verdadero lastre para los franceses; aquellos, ligeros de peso, se movieron con agilidad por entre los enemigos, liquidándolos con alegría y ferocidad. Para ello fueron fundamentales también las lluvias que habían caído en la zona y convertido el campo de batalla en un barrizal. En el fango, los caballería francesa no podía cargar y los infantes apenas podían moverse, y los comandantes galos empeoraron las cosas al ordenar un ataque frontal contra las sólidas posiciones inglesas, erizadas de estacas. Las flechas de los arcos largos barrieron la vanguardia flordelisada y la infantería que la seguía chocó con los caídos y se quedó atrapada en el barro, en una horrible mezcolanza con caballos, jinetes y soldados agonizantes o muertos. Los ingleses, tras obsequiar a sus enemigos con una lluvia de virotes, se dedicaron a despacharlos al otro mundo clavándoles espadas y misericordias por las cotas de malla o las aberturas de las corazas. La victoria de Enrique V fue total. Para los franceses, se trató de </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>une journée malheureuse</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">; para los ingleses, de un día de gloria. En el campo quedaron entre 6 000 y 10 000 cadáveres, de los cuales solo poco más de cien eran ingleses. Estos hicieron también un millar de prisioneros, aunque el tratamiento que les dieron destiñe la hazaña de aquella jornada y la acerca mucho al crimen de guerra. Concluido el enfrentamiento, algunos señores de la zona y combatientes franceses atacaron y saquearon el campamento de Enrique, en la retaguardia, mataron a los pajes y al personal auxiliar, y se llevaron las joyas del rey. Este, furioso, en represalia, ordenó pasar por las armas a todos los prisioneros. Y así se hizo: más de mil </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">excepto algunos altos señores, como los duques de Orleans y de Borgoña, para los que los nobles ingleses pidieron clemencia</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> fueron ejecutados a golpes de hacha. De este tenebroso incidente el cuco de Shakespeare apenas hace una mención </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>en passant</i>, y nunca mejor dicho, en el acto IV, escena VI, de <i>Enrique V</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">: "... que cada cual mate a sus prisioneros", ordena el rey. Su discurso del día de San Crispín, en cambio, se extiende de los versos 21 al 69 de la escena III, y promueve una visión heroica de los ingleses. Hay varias versiones cinematográficas de la arenga, la última de las cuales, de Kenneth Brannagh, ha sido muy celebrada. Y a mí siempre me ha recordado a las palabras de Enrique la respuesta que da Matt Damon, en su papel del soldado Ryan, a quienes han ido a buscarlo y le piden que se retire con ellos a retaguardia, en </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Salvar al soldado Ryan</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">: sus hermanos han muerto, y sus hermanos son ahora sus compañeros de puesto; ante la fuerza alemana que se aproxima, muy superior en número, abandonarlos sería peor que morir. </span><br />
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"><br /></span></div>
<div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Esta es mi traducción del discurso del día de San Crispín:</span><br />
<i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: x-large;"><i><br /></i></i>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>ENRIQUE: (...) No, buen primo:</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i><i>
</i></i></span></div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>
</i></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>si hoy quiere el destino que muramos, nuestra pérdida</i></span></div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>
<div style="text-align: justify;">
bastará a nuestro país; y si prefiere que vivamos,</div>
<div style="text-align: justify;">
cuantos menos seamos, a mayor gloria tocaremos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por Dios, no quieras un hombre más, te lo ruego.</div>
<div style="text-align: justify;">
No codicio enriquecerme, por Júpiter,</div>
<div style="text-align: justify;">
ni me importa quién se alimente a mi costa,</div>
<div style="text-align: justify;">
ni quién vista como yo. </div>
<div style="text-align: justify;">
Los asuntos mundanos no ocupan mis deseos.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pero, si es un pecado codiciar el honor, </div>
<div style="text-align: justify;">
soy la más pecadora alma viva.</div>
<div style="text-align: justify;">
A fe mía, primo, no quieras un solo inglés más.</div>
<div style="text-align: justify;">
Si lo compartiera con otro hombre, con uno solo,</div>
<div style="text-align: justify;">
no sería tan grande el honor; y por nada del mundo</div>
<div style="text-align: justify;">
deseo perderlo. Oh, no quieras uno solo más.</div>
<div style="text-align: justify;">
Antes bien, haz saber a mis huestes, Westmoreland,</div>
<div style="text-align: justify;">
que quien no tenga estómago para arrostrar la lucha,</div>
<div style="text-align: justify;">
es libre de irse: se le extenderá un salvoconducto</div>
<div style="text-align: justify;">
y se le pondrán algunas coronas en la bolsa para el viaje:</div>
<div style="text-align: justify;">
no queremos morir en compañía de un hombre</div>
<div style="text-align: justify;">
que teme morir en nuestra compañía.</div>
<div style="text-align: justify;">
Hoy es el día de San Crispín.</div>
<div style="text-align: justify;">
El que sobreviva a este día y vuelva a casa sano y salvo,</div>
<div style="text-align: justify;">
se alzará siempre que se mencione esta fecha</div>
<div style="text-align: justify;">
y se crecerá ante el nombre de San Crispiniano.</div>
<div style="text-align: justify;">
El que vea este día y llegue a viejo, </div>
<div style="text-align: justify;">
todos los años, la víspera de la fiesta, invitará a sus vecinos</div>
<div style="text-align: justify;">
y dirá: «Mañana es San Crispiniano».</div>
<div style="text-align: justify;">
Entonces se remangará y les enseñará las cicatrices.</div>
<div style="text-align: justify;">
Los viejos olvidan, pero incluso quien lo haya olvidado todo</div>
<div style="text-align: justify;">
recordará, con ventaja, las proezas cumplidas ese día.</div>
<div style="text-align: justify;">
Y también nuestros nombres, que resultarán tan familiares [en sus labios</div>
<div style="text-align: justify;">
como palabras que se dicen en casa, </div>
<div style="text-align: justify;">
el rey Enrique, Bedford y Exeter,</div>
<div style="text-align: justify;">
Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester,</div>
<div style="text-align: justify;">
serán recordados, entre copas rebosantes.</div>
<div style="text-align: justify;">
Esta historia les contará la buena gente a sus hijos,</div>
<div style="text-align: justify;">
y nunca pasará el día de San Crispín y San Crispiniano,</div>
<div style="text-align: justify;">
desde hoy hasta el fin del mundo,</div>
<div style="text-align: justify;">
sin que se nos recuerde por él,</div>
</i></span></div>
<div>
<div>
<i><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">a nosotros, tan pocos, felices, aunque seamos tan pocos: una [banda de </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">hermanos.</span></i><br />
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Porque el que derrame hoy su sangre conmigo,</i></span></div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>
</i></span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>será mi hermano: por vil que sea, </i></span></div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>
<div style="text-align: justify;">
este día ennoblecerá su condición,</div>
<div style="text-align: justify;">
y los caballeros que ahora están en la cama, en Inglaterra,</div>
<div style="text-align: justify;">
considerarán una maldición no haber estado aquí,</div>
<div style="text-align: justify;">
y en poco tendrán su hombría cuando alguien diga</div>
<div style="text-align: justify;">
que ha luchado con nosotros el día de San Crispín.</div>
</i></span><i><br /></i>
</div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-23130330487985684292016-01-07T10:11:00.001+00:002016-01-07T10:12:36.369+00:00Regresar, otra vez<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Volver a Londres supone dos cosas contradictorias: reencontrarme con los espacios familiares, conocidos, hollados mil veces, de los que se compone la cotidianidad; y, al mismo tiempo, experimentar de nuevo la inagotable multiplicidad del paisaje humano, que en esta ciudad no parece tener límites. Regresamos anteayer, en la noche de Reyes. No sé si hacerlo fue un regalo o un montón de carbón. Los hados no fueron propicios: nos equivocamos de tren en Gatwick y acabamos en Farringdon, más allá de Blackfriars, es decir, en el séptimo u octavo pino. Llegar a casa supuso hacer dos transbordos de metro y coger un autobús. Ayer volví a recorrer el trayecto que hago casi cada tarde, de Alexandra Avenue al hospital de Ángeles: de todos los infinitos caminos que uno puede hacer en Londres, ese es el mío, el que siempre ofrece las mismas etapas, el que podría cubrir con los ojos cerrados: la casa roja, vagamente morisca, de la esquina de la calle; la verja de entrada a Battersea Park; los jardines tropicales; el estanque en el que graznan los cisnes; las praderas donde se juega a fútbol y a críquet; los paseantes con perros; la caseta del guarda; el puente de Alberto, con su anuncio de que las tropas en formación que quieran cruzarlo han de romper el paso; el Támesis y sus rascacielos ribereños; la central eléctrica de Battersea, en acelerada transformación en zona residencial y de negocios (andamios gigantescos y grúas, grúas, grúas); el principio de Cheyne Walk, con su estatua de un delfín a cuya aleta dorsal se aferra un nadador, y Oakley Street; la placa azul que indica que en una de estas casas vivió el explorador Scott; la sucesión de fachadas victorianas, porticadas y blancas; la intersección con King's Road y su tráfico montuoso; el supermercado del indio donde compro <i>El País</i>; una calle que se llama Manresa Road (y que es la sexta más cara de toda Inglaterra: comprar aquí una casa cuesta, por término medio, casi siete millones de libras); el cuartel de bomberos de Chelsea; el pequeño parque de Dovehouse Green, con sus tumbas y sus obeliscos; y, por fin, el Royal Brompton, en cuyo vestíbulo, que huele a moqueta y a asepsia, espero a Ángeles. Pero, junto con estos jalones inamovibles, reparo en todo lo que cambia, en todo lo que sigue sorprendiéndome. Me cruzo con una chica con el pelo violeta, que se ha tatuado algo en el mentón, como una maorí. Luego con un joven en camiseta: estamos a pocos grados sobre cero, pero el hombre no parece sufrir, antes bien, sonríe como si estuviera de parranda por Torremolinos. Bajo el porche de los bomberos, duermen los mendigos. Pero no lo hacen sobre el duro suelo: todos han dispuesto alguna suerte de colchón, y se rodean de sus roñosas pertenencias, que suelen ser muchas. Los indigentes, hechos a resistir el despiadado clima inglés, saben que han de parapetarse en cartones, y sacos de dormir, y cuanto posean, si quieren sobrevivir, y los rincones que ocupan suelen parecerse mucho a campamentos. Una negra, arrebujada en un edredón agujereado, teclea en el móvil y sonríe. Quizá hoy no haya comido, pero no deja de escribir. A lo mejor hasta tiene facebook y twitter. Por delante de ella pasan los vecinos de Sloane Square, los deportivos de los árabes y los Bentleys del barrio (los Bentleys son los Rolls de los millonarios pobres). Cuando ya he recogido a Ángeles, por King's Road nos cruzamos con un autobús de dos pisos cuyo lateral luce un enorme anuncio de Rafa Nadal en calzoncillos. (El anuncio es de los calzoncillos, no de Nadal). Los abdominales que exhibe el tenista son inhumanos. Solo conozco otros mejores: los de José María Aznar. Rafa sonríe. No me extraña: con ese cuerpo, cualquiera estaría contento. Nos sentamos en una de nuestras cafeterías a tomar algo. Carlos no está. Carlos es el camarero valenciano que siempre nos atiende. Ha estudiado ingeniería en España, pero aquí sirve tés. A nuestro lado charlan dos pijas. Una de ellas, la que tengo enfrente, es más alta que yo. No me extrañaría que fuese modelo: tiene una melena líquida y ni un solo pelo insubordinado; en el maquillaje, que le cubre la cara como la costra de azúcar de una crema catalana, no se aprecia ni un grumo ni una grieta; las uñas, lilas, se yerguen como alfileres. Coge la taza de té como si hacerlo la pusiera en peligro de contraer una enfermedad espantosa, y se la lleva a los labios con la unción de quien besa el anillo de un obispo. Pero es su inglés lo que revela su condición de pija pijísima, de pija hiperbólica, de pija vomitiva, de pija merecedora de una descarga de fusilería: un lenguaje de inflexiones asordinadas pero chirriantes, de sílabas arrastradas, de muletillas bobaliconas; y una parla que recae en ropa, festejos y hombres, por este orden. Habrá a quienes mujeres así les gusten (a juzgar por lo que cuenta de su vida social, que analiza con la minuciosidad de un entomólogo, pero con la idiocia de un tertuliano de televisión, son muchísimos), pero a mí me dan ganas de utilizar la recortada. Al volver a casa, nos cruzamos con un andaluz que le dice a alguien por el móvil que esta vez no ha podido traer jamón, pero sí un "salmoncito rico, rico", y luego con una pareja que habla un idioma que no reconocemos </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">hay tantos en Londres</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, y luego con otro indigente, muy joven, que nos pide algo sonriendo y al que Ángeles, con el corazón partido, no puede evitar dar algo, y luego cruzamos otra vez </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">han sido tantas ya</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> los jardines tropicales de Battersea Park, y vemos los cisnes, que sobrenadan en el estanque con elegancia, pero graznan con desarmonía, y la casa roja, vagamente morisca, de la esquina, y entramos en casa, convencidos de que estamos en un lugar conocido, nuestro, pero que nunca conoceremos ni será nuestro del todo.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-64201706591829219422016-01-04T10:43:00.001+00:002016-01-04T21:25:42.644+00:00Una cena con Aurelio Major y algunos amigos<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Aurelio Major me ha invitado a cenar esta noche en su casa con otros amigos del mundo literario barcelonés. Hay algo muy mexicano en esta hospitalidad poética, aunque se desarrolle en Barcelona: recuerdo haber participado en diversos desayunos, comidas y cenas </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">los agasajos se extienden a todas las horas del día</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> en las casas de otros escritores cuando estuve en México. Acudo a la cita con Jesús Aguado, que también ha sido invitado, y que me espera a la puerta de la casa de Aurelio, un noble edificio en el barrio de Gracia. No hace mucho que conozco a Aurelio, pero nuestra conexión ha sido feliz desde el principio. Ahora que tanta gente a nuestra alrededor quiere </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>desconectarse</i>, es un placer continuar estableciendo vínculos con personas de inquietudes similares. Aurelio ha seguido una trayectoria intelectual admirable: es editor, traductor, antólogo y, aunque él mantenga este último aspecto casi en secreto, poeta. Yo lo conocí hace algunos años ya, aunque todavía no personalmente, gracias a su espléndida traducción de <i>Briggsflatts y otros poemas</i>, </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">del inglés Basil Bunting. En aquel momento aún no sabía que citaría la poesía de Bunting </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">y, por lo tanto, el trabajo de Aurelio</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> en mi tesis doctoral, dedicada a un poeta español, Basilio Fernández, que había sido amigo de Bunting en Italia. Luego he disfrutado también de su antología de Edmund Wilson, el crítico estadounidense, autor del imprescindible </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>El castillo de Axel</i>. Y, por fin, me he atrevido a pedirle que prologara mi propia recopilación de reseñas y artículos críticos, <i>La disección de la rosa</i>, publicada recientemente por la Editora Regional de Extremadura, cosa que ha hecho con prontitud y amabilidad excesiva. Como era de esperar, el piso de Aurelio y su mujer, Valerie, dedicada asimismo a la literatura, y coeditora, con Aurelio, de la revista <i>Granta</i> en español, está lleno de libros. Pero me sorprende que estén tan ordenados, y no porque crea que sean personas desorganizadas, sino porque es muy difícil, para cualquiera, albergar una biblioteca de estas dimensiones sin que se desmande; yo, desde luego, apenas lo consigo. Pero Aurelio</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> me confiesa un truco: cada año hacen limpieza. Así mantienen en casa alrededor de 6.000 volúmenes, lo máximo que los estantes, y ellos mismos, pueden gestionar. Es una medida razonable, aunque otros escritores la aplican de forma mucho más draconiana. A Eduardo Mendoza, por ejemplo, le he oído decir alguna vez que se ha prohibido que en su biblioteca personal haya más de 50 libros. Si quiere quedarse con uno más, ha de desprenderse de otro: así mantiene domeñado al monstruo. Pero yo me imagino el sacrificio terrible que supondría para mí deshacerme de todo cuanto he acumulado en una vida como lector y quedarme solo con 50 volúmenes, y me entran escalofríos. Mendoza, por el contrario, parece haberlo hecho con rigor de astrofísico de Cambridge. (Con Mendoza, por cierto, me voy encontrando en lugares extraños del mundo. Lo vi una vez asistiendo a una representación del </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Lazarillo</i> por Rafael Álvarez <i>el Brujo</i> en la sala Villarroel de B</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">arcelona: rifaban un jamón en el entreacto y le tocó a él; lo celebró, desde su asiento, agitando piernas y brazos en el aire. Y antes de venir a Barcelona por navidad, lo vi esperando el autobús en King's Road. Esta vez estaba absorto y no le había tocado ningún jamón).</span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: x-large;"> </i><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">A la cena acuden también Alfonso Alegre y Victoria Pradilla, a los que había visto por última vez en la lectura en homenaje a Octavio Paz que comisarió Aurelio en Barcelona hace algo más de un año. Tras el aperitivo en un salón presidido por una hermosa, enorme y extraña mesa entrelazada de madera y hierro </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">no es una mesa, en realidad, sino, cree Aurelio, una plataforma para transportar imágenes, como en los tumultos religiosos de Andalucía</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, pasamos al comedor, donde seguimos charlando. Alfonso y Victoria nos cuentan que muchos papeles y obras del pintor y poeta Albert Ràfols-Casamada, fallecido en 2009, aparecieron desperdigados, por lamentables azares hereditarios, en los Encantes. Es curioso que la Generalitat no interviniera, con la diligencia necesaria, para rescatar el legado de un artista insigne a quien había otorgado la Cruz de Sant Jordi en 1983. La incuria de las administraciones en España por sus creadores es proverbial. Jesús, que ha vivido muchos años en Benarés, nos habla de sus trabajos y traducciones en la India, y Aurelio nos enseña, de su biblioteca, algunos de los libros que patrocinó Jesús en el país asiático. Este también me reprocha, cariñosamente, que dijese en una entrada anterior de mi blog que lo había visto a él "y a una amiga" en una librería de Barcelona. Al parecer, varias personas se habían mostrado muy interesadas por saber quién era esa "amiga" y qué relación mantenía con ella. La respuesta a esta segunda pregunta es sencilla: si era "una amiga", solo podía ser de amistad. Me complace comprobar que la gente lee mi bitácora, pero constato también que está ávida de chismes. Sin embargo, la cordial reconvención de Jesús me hace reparar, una vez más, en lo delicado de hablar de otras personas en un diario, y me recuerda algunas situaciones difíciles e incluso funestas en las que me he encontrado por hacerlo. Creo saber lo que se puede decir y lo que no (una bitácora no es un ejercicio de sinceridad, como irreflexivamente se cree, sino de desvelamiento controlado; la sinceridad está sobrevalorada), y procuro ser siempre prudente con mis relatos, pero a veces es casi inevitable cometer algún desliz. Hace poco, por ejemplo, incluí en una entrada que hablaba de una visita al campo un suceso truculento cuyos protagonistas habían muerto asfixiados accidentalmente cuando estaban adulterando, y la persona, muy querida, que me había contado el caso me escribió, alteradísima, para decirme que por favor lo borrara, porque aquello era muy pequeño, allí se conocían todos, y mi relato (breve, entre paréntesis, sin un solo nombre propio ni referencias concretas que permitieran identificar a los difuntos a nadie que no los conociera ya) podía herir a muchas personas, amigas, familiares o conocidas de los interfectos. Yo eliminé enseguida el excurso, pero me quedé pensando en la naturaleza mágica que para algunos </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">probablemente, también para mí</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> todavía tienen las palabras. En la cena hablamos asimismo, por una de esas sinuosas conexiones que se establecen entre temas cuando la conversación fluye con libertad, de las relaciones paterno-filiales de los escritores. Aurelio menciona el caso del argentino Abel Posse, que narra en </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Cuando muere el hijo</i> el suicidio del suyo y las terribles evidencias que alumbró. Yo recuerdo <i>Mortal y rosa</i>, el gran libro</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> de Francisco Umbral ("el único libro de Francisco Umbral", puntualiza Aurelio con alguna maldad), y el caso escalofriante de mi literariamente admirado, aunque personalmente despreciado, César González-Ruano -"el vil Ruano", según Juan Bonilla-, que despacha el fallecimiento en el suyo con una entrada en su diario </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">o en sus memorias, ya no lo recuerdo bien</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, y que remata contando que su compañera y él salieron aquella tarde por Madrid para comprar un marco en el que poner una foto del niño muerto. La charla sigue por derroteros cambiantes, como debe ser, y hablamos a continuación de la escasa presencia de mujeres escritoras en los compendios y antologías, y, en general, en la recepción y los cánones de la literatura. Valerie defiende la necesidad de romper las inercias culturales que nos orientan, a menudo, y esto es lo más grave, sin que nos demos cuenta, hacia la creación masculina: hemos de obligarnos todos a girar el pescuezo y mirar a esa otra mitad de la humanidad que está escribiendo, en muchos casos con brillantez desdeñada. Alfonso, por su parte, confiesa que el único país donde ha tenido la sensación de que no había de justificarse ni explicarse por hablar de poesía, por dedicarle a ella su atención y su amor, es Portugal. A mí, le digo, eso me ha pasado en algunos países hispanoamericanos, como Colombia o Venezuela, y a Jesús, en la India. Hay más lugares de los que creemos en que la poesía sigue siendo un hecho vivo y un valor social. No España, desde luego, donde su presencia, si le queda alguna, se ha institucionalizado, es decir, se ha fosilizado. Pero no solo de diálogo vive el hombre. Aurelio se complace en enseñarnos un ejemplar de la traducción de </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Sendas de Oku </i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">de Octavio Paz, autografiado por este </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">Paz tenía la letra redonda y clara, artística</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, que todos contemplamos con admiración, y otro de la primera edición de <i>Veinte p</i></span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>oemas para ser leídos en el tranvía</i>, de Oliverio Girondo, que yo examino con devoción aún mayor: es un libro grande como una revista, cuyas ilustraciones, del propio Girondo, conservan una nitidez extraordinaria: parecen impresas ayer. A Victoria el libro, por su tipografía y su tamaño, le recuerda a los que publicaba Foix. Se me vienen a la cabeza los elogios que Ramón Gómez de la Serna dedica a <i>Veinte poemas para ser leídos en el tranvía</i>, </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">que él leía en los tranvías de Madrid. Tocar un volumen así, más allá de su calidad literaria, que es mucha, tiene para los fetichistas como yo un valor especial: es como acariciar la historia, como palpar una piel admirada. Las horas, como siempre que un encuentro es feliz, pasan volando y, antes de que me dé cuenta, ya son casi las dos de la madrugada. Estoy a punto de perder el último tren a Sant Cugat. Me despido con un abrazo de todos y salgo con alguna prisa; Jesús se marcha conmigo. Pero la noche aún no ha acabado de regalarme sorpresas: justo delante de la entrada a la estación de los ferrocarriles de la Generalitat en Gala Placidia, en plena calle, un hombre se la está chupando a otro hombre. Yo dejo a la afanosa pareja a la espalda, pero pienso que lo primero que verán los que salgan a esa hora del tren será una felación homosexual. No está mal como bienvenida a Gracia.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-66953645228647903132016-01-02T10:36:00.000+00:002016-01-02T18:54:35.930+00:00Sibila<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">La revista <i>Sibila</i> es uno de los productos más raros y exquisitos del actual panorama poético español. La calidad de sus contenidos es siempre muy alta, y no es menos apreciable su magno formato y la singular textura de sus páginas: el papel con el que está hecha parece trapo: es "papel de Amalfi, fabricado por la casa Amatruda", especifica, enigmáticamente, la página de créditos final. Dirige <i>Sibila</i> Juan Carlos Marset, un excelente poeta, cuyo <i>Puer profeta</i>, ganador del premio Adonáis en 1989, me sedujo y desconcertó a partes iguales, e influyó notablemente en mi propio <i>La luz oída</i>, con el que obtuve ese mismo galardón seis años después. La edición corre a cargo de Patricia Ehrle, tan encantadora como diligente. En el núm. 46, correspondiente a abril del pasado año —que ha llegado hace poco a mis manos—, Juan Carlos y Patricia han tenido la amabilidad de incluir un poema mío, perteneciente al poemario inédito <i>Muerte y amapolas en Alexandra Avenue</i>, en el que recreo la experiencia, mayormente desgraciada, de Luis Cernuda en su exilio en Gran Bretaña —en Glasgow, Cambridge y Londres—. Mi texto progresa a la vez que se devana, de atrás a adelante, el de Cernuda, cuya última y estremecedora estrofa constituye el epígrafe inicial. Lo transcribo aquí:</span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: x-small;"><i><br /></i></span></span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: x-small;"><i><br /></i></span></span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">(Adiós al fin, tierra como tu gente fría, </span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Donde un error me trajo y otro error me lleva. </span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Gracias por todo y nada. No volveré a pisarte).<i> </i></span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Luis Cernuda, «La partida», <i>Vivo sin estar viviendo</i></span><a href="https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=1319637380287409327#_edn1" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">[i]</a></div>
<div style="text-align: right;">
<br /></div>
<div style="font-style: italic; text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: large;">He odiado este silencio. Un silencio yermo. El del vuelo espinoso de las golondrinas. El de las noches tumefactas de frío. El de las miradas sin nadie. El silencio. He odiado la mansedumbre de la nieve. Se extendía por el campo y los intestinos. Era silencio. He odiado el alboroto del humo. Excremento de la luz, afluía al océano inalcanzable del cielo por un lecho de arcilla: nada lo apartaba de su camino sin patria; nada lo desviaba de su huida helicoidal, de su discordia con el sol. Yo miraba al paisaje acarrear la nada. Una nada turbulenta de nieve, de silencio. </span></span></div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">
</span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: large;"><i> </i>Nula oquedad dejaban </span></span></div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;"><span style="font-size: large;"> En el tiempo, horas que no sonaron. </span></span></div>
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Y a ciegas le llevó el navío </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Como al muerto temprano. </span></div>
<div style="font-style: italic; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">He odiado la desaparición de los hombres. Bullían, helados, en las calles heladas. Y desaparecían. Sus cuerpos no se estremecían al hablar; sus cuerpos no florecían. Ni se dirigían a mí como se dirigían a sus codicilos, a sus madrigueras, a su deserción. He odiado la apatía en que se refugiaban. He odiado su silencio: el hígado no resonaba, ni crujían las clavículas; los dedos eran ciegos; las nalgas habían perdido su avidez. A veces, al principio, atisbaba su esplendor en madrugadas de luz remisa. Entre los vapores del baño distinguía una piel lavándose los dientes, una pantorrilla espesa como la nata, una desnudez que me desnudaba. Pero no hubo nada. No hubo mieles, ni espasmos, ni gladiadores. No hubo abrazo: solo lejanía. He odiado estar lejos. Pero el odio es una querencia adversa; el odio es la forma que tengo de amar. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-style: italic;"> </span>(Es el pórtico neoclásico de la ópera: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Pinta el pobre en el suelo retratos lastimosos,</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Van diademas entre montones de hortalizas). </span></div>
<div style="font-style: italic; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">He odiado el silencio de los colegios. Yo amaba el silencio, pero el silencio que envolvía el pecho como una hoguera amable, el silencio que me transportaba a un silencio sin tacha, el que se erguía en palabras sin otro empeño que disipar el miedo y hacer de la soledad sustancia: el silencio de la algarabía áurea de las playas, el del vino y la querella, el silencio de los ruidos diáfanos que suscita la benevolencia, o ese, tan triste, que hacen los cuerpos al amarse. Entre muros con muchos escudos y espadañas que se hincan en el vacío y rectángulos abrasados de pasividad, he odiado el silencio. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i> </i>Nada suyo guardaba aquella tierra </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Donde existiera. Por el aire, </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Como error, diez años de la vida </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Vio en un punto borrarse. </span></div>
<div style="font-style: italic; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Las multitudes estaban en otro lugar. También las he odiado. Las multitudes sofocan la piel: cercenan la transparencia. En Londres las multitudes hacen que cada hombre se olvide de sí: se lo tragan las manos; lo mortifican los hierros de la urgencia; le llueve la quemadura de irse, el plomo con el que se forja la anonimia, el engrudo de lo mucho. Pero ese hombre olvidado por tantos, abrumado por tantos, y por él mismo, se despierta con ferocidad acética: espoleado por el fracaso, se yergue como un colmillo y se entrega a su propia devoración. Ese hombre anulado, en cuyo corazón solo crece la verdolaga, prorrumpe en acideces, levanta torreones de sombra, se encona como una pústula. Lo miro a la cara y veo a otro —un perro, un homúnculo, un hombre—, pero soy yo. No reconozco sus gestos, pero me dicen a mí. Su cólera, muda, es la misma que me arrebata cuando no alcanzo a reunirme con aquellos a los que quiero: contigo, que acaso me leas en el futuro, y que quizá entonces no me contemples con desamor; conmigo, tan próximo y tan incomprensible; con mis muertos, tan callados. Las multitudes me exasperan hasta que me desvanezco en este paroxismo de mí, en esta deformidad indefensa que viste mi americana, y perfila mi bigote, y calza mis botines. He odiado este fragor y el silencio que supura. He odiado mi deambular por estas calles ocluidas por el gentío. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i> </i>(Siglos en piedra, muros limitando los claustros </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Sobre jardines mudos, donde los estudiantes </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Pasan y flotan tras de ellos negras alas). </span></div>
<div style="font-style: italic; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Pero ha habido momentos en que las piedras, y también los hombres, dialogaban. Los claustros no eran intransitables, sino que filtraban una claridad lentísima, hecha de paréntesis y azaleas. La hierba no hería: quizá fuese la arena de mis caminos. Los graznidos de los cuervos destellaban, y rebotaban en las tapias de las bibliotecas, y yo los apresaba cuando caían, desbarajustados, en mi casa, a la intemperie. Yo leía la luz, y me escribía. Y conversaba con otros huéspedes de la ausencia, a los que también había derrotado el mundo. Pero su mundo era el mío, y yo lo cultivaba con sobriedad: no omitía la esperanza. Hubo, asimismo, labios devorados: labios que asomaban entre columnas, o que se desnudaban en la penumbra de los rectorados, o que absorbían, como anémonas, el desgarro que me constituía, y dejaban mi cuerpo expedito para el amor, para el corolario ígneo de la entrega. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i> </i>Solo junto a la sombra, </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Con voces y con risas </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Ajenas allá abajo, </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Lejos miró. ¿Era sueño o vigilia? </span></div>
<div style="font-style: italic; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Ha habido, también, cercanías imposibles. En Battersea, donde apenas llega la ciudad, o donde ya retrocede. En un banco de madera con el que se ensañaba la humedad. A la vista de un río muy grande, en el que las gaviotas martirizan a las gabarras, y se precipitan la basura y los suicidas. Rodeado de setos que apenas se diferencian de la maleza, con el gruir sinuoso de las garzas y la majestad espantadiza de los cisnes, con la saliva del sol en las pieles incrédulas, con el ardor de los senderos aplacado por el agua de los pasos, con el aire apelmazándose en vaho, con los filamentos de la niebla del atardecer enredándosenos en los muslos. Aquel silencio no contenía ambigüedad: era solo querencia; era solo voz. Pero también equivocación. Yo no podía amarla. Yo era solo la urna del desconsuelo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i> </i>Por prados de asfodelos el río gris se duerme </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Y la torre normanda asoma en aire húmedo </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Tras los olmos antiguos y las roncas cornejas). </span></div>
<div style="font-style: italic; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">He odiado la oscuridad de estos amaneceres pálidos. He odiado el acero de la inteligencia: de la mía, ante todo, que me impedía acercarme a lo laxo, a lo ilegible, que me vedaba la piedad y el beso, pero también de los otros, que me aislaba como una empalizada. He odiado los domingos grumosos y el hacer sin compasión. Sobre todo, el hacer, este anudamiento de cosas que es, a la vez, desatadura del espíritu, este riguroso desvanecerse de lo creado, pese a su solidez, o gracias a ella. He odiado la intangibilidad de los seres, que me ha hecho consciente de mi propia intangibilidad. He odiado la intransigencia de las leyes: su cedazo sin agujeros; su altivez. He odiado esta quietud fabril, estas preguntas que no pretendían respuesta, o que ni siquiera se pretendían preguntas. He odiado la gelidez de los relojes y la vaciedad de las calles por las que pasaban tantos, animados por el desafecto, desdeñosos del amor. He odiado la lluvia que me golpeaba como una metralla compacta. He odiado el viento que desbarataba los paraguas y el alma, y dejaba a la vista el tuétano erizado de los hombres, o su pudrición. He odiado las paredes de la carne. He odiado el desinterés enjoyado de cortesía. He odiado la cortesía, que es solo la coagulación de la mentira. He odiado su sol, tan hipócrita como aquellos a los que ilumina. Y ahora que la belleza del mundo vuelve a ser posible, y palpita acaso, otra vez, ante mis ojos, y me incita a la turbulencia de otro nacimiento —todo nacimiento es una muerte—, sé que este odio fructificará. No resultará en actos, sino en palabras; pero las palabras también son actos. No me embrutecerá con sus aristas: alimentará un verbo que no se ha separado de mí, pese a tanta cercenadura. El odio puede ser ala. Yo he odiado, pero volaré otra vez: recorreré el laberinto del aire, aunque ya solo sea la astilla cenicienta de una encina de luz. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i> </i>Bajo el cielo, en la oscura </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Medianoche del puerto, </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Viró el navío rumbo al agua. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"> Reposo y movimiento en uno fueron. </span></div>
<div style="font-size: x-large; font-style: italic; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=1319637380287409327#_ednref1">[i]</a> Tomo el poema de Luis Cernuda de Poesía completa, vol. I, edición de Derek Harris y Luis Maristany, Madrid, Siruela, 1993, pp. 423-424.</div>
</span><br />
<div>
<div id="edn1">
</div>
</div>
<!--EndFragment-->eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-28337836816238975142015-12-30T09:20:00.001+00:002015-12-30T09:24:43.845+00:00Con Nataly por Barcelona<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Hoy me encuentro con Nataly, una alumna venezolana de mis talleres de escritura creativa en Londres. Nataly ha viajado por sorpresa a Barcelona, invitada por una prima suya que acaba de establecerse en la ciudad, y me ha escrito por si me apetecía que nos viéramos. La situación en Venezuela tiene este efecto ambivalente: empuja al exilio a muchos, pero al mismo tiempo les da la oportunidad de establecer una red de relaciones en todas partes del mundo. Hemos quedado en la fuente de Canaletas, el equivalente al oso y el madroño de la Puerta del Sol madrileña: el lugar donde se encuentran los que no tienen otro más familiar donde hacerlo. Para mi sorpresa, Nataly es puntual: será que lleva tres años en Londres. (Recuerdo haber visto en Caracas vallas publicitarias, levantadas por el gobierno chavista, que instaban a la gente a ser puntual: para que luego digan que Chaves lo hacía todo mal). Nos acercamos, en primer lugar, a la Central del Raval, uno de los templos de los letraheridos de Barcelona y del mundo hispánico todo. Husmeamos en la sección de poesía. Nataly me pide que le recomiende algún autor de la ciudad y yo, solícito, me decanto por Eduardo Moga: queda un ejemplar de <i>Insumisión </i>en los estantes. También le aconsejo que se lleve <i>Ya nadie se llamará como yo</i>, de Agustín Fernández Mallo, uno de los mejores autores, en prosa y en verso, de nuestros días. Nataly añade al carrito un ejemplar de <i>Terredad</i>, de Eugenio Montejo, uno de los clásicos venezolanos del siglo: me cuenta que en Venezuela es difícil encontrarlo, y en Londres, imposible, aunque por razones distintas. Salimos de la librería y seguimos por Elisabets hasta el Hospital de la Santa Creu. Hoy apenas hay yonquis en el recinto, aunque un puñado de perroflautas me recuerda que esto es refugio de colgados: el espíritu hospitalario del lugar no ha desaparecido. La luz del final de la tarde se clava en las alturas de piedra y envuelve el gris en un oro añil. A Nataly le encantan las callejuelas del Barrio Gótico: me lo dice con una sonrisa cautivadora y un habla de azúcar, ondulante. Yo le señalo que en la Santa Creu, que fue el nosocomio más importante de la ciudad en la Edad Media, se ubica hoy la Biblioteca de Cataluña: en sus imponentes naves góticas, donde antes había camas, hoy hay libros. Al salir de los jardines, volvemos a las Ramblas, por las que fluye un río de gente con dos manantíos principales: el turismo y la navidad, y también dos corrientes paralelas: los que se dirigen al mar y los que vuelven al centro, y enfilamos a la catedral por Puertaferrisa. Lo hacemos por Petritxol, por donde apenas se puede caminar, pero que no quiero que Nataly deje de ver. Le hablo del pasado chocolatero de la calle, del que quedan algunas pastelerías y dos granjas. "Si uno habla de granjas en Venezuela, piensa en un criadero de pollos", me aclara Nataly. "Sí, también en Madrid", preciso yo. Pero aquí son otra cosa. En todo caso, los pollos están fuera, haciendo una cola larguísima a la entrada de Dulcinea, la principal chocolatería de la calle. Desembocamos en la plaza del Pino, con la iglesia de Santa María del Pino, el Bar del Pino y, en el centro, el pino epónimo, hoy menos visible que de costumbre, a pesar de su algodonosa copa, porque lo rodea un mercadillo navideño. "Es un pino raro", dice Nataly; "parece un pino que quiera ser otra cosa". "Yo preferiría que fuera una acacia", le respondo. Seguimos hacia la catedral, pero tenemos sed y paramos en un bar donde parece haber mesas libres: hoy todo está lleno. Sin embargo, es un local de tapas y no podemos solo tomar algo: hay que pedir tapas. Las tapas son el pasaporte a la mesa libre, el corazón y el espíritu del lugar, la <i>raison d'être </i>del posmodernísimo local. Salimos, moderadamente enfurecidos: cosas así no pasaban antes de los Juegos Olímpicos. Continuamos caminando y pasamos por delante de El Portalón, una antigua tasca, deliciosamente mugrienta (uno de aquellos sitios en los que, si apoyabas las manos en la mesa, ya no podías despegarlas; pero cuánto nos reíamos), que ahora compruebo se ha modernizado también olímpicamente. Al desembocar en la plaza de la Catedral, ejerzo de cicerone y le señalo a Nataly los restos de la muralla romana y el grabado de Picasso en el Colegio de Arquitectos; también le informo de que la catedral es gótica, pero la fachada, neogótica: fue construida a finales del siglo XIX. Encontramos refugio en el hotel Colón, un lugar donde sabes que te van a cobrar tres euros por un café, pero también que va a haber asientos cómodos, mantelería de hilo y camareros de una discreción casi eclesiástica. Y, en efecto, allí pasamos un rato agradable, charlando de nuestras peripecias vitales, y rodeados de jubilados alemanes que sorben infusiones o cerveza con jolgoriosa delicadeza. Nataly me cuenta que ya no odia Londres, como al principio de su estancia: ahora ya es capaz de tolerarla, aunque sigan agobiándola sus precios, sus multitudes y la frialdad, casi la hostilidad de sus habitantes. En su primer año de vida allí, cambió cuatro veces de residencia: yo no habría sobrevivido. Su mayor esperanza es volver a Venezuela, donde le gustaría vivir, aunque sabe que su familia y sus amigos se han desperdigado por el mundo, y que, pese a los recientes y prometedores cambios políticos, la situación es lo suficientemente desastrosa como para poner en cuarentena esa perspectiva. Pero la ilusión subsiste, y las ilusiones son esenciales. Luego de los cafés, retomamos el paseo. Visitamos el claustro de la catedral, donde yo hacía años, quizá décadas, que no entraba. A Nataly le hacen gracia las ocas recluidas en el centro del peristilo, que nos miran aristocráticamente. Como ha anochecido ya, todo está oscuro y, en este claustro, negro por la piedra y los humos, más oscuro que en ningún otro lugar. Ya que estamos aquí, le echamos un vistazo al belén gigante que los curas, como cada año, han montado. Es decepcionante: desangelado, desproporcionado, aburrido. A la vista de un supuesto rebaño de ovejas de plástico que ramonea junto al puentecillo por el que pasamos, me pregunto por qué, si hay aquí ocas vivas, no han puesto también ovejas de verdad: le habría dado al pesebre un realismo del que está muy necesitado. En la plaza de San Felipe Neri, uno de los rincones más coquetos de la ciudad, le hago notar la viruela de la fachada de la iglesia homónima: no es una degradación natural, sino el resultado del bombardeo franquista que sufrió este lugar a principios de 1938, y que mató a 42 niños de una escuela cercana. El impacto de la metralla se ha conservado así en recuerdo de aquella atrocidad. Nos acercamos después a la plaza del Rey, cuya pétrea majestuosidad se ve interrumpida por las vallas de alambre de unas obras y la terraza de un bar, que calientan feroces llamas de gas. Le cuento a Nataly que hasta aquí desfiló Colón al regreso de su primer viaje a América, el del descubrimiento, trayéndoles a los Reyes Católicos, que lo esperaban, un séquito de regalos, compuesto por animales exóticos e indios con todas sus plumas. No sé si le hace mucha gracia que le recuerde el triste destino de sus antepasados continentales, pero acepta el relato con una sonrisa educada. También le explico que en las gradas que conducen al Salón del Tinell se representaban en verano </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">no sé si seguirá haciéndose</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> obras de teatro, y que una de las que vi, con sobrecogimiento, fue </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i>Hamlet</i></span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, de Shakespeare, hace muchos años. La siguiente parada es la plaza de San Jaime, en la que también se ha armado un belén, y me refiero al navideño, no al político. Le hago notar a Nataly que el caballero matador del dragón que hay encima del balcón del palacio de la Generalidad es San Jorge, patrón de Cataluña y también de Inglaterra. "Es la misma figura que había encima de algunas fuentes del claustro", me dice ella. Su observación demuestra que tiene capacidad de observación y buena memoria visual, dos requisitos importantes para ser poeta, cuya principal tarea no es escribir, sino mirar, saber mirar. Por la calle Fernando, atestada de gente, como casi todas partes, cruzamos otra plaza regia, la Real, cuya hermosa fachada rectangular no podemos apreciar cabalmente, por la oscuridad, pero en la que no dejamos de advertir las palmeras altísimas, las terrazas iluminadas y omnipresentes, y los paquistanís empeñados en lanzar al aire esos pequeños obuses eléctricos que aspiran a vender a algún guiri. También le señalo a Nataly la presencia del bar Glaciar, antaño rincón de tertulias y escritores, entre ellos el excelente prosista y abyecto ser humano César González-Ruano, aunque hoy solo recuerdo rehabilitado de aquel pasado bohemio. De vuelta otra vez en las Ramblas, quiero comprobar si el cercano Pastís sigue abierto. El Pastís era una taberna sombría y exigua que pretendía ser francesa; en consecuencia, siempre sonaba la música de Edith Piaf. Allí solía refugiarme con los amigos, después de pasar las tardes merodeando por el Barrio Chino, cuando el Barrio Chino todavía era el Barrio Chino, y no el parque temático proletario en que se ha convertido. Eran vagabundeos inocentes, desde luego, como correspondía a adolescentes de buena familia y colegio de curas: mirábamos a las putas y a sus macarras, pero sin que se notara demasiado, no fuese que nos sacasen una faca; luego, cuando estábamos a salvo de su presencia maléfica, pero transportados por el espíritu de aventura que nos había llevado hasta allí, nos burlábamos y reíamos de todo. Pero, para mi decepción, el Pastís ha cerrado: <i>sic transit gloria mundi</i>. Caminamos entonces hasta la basílica de la Merced, cuyas líneas limpias y despejada plaza siempre me han inspirado un gran sosiego. En esta zona apenas hay gente por la calle, y nuestro paso se hace también más desembarazado. En el templo cantan misa, aunque solo cuento cinco feligreses. Observamos discretamente la hermosa cúpula y los retablos barrocos, pero tenemos que salir deprisa, porque mi móvil empieza a pitar. El cura está leyendo en ese momento un fragmento de la segunda epístola a los tesalonicenses, y el reclamo del móvil no le ayuda a precisar el mensaje evangélico, siempre tan necesario, aunque no es descartable que haya despertado a alguno de los parroquianos. Subimos, por fin, por la calle de Avinyó. Cuando le pregunto a Nataly si está escribiendo algo, me explica que a menudo le vienen frases a la cabeza, pero que no puede precisar si son versos ni de dónde salen. "Es una suerte de escritura automática que no estoy segura de hacer yo. Es como si alguien me las dictara", especifica; de hecho, quiere titularlas "Dictados". Es un buen título. Las recoge en unos cuadernos y ya tiene un buen número de ellas, que a veces ha desarrollado en algo que tampoco tiene la certeza de que sean poemas. Reparamos a continuación en una librería de viejo aún abierta a esas horas. Es muy pequeña, pero no dudamos en entrar. Nataly ve en una balda la figura de un gato, pero se queda pasmada cuando la figura empieza a moverse: es un gato de verdad, mayúsculo, que se pasea por entre los libros y se para delante de los clientes con la esperanza de que lo acaricien. Así lo hacemos. Yo estoy a punto de llevarme una antología en verso y prosa de Joan Maragall, con ilustraciones, de 1947, pero desisto, y solo me llevo el recuerdo del gato. También me quedaré con el recuerdo de una tarde paseada y magnífica con Nataly Goicoechea, mi alumna y amiga venezolana de Londres, de la que me despido en la plaza de Cataluña, donde nos hemos encontrado hace cuatro horas, y donde la gente sigue amontonándose, transida de espíritu navideño, es decir, de bolsas de El Corte Inglés.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-73898397566389345612015-12-27T10:22:00.001+00:002015-12-27T17:55:12.724+00:00La disección de la rosa<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">Así se titula mi nuevo libro de crítica literaria. En realidad, no es nuevo, sino una recopilación de los artículos y reseñas que he publicado en diferentes medios culturales —singularmente, <i>Letras Libres</i>, <i>Cuadernos Hispanoamericanos</i>, <i>Turia</i> y <i>Quimera</i>, entre otros— sobre las obras de autores españoles que he creído interesantes a lo largo de los últimos ocho años. Pero su agrupación y su presentación en forma de libro sí es una novedad, que debo a la Editora Regional de Extremadura, en cuya colección "Perspectivas" ve la luz. Me alegra dar a conocer, conjuntamente, estos trabajos, que de otro modo habrían seguido dispersos y, al cabo del tiempo, inaccesibles. No es que un libro de crítica literaria como este asegure el conocimiento y la difusión de sus contenidos </span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">la distribución sigue siendo el campo de batalla, y a menudo el talón de Aquiles, de casi todo el mundo, y sobre todo de los sellos institucionales</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, pero, al menos, les da una nueva oportunidad para que accedan a las librerías y los anaqueles. No es la primera vez que he reunido un compendio así: a <i>La disección de la rosa</i> la precedieron <i>De asuntos literarios</i>, publicado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en 2004, y <i>Lecturas nómadas</i>, que dio a conocer Candaya en 2007. El libro luce un prólogo, acaso demasiado generoso, de Aurelio Major, y una espléndida portada cuyo autor me es desconocido, pero que representa bien el sentido del volumen. La disección de la rosa es, frente a los que opinan que la literatura —y, en particular, la poesía— no admite el análisis, porque eso destruye su belleza inefable, un intento por demostrar que no solo lo admite, sino que hasta lo reclama. Uno puede estudiar las propiedades orgánicas de una flor sin que eso nos impida disfrutar de su aroma, sus colores y su airosidad. Cabe identificar los componentes químicos de cualquier ser vivo sin por ello asesinarlo. Es dable desglosar las tonalidades e inflexiones de la voz sin que eso nos vede el goce del canto o de la música. Roger Caillois, uno de los mejores críticos del siglo XX, lo ha dicho mucho mejor que yo en su introducción a la imprescindible <i>Poética de Saint-John Perse</i>. La cita es larga, pero merece la pena:</span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></div>
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<i><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Quisiera impedir una temible confusión. El análisis de una técnica poética no es de ningún modo la explicación de una creación poética. Esta es cuestión de vida, aquella de comprensión. Dar cuenta del vuelo de un pájaro a partir de las plumas de sus alas, de sus músculos, de su esqueleto, de la resistencia del aire, de la extensión de la superficie de apoyo, de las leyes de sustentación y cinemática, es mu útil. Pero estos conocimiento no ayudarán nunca a nadie a crear un pájaro. Asimismo, separar en una flor la corola, el cáliz, los sépalos, los pétalos, los estambres, el pistilo; estudiar su tinte, su diseño, su disposición; hacer creer a ciertas personas que una flor puede ser fabricada de algún modo, como un reloj o una flor artificial; que basta reunir los elementos necesarios... Inútil decir que los rumbos de la vida son otros; y también los de la poesía. Escribir un poema, sea cual fuere la parte que en él tiene la técnica, participa de la naturaleza del crecimiento de una planta, del vuelo de un pájaro, de la respiración. Lo cual no impide que sean meritorias y posibles la botánica, la mecánica, el estudio de todo equilibrio término o químico. Pero conviene no confundir los órdenes. Aquí reinan la savia y la gracia; pero allá, donde solo hay salvación en una puja de rigor, es ridículo pretender remedar en exclamaciones deslumbradas y oscuras los movimientos reservados a la creación. Es preciso analizar.</span></i></div>
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<i><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></i></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Eso es intentado hacer yo, fundamentalmente, con los libros de los que he hablado: analizarlos, es decir, identificar sus elementos constitutivos y las técnicas empleadas para su elaboración; situarlos en un contexto estético, histórico y, cuando he sido capaz, hasta psicológico; desmenuzar sus símbolos, sus motivos y sus obsesiones; filiar sus mecanismos retóricos; sopesar su estructura. En suma, aportar elementos de interpretación y juicio que permitan, a mi entender, comprenderlos mejor y, por lo tanto, disfrutarlos más. Es un propósito prosaico y modesto, lo sé, pero también, en mi opinión, muy necesario. Y, sobre todo, he querido hablar literariamente de la literatura: la crítica no es otro idioma, sino el mismo de la poesía, y ha de suscitar la misma suerte de emoción, aunque tamizada por la razón, empírica a la vez que subjetiva.</span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Esta es la portada del libro:</span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtujEkeLB4f4kt2XFSZVRA-DEFpOVoJYvyGiewMC6bON0uGxdnHOUNzcg_pg09dJa7ZHSmgH0ir1xmqtDMRoJoMYbpETjAMwDKO4LT0DwfSUz4bOuwCB04dAqGazIdkQyLf-qo1PxEl9x0/s1600/Captura+de+pantalla+2015-12-27+a+la%2528s%2529+11.02.22.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtujEkeLB4f4kt2XFSZVRA-DEFpOVoJYvyGiewMC6bON0uGxdnHOUNzcg_pg09dJa7ZHSmgH0ir1xmqtDMRoJoMYbpETjAMwDKO4LT0DwfSUz4bOuwCB04dAqGazIdkQyLf-qo1PxEl9x0/s320/Captura+de+pantalla+2015-12-27+a+la%2528s%2529+11.02.22.png" width="225" /></span></a></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Y estos son los artículos y los autores y libros de los que hablo:</span></div>
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<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;"><i style="line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Quién es el fugitivo </span></i><span lang="CA" style="line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>El fugitivo.</i></span><i style="line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES"> Poesía reunida (1985-2010)</span></i><span lang="CA" style="line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de Jesús Aguado]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">El ensayismo recuperado de un poeta recuperado </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>De la poesía</i>, de Luis Álvarez Piñer]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Hic sunt dracones </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias</i>, de Jacinto
Antón]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Grandeza </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Yo
quisiera llover</i>, de Fernando Aramburu]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Construcción y soledad </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>El libro de los alfabetos</i>, de Christian T. Arjona]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Mito, razón y locura </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Última sangre.</i></span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES"> (Poesía 1968-2007)</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de Félix de Azúa]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">A diestro y siniestro </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Semblanzas</i>, de Pío Baroja]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Esta casa es
contigo (sobre la poesía de Fernando Beltrán) </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre Fernando Beltrán]</span></span><br />
<span style="font-size: large;"><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><i>La tristeza iluminadora </i>[sobre <i>Algunos cisnes negros</i>, de Olga Bernad]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Indignación </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Entreguerras
o De la naturaleza de las cosas</i>, de José Manuel Caballero Bonald]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Julio Camba, dibujante </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Caricaturas y retratos</i>, de Julio Camba]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La poesía, otro país </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>La experiencia de lo extranjero</i>, de Miguel Casado]</span></span><br />
<span style="font-size: large;"><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><i>Sin yo, con todos </i>[sobre <i>Impersonal</i>, de Ángel Cerviño]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Cien palabras sin fin </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Vitrina de charcos</i>, de José Ángel Cilleruelo]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Pasión por la armonía </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre<i> Desiertos de la luz</i>, de Antonio Colinas]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Sin luz ni oscuridad </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Desolación y vuelo.</i></span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES"> Poesía reunida (1951-2011)</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de José
Corredor-Matheos]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Mantenencia y juntamiento. Algunas consideraciones sobre
Álvaro Cunqueiro y </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">La bella del dragón<i>
</i>[sobre Álvaro Cunqueiro]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La armonía en el caos </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Dentro</i>, de Óscar Curieses]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Un lugar para todos </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Un lugar para nadie</i>, de Álex Chico]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Conformes con la disconformidad</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre <i>Las formas disconformes</i>, de Jordi Doce]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Solo se ama lo que se pudre a nuestro lado </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Antología </i></span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">(1927-1987)</i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de Basilio Fernández]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Agustín Borges </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>El
Hacedor (de Borges)</i>, <i>Remake</i>, de
Agustín Fernández Mallo]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Inclinación al todo</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre <i>Inclinación al envés</i>, de Julio César Galán]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">El viejo gladiador </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Canción errónea</i>, de Antonio Gamoneda]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: 0cm;"><span lang="CA">Una sombra luminosa </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: 0cm;">[sobre <i>Un armario lleno de sombra</i>, de Antonio Gamoneda]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Dantiano y entusiasta </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>La vida nueva</i>, de Eduardo García]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">El lujo de la palabra </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Poesía completa </i></span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES">(1940-2008)</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de Pablo García Baena]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Poeta definitivamente en Nueva York </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Poeta en Nueva York</i>, de Federico García
Lorca]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La tramontana enloquece </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Viento de tramontana</i>, de Sergio Gaspar]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Amor, revolución</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre <i>Alma Venus</i>, de Pere Gimferrer]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La extravagancia del amor </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Rapsodia</i>, de Pere Gimferrer]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La delicadeza de los símbolos </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Fragmentos de un cantar de gesta</i>, de José Luis Gómez Toré]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Hago lo que sé, pero no sé lo que hago. Apuntes sobre la
poesía y la vida de César González-Ruano </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre César González-Ruano]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Aurea mediocritas </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Poesía completa</i>, de José Agustín Goytisolo]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">José Hierro, crítico de arte </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>José Hierro. Los sentidos de la mirada</i>, de José Hierro]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">El hombre oído</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre <i>El
hombre inaudible</i>, de Gabriel Insausti]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span style="font-stretch: normal; line-height: normal;"><i>Poeta</i></span></span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA"> del deseo</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre <i>Rosa
y tormenta</i>, de Javier Lostalé]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Elegías que solo oyen mis párpados </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>El monólogo de Homero</i>, de José Antonio
Llera]</span></span><br />
<span style="font-size: large;"><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><i>El tiempo y sus pisadas </i>[sobre <i>Huellas (Poesía 1990-2012)</i>, de Juan Malpartida]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Poe(a)mario</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre <i>Rendicción</i>,
de Mario Martín Gijón]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La materia de los días </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Trenes de Europa</i>, de José Martínez Ros]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Una elegía extraviada de Ana Mª Martínez Sagi</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre Ana María
Martínez Sagi]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Llamas en las cenizas </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Paraísos a ciegas</i>, de Juan Antonio Masoliver Ródenas]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La denuncia y el amor </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>La bicicleta del panadero</i>, de Juan Carlos Mestre]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">El dolorido sentir </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Hojas de Madrid con La galerna</i>, de<i> </i>Blas de Otero]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Esplendorosa minucia </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Catorce vidas (1995-2009)</i>, de María Ángeles Pérez López]</span></span><br />
<span style="font-size: large;"><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><i>Poesía para no olvidar </i>[sobre <i>Otrora. Antología poética 1988-2014</i>, de Javier Pérez Walias]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Elogio de Inglaterra</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"> [sobre <i>Pompa y circunstancia</i>, de Ignacio Peyró]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Estudio del yo y la nada </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Estudio de lo visible</i>, de Mariano Peyrou]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La lengua canta la verdad </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Merma</i>, de Benito del Pliego]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Clasicismo en tensión </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>El asombro de la mirada. Convergencia de textos</i>, de Albert
Ràfols-Casamada]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Shackleton y Rello </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Meridional asombro</i>, de Mateo Rello]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Contra el cinismo </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>El discurso del cinismo</i>, de Jorge Rodríguez Padrón]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La mediocridad del mal </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>El marqués y la esvástica. César González-Ruano y los judíos en el
París ocupado</i>, de Rosa Sala Rose y Plàcid García-Planas]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La trascendencia de la lentitud </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Las estaciones lentas</i>, de Basilio Sánchez]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Un sol oscuro </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>La
sombra y la apariencia</i>, de Andrés Sánchez Robayna]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La enormidad de lo pequeño </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Calle Feria </i>y <i>Los pormenores</i>,
de Tomás Sánchez Santiago]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Todo es lenguaje; todo es mirada </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Ondulaciones.</i></span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES"> Poesía reunida (1968-2007) </span></i><span lang="ES" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">y <i>Agrafismos
(Ondulaciones)</i></span><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de José Miguel Ullán]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Un diario con muchos nombres </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Diario anónimo </i></span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES">(1959-2000)</span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de José Ángel Valente]</span></span><br />
<span style="font-size: large;"><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><i>El bosque interior</i> [sobre <i>Canción del distraído</i>, de Vicente Valero]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Amo esta sequedad </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Desde fuera</i>, de Álvaro Valverde]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Algunos nombres impropios </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre varios autores]</span></span><br />
<span style="font-size: large;"><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><i>Los habitantes del río </i>[sobre varios autores]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES">Decidimos
ser tristes y sarcásticos </span></i><span lang="ES" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre
<i>Poesía completa. 1963-2003. Memoria y
deseo</i></span><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de Manuel Vázquez Montalbán]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Paisajes interiores </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Una luz que viene de fuera</i>, de Joan de la Vega]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La poesía vive con la basura </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Calor</i>, de Manuel Vilas]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">El peor año de mi vida </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Descortesía del suicida</i>, de Carlos Vitale]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">La razón germinativa </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Esencia y hermosura. Antología</i>, de María Zambrano]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Una Antígona muy contemporánea </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre </span><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="ES">La
tumba de Antígona y otros textos sobre el personaje trágico</span></i><span lang="ES" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">, de María Zambrano.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><i style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span lang="CA">Modernidad medieval </span></i><span lang="CA" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;">[sobre <i>Els trobadors catalans</i>, de Antoni Rossell]</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><i><span lang="CA">De flores bien poblado </span></i></span><span lang="CA" style="line-height: 150%; text-indent: -18pt;"><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif;">[sobre <i>Locus Amœnus. Antología de la lírica medieval de la península ibérica</i>,
de varios autores]</span></span></span></div>
<!--EndFragment-->eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-79352213748002236942015-12-24T08:36:00.000+00:002015-12-27T17:58:28.139+00:00Los Pajares de Santibáñez el Alto<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Hay días en que sería mejor no decir nada. Uno, que está desayunando, por ejemplo, dice: "Me duele todo. Necesito hacer ejercicio". Su mujer se levanta entonces de la mesa y, sin articular palabra, pero con un brillo extático en los ojos, va al almacenillo del patio y vuelve con las manoplas de jardinero y unas tijeras de podar. A continuación, precisa: "Hay que cortar la hiedra de la pared". Por qué habré hablado. Sobrevivo a la ordalía podadora sin rebanarme ningún dedo, sin confundir ningún cable de la electricidad con un pedúnculo rebelde, y con un hermoso montón de ramas y hojas de hiedra a mis pies. Cuando le devuelvo a Ángeles los aperos hortícolas con una sonrisa entre ufana y exhausta, me devuelve la sonrisa, aunque con un rictus malicioso que no presagia nada bueno. Y, en efecto, antes de que pueda pasar al comedor para derrumbarme en el sofá, me recuerda que hay que hinchar las ruedas de las bicicletas, pero solo después de haber recogido la hojarasca acumulada y haberla tirado en el contenedor de desechos orgánicos, que está en la plaza del pueblo. Cuando vuelvo del paseo reciclador, ha tenido la delicadeza de dejarme los dos velocípedos preparados en el patio. Acometo el inflado con la desesperación de un toro de lidia, pero con la maña de un buey almizclero: quito el tapón de la válvula, la desenrosco, le enrosco el extremo del tubo, enrosco a la bomba el otro extremo del tubo y empiezo a bombear; y, cuando ya he hecho más bíceps que Schwarzenegger y la rueda parece de silestone, desenrosco el tubo de la válvula (deprisa, no sea que se escape buena parte del aire insuflado), enrosco la válvula y le pongo el tapón. Y así, con mis dedos de morcilla, cuatro veces. Al final, las ruedas están llenas de aire, pero a mí no me queda ni una gota. Sin embargo, el programa gimnástico de Ángeles no acaba aquí: falta planchar varias camisas. "Planchar es buenísimo para la salud", aclara. "Estar de pie es mucho más sano que estar sentado, y el movimiento del brazo, arriba y abajo, tonifica y refuerza los músculos". Para mi horror, aún va más allá: "De hecho, cuando no tengas <i>spinning</i>, podrías hacer toda la plancha de casa, sábanas incluidas". No recuperado todavía de la tala y el insuflado, ya estoy bregando con las camisas. Lo consigo también: ni me he abrasado yo, ni las he abrasado a ellas, aunque doy gracias al cielo por no tener que ir a ninguna entrevista de trabajo con esta ropa. Por último, el ejercicio que Ángeles ha programado para desentumecerme culmina con una excursión por la tarde. Con Toña, nuestra amiga de Hoyos, ingeniera forestal y mujer versada en paisajes y caminos, vamos a Santibáñez el Alto, otro pueblo de la comarca, a ver Los Pajares, un curioso enclave agrícola y ganadero. Santibáñez el Alto antes estaba en lo bajo, pero a finales del siglo XVI, para que su gente pudiera defenderse de peligros y tribulaciones, que por aquella época menudeaban, se encaramó a una de las cumbres de la Sierra de San Martín, en las estribaciones de la Sierra de Gata. Y allí sigue, oteando el valle del Árrago y el pantano de Borbollón, donde anidan las grullas. Llegamos en coche hasta la entrada del pueblo e iniciamos el camino que nos ha de llevar hasta el pie de la colina en que se asienta. Pregunto a Ángeles si no hubiéramos podido llegar a ese mismo sitio <i>desde abajo</i>, pero me mira con conmiseración: desisto de obtener una respuesta. El camino que nos lleva hasta Los Pajares conserva el empedrado con el que fue construido hace siglos: una calzada irregular, de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos, que diría García Márquez, que castiga las rodillas y los tobillos (el empedrado, no García Márquez). </span><span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Ciñen ambos lados, a trechos, muretes tapizados de musgo: un musgo espeso, suavísimo, de un verde desaforado. Mientras bajo, pienso en la subida, y no con placer: será terrorífica. Pero descendemos con la ilusión del descubrimiento, y eso nos hace más llevadero el futuro. Al alcanzar por fin Los Pajares, se nos revela una dehesa entreverada de canchos, charcas y acebuches </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">olivos silvestres</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">. No podemos disfrutar en exceso de esa primera impresión, porque tres enormes perros pastores de una finca aledaña se nos acercan con aviesas intenciones; por sus ladridos se diría que se nos quieren comer. Los pastores los llaman con tremendas blasfemias: "¡Que vengas aquí, Mariano, mecagüen Dios y la zorra de su madre!". Pero Mariano no hace caso; ni Paco ni Tobías, los otros dos canes, tan ladradores como el primero. Uno sabe que a los perros amenazantes hay que hacerles frente con firmeza pero con despreocupación, como si la cosa no tuviera importancia, pero yo bastante tengo con reprimir las ganas de apretar a correr: mi firmeza y mi despreocupación apenas bastan para apantallar a Ángeles, que se ha refugiado a mi espalda con la razonable esperanza de que, si alguno de los chuchos suelta una dentellada, pille mi muslo y no el suyo. Sin embargo, Toña, acostumbrada a los animales salvajes, los mantiene a distancia con la garrota que se ha traído </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">un venerable cayado, heredado de un bisabuelo</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, y por fin conseguimos alejarnos lo suficiente como para que pierdan el interés en nosotros. Luego se nos acercan dos caballos, mucho más pacíficos que los perros, aunque no tanto como para que nos permitan acariciarlos. Nos miran, resoplan, relinchan. Son delgados y ágiles, y de repente, como activados por una fuerza incomprensible, se marchan casi al galope. Más allá distinguimos un burro, de orejas tiesas, ojos como bolas de ébano, panza blanca y un pelaje que está diciéndome acaríciame. Si yo fuera Juan Ramón Jiménez, sabría describirlo mejor. Los Pajares es un conjunto de establos, cuartos de aperos y, precisamente, pajares, construidos con granito </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">hay unos cien</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> y diseminados en 27 hectáreas de prados y dehesas, en los que pastan vacas, ovejas, caballos (y burros). A veces, las construcciones se apiñan, formando repetinas aldeas. Algunas están abandonadas, pero otras siguen vivas y activas. En una vemos un caballo cojo: no puede apoyar una pata trasera, y tiene dificultades para apartarse de la puerta cuando me ve acercarme. En otra Toña nos explica que los cuatro postes de granito que se levantan en el centro, y que parecen dólmenes, servían </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">y siguen sirviendo</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;"> para herrar al ganado, ya fuesen herraduras propiamente dichas, para los cascos de las caballerías, como hierros al rojo, para marcarlas. Leo en un aviso oficial que está terminantemente prohibido llevarse piedras de Los Pajares, ni siquiera de las construcciones abandonadas, derruidas o sin uso (el letrero dice "fuera de uso", pero yo prefiero evitar el horrendo anglicismo). Hacerlo supone expoliar el patrimonio histórico y quedar sujeto a terribles responsabilidades. Paseamos un rato por el lugar, cayendo a veces en terreno empapado y poniéndonos perdidos de barro. Las vacas andan sueltas, con su cachaza habitual, entre repicar de esquilones. Siempre que veo vacas, pienso en mi amigo Agustín Fernández Mallo, que ha manifestado que contemplarlas es uno de sus pasatiempos favoritos, porque le dan paz. Y es verdad: la serenidad que inspiran las vacas es casi narcótica. Entre ellas corretean algunos terneros; uno mama con afán. Las que rumian junto a los estanques se desdoblan en el espejo del agua.<i> </i>Como no tenemos mucho tiempo </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">falta poco para que anochezca</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, emprendemos el camino de vuelta, que, como me temía, es mucho peor que el de ida. Primero hemos de superar, otra vez, a los dichosos perros, que no pierden ocasión de llenarnos de ladridos, y luego la endiablada empinadura de la montaña. Los castigados son ahora los pulmones, que deben acomodarse al ritmo de la ascensión. Pero el esfuerzo que supone tiene algo de adentramiento: uno se concentra tanto en la subida que al final solo existe esa subida y uno subiendo. El pulso se acelera, los pulmones chillan, el cuerpo suda y los ojos, fijos en las sucesivas piedras en las que poner los pies, solo conocen una realidad: la de quien avanza, a solas consigo, desplazando peso (en mi caso, mucho), yéndose a lo alto, a lo hondo, castigándose, purificándose. Además de mi cuerpo en movimiento, solo distingo la rojez con que el sol poniente viste las hojas muertas. El camino que recorro es como la sangre que me recorre a mí. Intoxicado por ese granate fogoso, me paro un momento para contemplar su fuente: en el horizonte, un disco anaranjado, huidizo, herido por los tizones de las nubes. Al cabo de pocos minutos, se ha hundido ya en la negrura que él mismo difunde. Cuando llegamos a Santibáñez el Alto </span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">que ahora me parece más alto que nunca</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">–</span><span style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif; font-size: large;">, aplacamos la sed en un bar. La señora que lo atiende habla a gritos. En la tele echan una serie española. También aquí hablan muy alto: el volumen está a tope. Salimos pronto. En toda la Sierra que se extiende a nuestro alrededor no parece haber un ruido. Hasta el viento se ha callado. </span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-46086852070130840782015-12-21T12:48:00.000+00:002015-12-21T21:35:59.991+00:00En Hoyos y Cáceres<!--[if gte mso 9]><xml>
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<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: large;">Aún no he visto el paisaje que rodea a Hoyos. Me da miedo hacerlo. Llegamos de noche, y estos dos días los hemos pasado en casa o en el coche, camino de sitios. Desde los balcones se advierten manchas pardas o negruzcas en las laderas de las montañas que rodean al pueblo, y los vecinos nos han hablado de zonas arrasadas. Pero aún no hemos comprobado por nosotros mismos los efectos del fuego en los alrededores, casi en las lindes de la población. Hoy lo haremos. Saldremos a pasear después de comer y antes de que oscurezca. La gente de aquí nos ha contado que la noche de la evacuación Hoyos parecía el centro mismo del infierno. Lo que nos desconcierta íntimamente, porque para nosotros Hoyos es el paraíso. Llovían pavesas, cuentan, y el humo lo envolvía todo. Se veían las llamas descender, como un muro que se viniera contra la gente, desde las laderas y los bosques cercanos. Setos y árboles del interior del pueblo se consumían por el fuego. Una palmera de una finca céntrica ardía como una antorcha. En cualquier momento podía prenderse una casa y, con ella, toda la localidad. Por suerte, la piedra, con la que están construidos aquí casi todos los edificios, resiste bien el fuego. Ordenada la evacuación, algunos vecinos se escondían dentro de los coches, o en rincones de sus casas, para que la Guardia Civil no los obligara a dejar el pueblo, y así poder defender su negocio, o su ganado, o simplemente su domicilio. El incendio del verano pasado en la Sierra de Gata es ya, por fortuna, solo un horrible recuerdo, pero sus consecuencias siguen muy presentes en el ánimo de la gente y, como seguramente tendremos hoy ocasión de comprobar, en el paisaje de la zona. Ayer decidimos pasar el día en Cáceres, con amigos. Primero nos encontramos con Javier Pérez Walias y su mujer, Teresa, en Garrovillas de Alconétar, para comer en la hospedería. Garrovillas tiene una de las plazas mayores más bonitas de España –y probablemente del mundo–: amplia, pétrea, coherente, despejada, porticada. Algunas columnas de las que sostienen los edificios están inclinadas, como brevísimas torres de Pisa, pero si eso no inquieta a los vecinos, tampoco tiene por qué inquietar a los visitantes. Recuerdo que en este pueblo conocí, hace años, a una adolescente que había leído a Rimbaud y que me hablaba con entusiasmo de él; también que de aquí es Nuria Rodríguez Lázaro, profesora de literatura española en la Universidad de Burdeos, que he visitado en dos ocasiones, y amiga muy querida. Javier, Teresa, Ángeles y yo damos un paseo por el pueblo, en cuyas calles empedradas apenas hay nadie. Es domingo, y la gente está en casa, o en misa, o votando. Antes de comer, nos tomamos un vino de pitarra en un tugurio de la plaza, con una tapa de hígado. Desde mi infancia, apenas he comido hígado. Es condumio de pobres, visceral, energético. En la hospedería, rehabilitada hace poco, y hoy completamente vacía, optamos por un menú que nos decepciona un poco: la trucha con setas del segundo, que pedimos casi todos, es una lámina finísima de pescado, de la que damos cuenta en un abrir y cerrar de ojos. Por si fuera poco, dos de los cuatro platos en los que nos es servida, están descantillados: a lo mejor que los platos estén descantillados es una característica propia del local, como esas tachas que ciertas tribus indias americanas introducen a propósito en la cerámica y las herramientas que fabrican para que el alma de las cosas no quede encerrada en una perfección excesiva y pueda salir a la vida. Cuando acabamos de comer, decidimos hacer una visita a un monasterio de la localidad en el que venden dulces. Es el Monasterio de Nuestra Señora de la Salud, de monjas jerónimas. Echamos primero un vistazo a la iglesia, que exhibe un hermoso retablo barroco, como tantos otros templos extremeños, y un enorme belén en un rincón. Advertimos alguna desproporción en el tamaño de las figuras: que el Niño sea gigantesco y los pastores minúsculos es una licencia legítima, si se trata de subrayar la presencia y la importancia del Recién Nacido; pero que las ovejas tengan las dimensiones de un dinosaurio ya nos cuesta un poco más de entender. También hay una lavandera mecánica y una catarata como las del Niágara que vierte en una tinaja verde y ocre. Justo detrás del belén se abre un coro, que forma parte del espacio de clausura. Hay cuatro monjas dentro, leyendo libros devotos, suponemos. Dos hablan entre sí. Otras dos están solas, una en una silla, otra en el suelo. Visten hábitos blancos y negros. También donde están es blanco y negro: la luz y la sombra dibujan una escena sin colores, tenebrista, atemporal. No debe de diferir mucho de lo que veían los garrovillanos en 1563, cuando se fundó el monasterio. Por si fuera poco, una monja es negra. Hoy no hay convento en España que no tenga una monja negra o, por lo menos, mulata. Ella es la que nos sirve los dulces que pedimos por una portezuela de madera. Por un precio escandalosamente barato, nos hacemos con unas tartas de almendra, que luego comprobaremos deliciosas, unas yemas y unas magdalenas, que tampoco están mancas. Pensamos en la vida sin sobresaltos, indeciblemente sosegada, que llevan estas mujeres. Un encerramiento absoluto que para mí es más bien un enterramiento. Pero ellas tienen la suerte de creer en lo invisible y yo no. Volvemos a media tarde a Cáceres, donde hemos quedado con Julio César Galán, Mario Martín Gijón y Marco Antonio Núñez. Tengo ganas de ver a Julio y a Mario; a Marco lo conozco de un par de ocasiones y he leído con agrado los sarcásticos relatos que cuelga en su blog de tarde en tarde (si lo hiciera con más frecuencia, quizá no sobreviviría para contarlo). Nos encontramos en un piso desocupado de la familia de Julio, cuyos muebles están cubiertos por sábanas que los protegen del polvo. Eso le da a la reunión cierto aire fantasmal. Para combatirlo, trasegamos gin tónics con alegría adolescente. Julio y Marco han organizado, técnicamente, un botellón: las tónicas son de litro y la ginebra, de garrafón. Por si fuera poco, no hay ni unas almendritas para picar. Pero el carácter proletario de la libación no le resta encanto. En las tres horas que pasamos charlando –y que se acabarán cuando Ángeles me llame, a eso de las nueve, para reclamarme que volvamos ya a Hoyos, que se está haciendo tarde; y en mi casa todos saben que se hace lo que yo obedezco–, hablamos de lo que suelen hablar todos los poetas del mundo cuando se reúnen en número superior a dos: de otros poetas, por lo general para despellejarlos. Asumimos, naturalmente, que eso es lo que harán los otros poetas con nosotros cuando sean ellos los que se reúnan: despellejarnos, pero hay que ser ecuánimes. No nos olvidamos de dedicarles un capítulo especial a los editores de poesía, asimismo objeto predilecto de discusión. Despachamos las elecciones de hoy con algunas consideraciones unánimes: hay que borrar al PP del mapa para que algo mejore, pero todos somos conscientes de que va a ser muy difícil. Después comprobaremos que siete millones de compatriotas siguen considerando que el partido de Bárcenas, la Gürtel, la Púnica, Camps, Matas, Rato y María Dolores de Cospedal, esa demóstenes manchega, es el adecuado para gobernar España. Las tres horas de conversación pasan volando; en realidad, cuando la charla empieza a calentarse de verdad –es decir, cuando estamos listos para hacer verdaderas confesiones– es cuando tenemos que marcharnos. Al llegar a Hoyos, cerca ya de la medianoche, yo aún noto los efectos de los gin tónics, pero seguimos sin ver los del incendio. No importa. Mañana será otro día.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-11756198914980158182015-12-18T08:55:00.001+00:002015-12-18T08:55:44.694+00:00Sexo y poesía<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Así se titula (en realidad, no: el título oficial es "Poesía / Sexo / Poesía", pero yo me atrevo a sintetizar su meollo) la mesa redonda en la que participo hoy. Es uno de los actos programados en las jornadas poéticas que organiza cada año la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, y cuenta con la participación, además, de Valérie Tasso, Roser Amills y Matías Néspolo como moderador. Aunque nadie me lo ha aclarado (yo tampoco he preguntado), supongo que me ha valido estar aquí haber publicado algunos títulos abiertamente dedicados a la poesía erótica, y hasta pornográfica, como <i>La montaña hendida </i>o <i>Seis sextinas soeces</i>. Me acerco al Ateneo, donde se celebran las jornadas, con alguna prevención: las mesas redondas las carga el diablo. Al salir de la estación de los Ferrocarriles de la Generalidad en la plaza Cataluña, me doy de bruces con el espíritu navideño: las Ramblas están adornadas, como cada año, con las luces propias de estas fiestas, pero constato que las de este son espantosas (o deleznables, que diría Rajoy): rostros contrahechos, de aire turbiamente africano, que no sé si representan el empacho de las comilonas o el disgusto por las fiestas. La electricidad que las anima las vuelve aún más aparatosamente deformes. Debajo de ellas otras luces, más pequeñas, se esfuerzan por alcanzarlas: son esos aparatejos fosforescentes que paquis y otros inmigrantes se empeñan en lanzar al aire y recoger a la caída. Nunca he visto a nadie comprarles uno, pero ellos siguen ahí, junto a Canaletas, haciendo subir y bajar incansablemente los diabólicos cachivaches. Son las seis. El acto empieza a las siete, pero he venido antes a husmear novedades en La Central del Raval. Desde que he vuelto esta vez de Londres, todavía no he pasado por ninguna librería. Apenas entrar, me encuentro con Jesús Aguado y una amiga suya. Intercambiamos abrazos y una charla apresurada pero muy cordial. Jesús se lleva una edición de <i>Uvas de la ira </i>(le digo que a mí el título de Steinbeck que más me gusta es <i>De ratones y hombres</i>, que fue magníficamente llevado al cine por Gary Sinise en 1992). Por mi parte, tras mucho mirar, opto por dos títulos binominales: <i>Alarmas y digresiones</i>,<i> </i>una recopilación de artículos de Chesterton recientemente aparecida en Acantilado, y <i>Versiones y subversiones</i>, de Max Aub, una antología apócrifa de uno de los escritores más extraños (y mejores) de la literatura española del siglo XX. Con Chesterton me pasa algo curioso: su figura me interesa mucho y empiezo siempre sus libros con mucha ilusión, pero inevitablemente acaban por decepcionarme. Y no sé bien por qué: no sé si por la frecuente superficialidad de su prosa o por el rechazo que no puedo evitar que me suscite su pugnaz catolicismo. Estoy por trincar también la historia del suicidio que acaba de publicar el enciclopédico Ramón Andrés, asimismo en Acantilado (el espíritu de Vallcorba sigue planeando sobre los libros de la editorial, que los dioses lo bendigan), pero, si lo hago, el presupuesto se me desquicia. Ramón sabrá perdonármelo. Ya es casi la hora, así que me dirijo al Ateneo, en cuya sala Josep Maria de Sagarra se ha de celebrar la mesa redonda. Saludo a los organizadores </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">algunos, viejos amigos, como Albert Tugues; otros, acabados de conocer, como Matías Néspolo</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">, nos tomamos las fotos (y, ay, los selfies) de rigor y pasamos a la sala, es decir, al escenario. Allí habla primero Roser Amills, periodista, escritora y bloguera, que tarda diez segundos en recordarnos que nuestros padres follaban y otros tantos en decir "polla", "coño" y "mamada". Me tranquilizo: ya estamos en harina. Roser reivindica la poesía directa </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">la metáfora, según ella, oculta la realidad</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> y, en general, la franqueza en el tratamiento del sexo en literatura. Valérie, francesa, novelista y sexóloga, célebre por su polémico </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Diario de una ninfómana</i>, publicado en 2003, hace una exposición mesurada, lo que no deja de tener mérito, dado el asunto de que se trata, y disiente de la franqueza exigida por Roser a la literatura: para Valérie, poesía es igual a metáfora. Cuando me toca el turno a mí, varias personas se han marchado ya de la sala: quizá están escandalizadas o quizá iban a una conferencia de cocina y se han dado cuenta de que se habían equivocado de sala. Yo empiezo mi intervención recordando una anécdota de mis <i>sextinas soeces</i>: en una feria del libro, un presunto lector se las tiró a la cara a su editor, mi amigo José Noriega, al grito de "¡Este tío está enfermo! ¡Que vaya al psiquiatra!". Aquello me enorgulleció mucho: que la poesía conserve esta capacidad para alterar los ánimos, para escandalizar, hoy, cuando nada, ni siquiera el gobierno del PP, escandaliza a nadie, es para mí un motivo de satisfacción. Hablo luego de la necesidad, sí, de purificar lo convencionalmente tenido por sucio mediante su exposición abierta, sin reconocer el bagaje opresivo que arrastran las palabras, pero también recuerdo que eso, en poesía, no puede hacerse sin algún nivel de transformación lingüística, y que la metáfora es, a veces, más aún, casi siempre, la forma más directa de vivificar el sentido de las cosas y, por lo tanto, de hacerlas más tangibles y verdaderas. Por otra parte, planteo la duda de si es posible, en rigor, una poesía sexual o pornográfica, dado que la condición de lo pornográfico no la determina la explicitud, sino la exclusividad (algo no es guarro porque contenga sexo, sino porque <i>solo</i> contiene sexo), y la poesía sexual, como toda poesía, se hace con palabras, y las palabras nunca son neutras ni inocentes: siempre acarrean otras cosas —juicios, connotaciones o ecos—, y esas otras cosas necesariamente diluyen la exclusividad del acto descrito o la escena narrada. El debate prosigue algo trompicadamente y se extiende pronto al público —alguien reclama la pervivencia del tabú, porque sin tabú perdemos el placer de violarlo; yo respondo que los tabús son cristalizaciones de valores, y que siempre hay que decidir si todavía compartimos los valores que los sustentan o ya han dejado de estar justificados: el ataque no es, pues, a la existencia de normas, muy necesarias para la convivencia, sino a la vigencia de cada una de ellas—, aunque, como suele suceder en este tipo de actos, cuando están realmente empezando, ya se acaban. Nos hemos pasado de la hora y hay que cortar. Salgo de la sala para saludar a algunos amigos que han asistido a la charla, como mis queridos Aurelio Major, que lo ha observado todo con una sonrisa traviesa detrás de sus quevedos diminutos, y Blanca Ruiz, que ha participado en el coloquio con su entusiasmo habitual. También intercambio algunas palabras con Santiago Martínez, a quien hacía mucho que no veía, y con una vieja amiga de la Facultad, Silvia Rins Salazar. Con Valérie paso también un rato comentando la jugada. Es una mujer inteligente y hermosa que, a mi observación sobre el carácter frío de los ingleses, responde con regocijada añoranza: "Pues a mí me encantaban: tanta depravación debajo de esa superficie inescrutable...". Tiene razón, pero yo aún no he alcanzado a superar la superficie inescrutable, y tampoco sé si quiero hacerlo. Nos vamos luego a cenar todos —menos Valérie, que está algo pachucha de la garganta— al Racó de'n Cesc [El rincón de Paco], un estupendo (y muy caro) restaurante de cocina catalana muy cercano a mi antiguo piso en la calle Muntaner, donde vivimos diez años. En el Racó de'n Cesc he cenado en varias ocasiones: en otras participaciones mías en las jornadas poéticas de la ACEC y cuando invité a comer a los miembros del tribunal de mi tesis doctoral. Es esta una de las tradiciones más despiadadas de la vida académica en España, pero, si uno ha accedido a afrontar el rito de paso de la tesis, la coherencia exige que lo haga con todas sus consecuencias, y los siglos han decantado la obligación de retribuir a los maestros doctores que lo han acogido a uno en su seno con un ágape a la altura de las circunstancias. Al entrar en el Racó de'n Cesc, pasamos todos junto a una mesa presidida por el conseller de Economía de la Generalidad, Andreu Mas-Colell, <i>Mascu</i> para los guionistas del <i>Polònia</i>, en la que se está hablando en inglés. No es extraño: un <i>minesoto</i> como él ha de dominar la lengua de Shakespeare. Desde luego, no da signos de preocupación por la situación política y económica en Cataluña, ni por el apercibimiento del Tribunal Constitucional de que puede ser suspendido de sus funciones si no acata sus resoluciones: examina la carta con una amplia sonrisa y probablemente salivando, aunque esto no puedo comprobarlo. El vino ya está en la mesa: no es Rioja, sino Priorato. A nuestra cena se han sumado Miquel de Palol y Pura Salceda, presidente y secretaria de la ACEC, y dos vocales de la organización, Albert Tugues y María Cinta Montagut, Antonio Beneyto —que anda también pocho, después de algunos alifafes de salud, pero que no ha perdido su perilla mefistofélica, ahora dilatada en barba— y los dos jóvenes poetas que han leído tras nuestra mesa redonda, Maria Sevilla y Unai Velasco. (A Maria la acompaña quien parece ser su novio, con el que disfruta de una chispeante intimidad, pero que no dice nada en toda la cena). Algunos detalles subrayan las diferencias generacionales, muy visibles en el encuentro: tanto Maria como Unai llevan versos tatuados en los brazos; Maria, de hecho, lleva un poema entero, suyo: todos esperamos que no quiera corregirlo nunca. Yo recuerdo a una poeta mexicana amiga mía que se ha tatuado en la rabadilla un hermoso verso de sor Juana Inés de la Cruz: "Óyeme con los ojos". Resulta encantador, pero más discreto y, por lo tanto, más sugerente. Unai y Maria, también, en los apartes silenciosos que se producen después de algunos feroces intercambios sobre el concepto de autoridad —que la mayoría reivindicamos, pero al que Maria, efervescentemente, se opone—, consultan el móvil. Los demás solo consultamos las caras y las palabras de los contertulios. Ah, qué antiguo me siento. Roser, a la que acompaña en la cena su hijo Joan, cuenta muchas cosas y cita, en un momento dado, a una deplorable poeta catalana, amiga suya, que, según deja entrever, le ha hablado pestes de mí. Es lógico: no la incluí en una antología de poetas catalanes que he publicado en el Fondo de Cultura Económica y ella no se abstuvo de escribirme para decirme, con la finura que la caracteriza, lo que pensaba de aquella omisión. Como observa Roser, su amiga siempre dice lo que piensa, y eso se conoce que es una virtud. Pero yo tengo esa sinceridad primitiva por un indicio de trogloditismo y una prueba de mala educación. La buena educación, es decir, la capacidad para convivir razonablemente con los demás, incluso con aquellos de los que discrepas, o incluso que detestas, consiste, precisamente, en <i>no</i> decir lo que piensas. Hay que saber reprimir el yo, que suele ser insoportable: si ya lo es para nosotros, mucho más para los demás. Y no me resisto a contar la anécdota de la muerte del pintor Jackson Pollock, muy adecuada —como también lo es el apellido del interfecto— para una velada como esta, sobre sexo y poesía, que refiere Miquel de Palol: Pollock falleció en un accidente de coche; conducía borracho y mientras una de las pasajeras —había dos en el vehículo— se la estaba chupando: no es extraño que se descontrolara. Lo peor fue que, cuando le hicieron la autopsia a la felatriz, le descubrieron la polla de Pollock en la boca: con la violencia del impacto, se la había arrancado de un mordisco. No se sabe si Pollock llegó a enterarse de la amputación. Roguemos al Señor por que no.</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-28730090434240520762015-12-15T10:44:00.000+00:002015-12-15T23:45:27.774+00:00Dos libros de Jordi Doce<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Jordi Doce es uno de los hombres de letras más completos de mi generación y, probablemente, de todas las generaciones literarias existentes hoy en España: es poeta, traductor, ensayista, crítico, articulista, profesor, antólogo y gestor editorial, y en todas estas actividades raya a gran altura. Como poeta —la poesía siempre es, para todos los que nos dedicamos al pluriforme mundo de la literatura, lo más importante, y por eso mismo también lo más problemático—, Doce acaba de entregar a los lectores la antología <i>Nada se pierde. Poemas escogidos</i>, publicada por las Prensas de la Universidad de Zaragoza —junto con la Editora Regional de Extremadura, la mejor editorial institucional de España—, en la que recoge 77 poemas de su ya larga producción, que empieza con el poemario <i>La anatomía del miedo</i>, aparecido en 1994, y acaba, de momento, con los libros de notas y aforismos <i>Hormigas blancas</i> y <i>Perros en la playa</i>, de 2005 y 2011, respectivamente, ambos excelentes ejemplos de una mente incisiva, una sensibilidad ácuea y una prosa ágil y depurada, aunque los dos estén asimismo teñidos de una intensa coloración lírica. <i>Nada se pierde</i>, que se presenta con una insólita desnudez —sin prólogos ni estudios introductorios, solo complementado por un breve epílogo del autor— es una magnífica ocasión para conocer una obra "en la que las pesas contrapuestas del entusiasmo y el desencanto han sabido encontrar (...) un punto de equilibrio, lejos de la ferocidad impaciente de los primeros años [y del] paisaje de cenizas que sucedió a la publicación de <i>Gran angular</i> en 2005", como señala el propio Doce; una poesía vertebrada por las mejores tradiciones —de Octavio Paz y José Ángel Valente a la poesía anglosajona contemporánea—, y en la que se cohonestan la pausa meditativa y el deslumbramiento mundano en una dicción que tiene el mérito de ser, a la vez, sosegada e impetuosa. Pero, con tratarse de un libro interesantísimo, hoy quiero dedicarle una atención especial a otro que ha publicado casi al mismo tiempo que este, y que revela o, mejor, documenta otra vertiente del letraherido polifacético que es Jordi Doce: la de entrevistador. Me refiero a <i>Don de lenguas. Entrevistas literarias</i>, el conjunto de interviús que hizo Jordi a varios importantes autores europeos —dos de ellas en colaboración con Esther Ramón y Rafael José Díaz— cuando era editor del Círculo de Bellas Artes de Madrid, entre 2007 y 2011 (más una, al estadounidense Paul Auster, en 2002). Todas ellas han visto ya la luz en <i>Minerva</i>, la revista del Círculo —y la de Auster, en <i>Letras Libres</i>—, pero ahora se recogen en este libro de formato pequeño pero pulcra edición, lo que pone de manifiesto su coherencia y las dota de unidad. Los autores entrevistados son Philippe Jaccottet, José Manuel Caballero Bonald, Umberto Eco, Cees Nooteboom, Seamus Heaney, Paul Auster, Adam Zagajewski y John Burnside. En <i>Don de lenguas</i>, Doce demuestra que el secreto de una buena entrevista, verse sobre lo que verse, incluso sobre versos, como la mayoría de las que aquí se reúnen, no es otro que una preparación adecuada —es decir, una lectura reflexiva de la obra del entrevistado— y un clima favorable. Y no me refiero, claro, al tiempo que haga cuando se realiza, sino a la atmósfera de complicidad y entendimiento que es necesario crear, y que no excluye la pregunta punzante o la discrepancia educada. Habituados a la documentación lábil o, sin más, inexistente de tantos preguntadores atolondrados, las cuestiones que plantea Jordi Doce son tan pertinentes como fundamentadas, y, a menudo, con una entidad de pensamiento que las hace atendibles por sí mismas, sin necesidad de respuesta; aunque precisamente por eso suscitan respuestas inteligentes. No es necesario ponderar la altura intelectual de los entrevistados, entre los que se cuentan un premio Nóbel y un premio Cervantes, ni la diversidad de lenguas con que trabajan. Todos hacen aportaciones relevantes. Jaccottet —que tiene "la mueca pensativa y curiosa de un pájaro", especifica Doce— afirma algo que suscribo enteramente: "Nada que no haya sido vivido ha tomado forma como poema. Tengo que partir de algo sentido con intensidad (...) [y] al final siempre llego a algo en lo que, muy en el fondo, está lo invisible". Caballero Bonald comparte el lamento de Jack London: "Mi error fue un día abrir un libro" y reivindica la poesía como el reino de las imágenes: "el pensamiento lógico se subordina (...) a la intuición iluminadora". También, "que la poesía tiene algo de violencia contra uno mismo, contra la propia intimidad", una afirmación que disiente, o acaso confirma sutilmente, la anterior de Jaccottet. Caballero Bonald también facilita algo muy interesante de estas entrevistas: discrepar. Por ejemplo, él cree que "Barral es un gran poeta muy mal conocido, muy mal leído", y yo opino que Barral es un poeta muy mediocre, que, si es mal conocido o mal leído, quizá sea porque es malo: no hay por qué suponer tan tontos a los lectores. Umberto Eco es el que menos atención presta a la poesía —aunque no deja de recordar su pasado poético— y el más pugnaz, el que más choca con los planteamientos del entrevistador. Frente a una pregunta sobre la proliferación de blogs en internet como forma de objetivar la realidad, Eco responde: "No, no, es otra cosa. (...) Me parece que Internet busca una cura para la enfermedad que ella misma ha causado. La primera enfermedad que ha causado Internet ha sido la soledad (...) la horrenda soledad de Internet, contra la cual se reacciona con esta búsqueda de sociabilidad, en la que yo comparto mi subjetividad del discurso con otros". El holandés Cees Nooteboom —cuya "mueca de recelo", especifica esta vez Jordi Doce, siempre atento a los gestos faciales, "no tarda en disolverse en el agua de la conversación"—, acude a una cita feliz de Marianne Moore —la literatura son "jardines imaginarios donde se posan sapos de verdad"— y subraya dos ideas esenciales de la creación poética contemporánea, que como poeta suscribo totalmente: no queremos "poesía poética", y se escribe para descubrir lo que uno piensa, como también ha afirmado Antonio Gamoneda: "yo solo sé lo que he dicho cuando lo he dicho". Otra afirmación de Nooteboom tiene, además de un valor estético, un sentido moral: "Cuando tengo un vínculo serio, siempre resuelvo ir en otra dirección". En efecto: uno ha de apartarse de lo encauzado, incluso de lo encauzado por uno mismo, si aspira a descubrir algo sobre sí o sobre el mundo. Como decía Caballero Bonald, hay que doblarle el brazo a las convicciones íntimas, y hasta asfixiarlas. Heaney cita a Yeats para destacar el trabajo —y la intuición— que requiere un buen poema: "Un solo verso puede llevarnos horas (...), / pero si no parece algo pensado en un instante / todo nuestro coser y descoser es en vano...", y subraya también la importancia del <i>fore-conceit</i>, "el pre-concepto", esto es, lo preverbal, "donde se realiza gran parte de la obra. La amplificación verbal, el acto de encontrar las palabras y su traslación al papel vienen en segundo lugar, ya que en ese momento pasas de la potencia al acto, pero sin la concepción inicial, sin el fogonazo de la posibilidad, no puede haber potencia". Paul Auster —al que Jordi Doce caracteriza con "los ojos tan saltones como las ojeras, (...) la boca teatral", y que "se mueve con intensidad, como pidiendo al aire que le abra hueco"— hace unas declaraciones especialmente iluminadoras, ancladas en su experiencia íntima de escritor. Como Caballero Bonald, como Nooteboom, considera fundamental "la exigencia de desafiar mi propia técnica, de entrar en territorios donde no me siento seguro. A veces incluso necesito escribir lo que parece una completa estupidez, o al menos correr ese riesgo, correr el riesgo de que lo que escriba sea una estupidez". Frente a tantos escritores que solo encuentran consuelo en el cultivo perseverante de lo ya hecho, los mejores procuran siempre apartarse de lo ya hecho, aun contra sí mismos, o sobre todo contra sí mismos. Auster insiste en ello y en la dimensión ética de esa posición: "Como escritor me veo en la necesidad y la obligación de romper moldes constantemente. Creo que es casi un deber moral". Por último, Jordi Doce entrevista conjuntamente a Zagajewski y a Burnside, en un diálogo a tres de alto voltaje conceptual que empieza después de que "los ojos astutos y vigilantes" del polaco se hayan encontrado con "la corpulencia risueña" del escocés. Zagajewski destaca "la energía que brinda la aparición de lo novedoso", pero también la necesidad de que el poema nunca deje de estar vinculado con la realidad: "Si tratas de hallar lo sublime, tienes que tener cuidado de no alejarte mucho de la concreción de tu vida". Como Ezra Pound, el autor de <i>En defensa del fervor</i> cree que la palabra "manzana" siempre es más bella que la palabra "belleza". No obstante, la actual proximidad casi obligada del poema con la conversación no le parece recomendable: "A veces lo intenta en exceso, no tiene metáforas, simplemente fluye como un chat de Internet. Así que yo pediría a cambio algo de artificialidad". Por último, hace una observación certera y lacerante, que todos deberíamos aplicarnos a corregir: "La gente habla de poesía, pero no se molesta en leer a otros poetas". Por su parte, Burnside considera el poema lírico un "viaje", como consecuencia del cual quizá se llegue a otro mundo. Para él, siguiendo a Heaney, la poesía es "captar la música de lo que sucede", una definición con la que podría estar de acuerdo un japonés. Y esa música no siempre se acomoda a los moldes existentes: "Hay gente que dice que, si el poema no se adhiere a ciertas normas preestablecidas, no es un poema. (...) Pero algunas cosas emergen con una urgencia que no encaja en ese molde. Y ¿cómo construyes algo nuevo dentro de un molde antiguo?". La entrevista —y el libro— se cierran con una crítica al papel de la crítica: "Lo que ahora se reseña en los suplementos es porque tiene éxito, y si es así habrá que prestarle atención, no al revés. Se ha invertido el sentido del circuito cultural".</span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-85197546028428223152015-12-13T15:40:00.000+00:002015-12-13T15:44:20.239+00:00Las elecciones del 20 de diciembre<!--[if gte mso 9]><xml>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Vuelvo a España y aterrizo en el patio de Monopodio
de la campaña electoral, con la sensación del paracaidista que, desviado de su objetivo por un viento inesperado, cae en pleno campo de batalla, rodeado de
explosiones, enemigos feroces y cargas a la bayoneta. Antes, las campañas
electorales eran algo previsible y hasta rutinario: a las doce de la noche del
día en que empezaban, los líderes de los partidos pegaban, risueños, el primer
cartel electoral, todos recibíamos en casa voluminosos sobres con la publicidad
de las distintas formaciones, y a los mítines, de los que daban puntual cuenta
los telediarios, solo acudían los que ya estaban convencidos y querían
demostrarlo aplaudiendo con fervor la arenga del jefe. Luego votábamos y a otra
cosa, mariposa. Hoy la batalla electoral se libra en la televisión y las redes
sociales. Como en las redes sociales no estoy, no me preocupan. Pero es
imposible mirar la televisión (o escuchar la radio) sin caer en algún debate, o
en alguna vociferante tertulia, valga la redundancia, o en alguna entrevista a
algún líder político (o, todavía peor, en alguna participación suya en un programa de variedades). Y, como resulta que se han multiplicado los partidos
políticos con opciones reales de conseguir el poder, los programas dedicados a
ellos, a sus programas y a sus líderes han cobrado proporciones de epidemia. En
ellos se habla –o se grita– de los programas, sí, pero ya sabemos todos que los
programas nunca han tenido demasiada importancia en las campañas electorales y
menos aún en el ejercicio del gobierno. El programa del PP de las anteriores
elecciones generales es un ejemplo paradigmático: se ha incumplido
rigurosamente: el gobierno se ha aplicado a incumplirlo con la dedicación de Job,
más aún, con la abnegación de la madre Teresa de Calculta, pero eso no parece
haber disuadido al 30% de electores –muchos millones de españoles– que, según
las encuestas, están dispuestos a seguir votándolo. Aquí la gente vota, llena
de entusiasmo, a quien no ha hecho lo que ha dicho que haría. Pero, si el programa
no cuenta, salvo para dar una pátina de respetabilidad a las imbecilidades que
muchos defienden, la televisión y los debates cuentan mucho. Lo que uno siente
ante esta proliferación de algarabías y discusiones es que todos representan un
papel: la política es el retablo de las maravillas de la vida social. Y es un
papel pautado por el imperio de los partidos: todos son personas, en el
sentido etimológico de la palabra –<i>máscara</i>–,
pero nadie lo es en realidad, porque las personas, las de verdad, se
caracterizan por sus inseguridades y sus incertidumbres, por sus ignorancias y
sus contradicciones, y aquí nadie ignora nada, nadie está inseguro de nada:
todos son militantes disciplinados; todos tienen la respuesta preparada por
sus organizaciones; todos han memorizado el argumentario que suministran a
diario los partidos, y, si no lo han hecho, da igual: su visión, a fuerza de constreñirla a los estrechos moldes de lo que hay que defender, responde ya
naturalmente a la doctrina exigible. El pensamiento individual, la frágil pero
riquísima conciencia humana, cede y se acomoda a la ideología, dejándose en esa
adscripción lo mejor de sí, la autenticidad de la crítica, la honradez de la
objetividad, la delicada textura de lo singular. ¿Y quiénes militan en estas
prietas filas, quiénes se hacen ventrílocuos de las doctrinas y los catecismos, quiénes abrazan
una parte exigua de la realidad y desdeñan todas los demás? Pues gente entregada
a la causa, y toda causa es dogmática: toda causa excluye una comprensión
porosa del mundo y una incorporación ecuánime de los valores del mundo, aunque
no sean los nuestros. Gente, por otra parte, ejecutiva y mayormente técnica,
que cifra en los lenguajes codificados y en las respuestas automáticas su
estar en la comunidad. Uno advierte, escuchando a los representantes,
portavoces y gerifaltes de los partidos, que casi ninguno lee por el placer de
hacerlo, que casi ninguno da muestras de que le importen la cultura o el arte, y que ninguno razona por sí mismo. No tienen tiempo para eso: están
demasiado ocupados aplicando los conocimientos que les inculcaron en las
escuelas de negocios, o empapándose de datos contenidos en informes llenos de gráficos y cifras, o estudiando las estrategias del partido para afrontar los
debates electorales. ¿A quién tenemos, pues, en esa línea de combate que se ha
de resolver el próximo 20 de diciembre? En primer lugar, a Mariano Rajoy, ese
caballero de provincias que lleva 30 años en los distintos escalones del
poder, y
cuyas únicas aficiones conocidas son el Real Madrid, fumar puros, jugar al
dominó con los jubilados de los pueblos cuando llegan las elecciones y evitar
rendir responsabilidades. Mariano es, como se sabe, registrador de
la propiedad, y los registradores de la propiedad tienen tanta audacia y tanta
capacidad de innovación como los sepultureros. Presume, a falta de otros
méritos, de seguridad y experiencia, dos de los principales valores de todos
los conservadores del mundo, pero, por eso mismo, dos valores a los que, cuando
el país ha alcanzado un determinado nivel de descomposición, hay que atribuir
la importancia justa: ninguna. Al fin y al cabo, los procuradores en Cortes del franquismo
eran políticos muy expertos –algunos se pasaron casi 40 años siéndolo–,
pero eso no sirvió para que el país prosperase. Mariano es, además, el
responsable último de la corrupción que ha anegado a su partido en esta
legislatura, aunque no se ha limitado a ella: se ha manifestado ahora, pero
proviene de hace décadas, cuando mandaban José María Aznar y hasta Fraga
Iribarne, y los tesoreros del partido habían establecido algunas sólidas
tradiciones, que no han hecho sino perpetuarse y aumentar: llevar otras
contabilidades, traficar con donaciones y dinero negro, dar aguinaldos en
sobres, engordar cuentas corrientes en el extranjero. Pero el PP no es solo el
registrador de la propiedad que lo preside: también brillan con luz propia
otros dirigentes, como mi admirada María Dolores de Cospedal, cuya comparecencia
para explicar el “finiquito en diferido” a Bárcenas es un ejemplo inmarcesible
de claridad de ideas y oratoria refinada, y a la que hace un par de días escuché en
la televisión criticar a los que no tienen las ideas claras y no saben decir lo
que piensan; o Soraya Sáenz de Santamaría, de la que, por razones que se me
escapan, todos hablan con admiración: la vicepresidenta es solo una joven muy
estudiosa –una opositora nata– y fortalecida por la fe, a la que no se le
conoce una idea propia, pero que, eso sí, expresa las del manual que se haya
empollado con una convicción sacramental. Soraya siempre sonríe, aunque esté
anunciando que a los parados se les
reducen las prestaciones o que quienes no puedan pagar sus hipotecas no van a
poder escapar del desahucio: Soraya, suceda lo que suceda, está encantada ser
vicepresidenta. Por eso sonríe siempre. Conocí muchas como ella en la Facultad
de Derecho: niñas de buena familia, muy católicas, muy trabajadoras, muy
vacías. Más allá de estas perlas, tenemos a la bisutería de la derecha:
Ciudadanos y sus camadas de jóvenes garridos, aguerridos y con desparpajo que proclaman la
buena nueva de que el centro político, huérfano de cultivadores desde Adolfo
Suárez, ha vuelto. Pero el centro solo es refugio de la derecha avergonzada de
serlo. También conocí a algunos como Rivera en Derecho, que, como puede verse,
me fueron más provechosos como experiencia sociológica que como aprendizaje
jurídico: con garbo personal y facilidad de palabra, pero sobre todo con la
seguridad de ser más guapos, más modernos y estar mejor vestidos (o, en el caso
de Rivera, mejor desnudos) que cualquier otro. Albert Rivera y sus adláteres,
como la por otras razones admirable Inés Arrimadas, son construcciones huecas,
brotadas al calor de la decadencia y la indignación, bajo cuyos perfiles
aseados pero anodinos se esconde un espíritu conservador. También hay, en estos
partidos emergentes, figuras atrabiliarias, como el jupiterino Girauta, hoy
aparcado en el Parlamento Europeo, pero que amenaza con volver. Estos
personajes, sin embargo, dan pintoresquismo a las formaciones y solo hacen daño
si se les deja: nuestro escenario político está lleno de cementerios de
elefantes a donde pueden ser enviados, con perjuicio para el contribuyente,
pero en beneficio de la salud pública, como saben bien Alejo Vidal-Quadras y
tantos otros. Hacia la izquierda, encontramos a Pedro Sánchez, el
invento de la mercadotecnia socialista para rejuvenecer el partido y su
mensaje. Tras la decepcionante experiencia de Zapatero y el fracaso de
Rubalcaba –dos nítidos representantes, sobre todo el segundo, de la vieja
guardia, y ambos escasamente apolíneos–, era necesario dar con alguien poco
pringado en la gobernación y presentable en un estudio de televisión. Sánchez
es intercambiable con Rivera, aunque sus colores sean diferentes: ambos
transmiten novedad y resolución, y Sánchez, por si fuera poco, tiene la mandíbula
más cuadrada. Sus discursos son los previsibles, aunque proclamen el cambio,
porque, si la revolución ha sido asumida por una organización a la que se debe obediencia,
también la revolución se vuelve obediente, es decir, nula. Sánchez da la
tabarra sobre la renovación que piensa introducir en las instituciones, pero
uno se pregunta por qué él y su partido no la han introducido ya cuando han podido hacerlo. El
candidato socialista perora con mucha desenvoltura, pero también, sospecho, con
escasa autenticidad. La autenticidad –que es la forma modesta de la verdad– es
la gran ausente de la vida política española. A uno le gustaría que el PSOE, si
gobernase, hiciera muchas de las cosas que promete, pero se ha convencido ya de
que si, por ejemplo, no ha denunciado todavía los acuerdos con la Santa Sede,
no lo hará nunca, a pesar de los resueltos –e interesados– alegatos de Sánchez.
Y por fin tenemos a Podemos, que ha reunido a muchos de los genuinamente
indignados por la putrefacción de la vida política y las injusticias cometidas
por los gobiernos del PP, pero que, en su estructura de mando –pese a los <i>círculos</i>, tiene estructura de mando, y
acaso más estalinista que ninguna–, está copada por un pequeño grupo de
comunistas enmascarados, cuyo modelo de gobierno ha sido, y sigue siendo
–aunque a ellos les interese ahora negarlo–, el gobierno bolivariano de
Venezuela. Pablo Iglesias tiene fuerza dialéctica y, a la vez, serenidad de
ánimo, y eso le beneficia en un país acostumbrado al griterío y la barrabasada,
pero bajo su coleta no hay otra cosa que el pensamiento de Antonio Gramsci, y
eso no augura nada bueno. Los que ya tenemos una edad, recordamos a figuras como
la suya, y, de nuevo, retrocedo a mis buenos y viejos tiempos de estudiante de
Derecho para rememorar aquellos líderes rojos, militantes de grupúsculos
maoístas o trotskistas, y partidarios inconmovibles de la revolución, que nos
arengaban en las asambleas y no dejaban de proponer que derrocáramos el orden
burgués. Nosotros los escuchábamos con fascinación, hasta que culminaban la
proclama animándonos a acompañarles en su salida a la Diagonal para pegarse
con los grises, momento en el cual se desvanecía nuestra fascinación y nos
dirigíamos todos al bar. Iglesias puede que no sea ya maoísta ni trotskista,
pero conserva todavía el espíritu incendiario de la izquierda dogmática. Su
discurso incurre en los mismos tics –en las mismas falacias, automatismos y
previsibilidades– que sus colegas de derechas, aunque sostengan posiciones
antagónicas, y en su gobierno, si alguna vez llega a ejercerlo, se mezclarán
estruendosamente las catástrofes causadas por su ideología y las renuncias a que
les obligará el sistema. Yo, a pesar del gallinero en el que nos encontramos y
de las pocas esperanzas que me inspiran los partidos, estoy contento, porque
pensaba que no iba a votar y sí voy a poder hacerlo. Pedir el voto por correo
desde Gran Bretaña es dificilísimo: el PP y el PSOE se aliaron la pasada
legislatura para cambiar el sistema existente a otro de “voto rogado”, cuyos
plazos y requisitos hacen prácticamente imposible que la ingente colonia
española en el extranjero pueda ejercerlo. Así que ya me había hecho a la idea
de abstenerme, forzosamente, en esta ocasión. Pero hace dos días escuché en el
telediario del mediodía que el plazo para pedir el voto desde España acababa aquella misma tarde. Salí corriendo a mi estafeta de Correos y presenté la
solicitud correspondiente. Si la burocracia no lo impide, depositaré mi voto para las próximas elecciones. Y ojalá sirva para echar del poder a un gobierno tan
corrupto, incompetente, alelado y vergonzante como el del Partido Popular.</span><span style="font-family: "georgia";"><o:p></o:p></span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-66075055475631069342015-12-11T08:40:00.002+00:002015-12-11T10:34:13.185+00:00Luis Javier Moreno, el hedonista triste<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Hace dos días supe en Londres, por la prensa </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Ignacio Sanz firmaba su obituario en </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>El País</i>—, que había muerto Luis Javier Moreno. Su nombre quizá no diga mucho a los lectores de poesía, pero, para los que lo conocimos, era sinónimo de bonhomía, honradez e inteligencia. Yo tuve esa suerte —conocerlo— hace muchos años ya, gracias a nuestra común amistad con otro gran poeta y ser humano, Tomás Sánchez Santiago. Los dos eran compadres de antiguo y Tomás quiso que yo también participase de aquella hermandad. Y así lo hice. Visité a Luisja —así le llamaban los más próximos y me atrevo a llamarlo yo hoy también— en Segovia y paseé con él por la hermosa y acuedúctica ciudad. O, mejor, él me paseó: me llevó a varias tabernas, a cuál más inmunda, pero todas con excelentes boquerones y morapios devastadores </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">aunque Luisja prefería la cerveza, que trasegaba sin fin discernible</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—;</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> me asomó a plazuelas y rincones inverosímiles; y me llenó los oídos de una palabra humeante y fraternal, salpicada de risotadas que lindaban, paradójicamente, con la sonrisa, o que tenían la calidad de la sonrisa. También recuerdo a dónde no me llevó: a la catedral, en la que había que pagar para entrar. "Es que darles dinero a los curas...", especificó, sin llegar a especificar. No pude por menos que aplaudir su resolución, que debía de causarle algún sufrimiento, </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">teniendo en cuenta su pasión por el arte </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Luisja era un apasionado de la pintura y sabía, como me dijo una vez, cuánto agradecían los pintores que alguien escribiese cosas cuidadosas, con sentido, sobre lo que hacían</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">,</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"> aunque confieso que no me habría importado ver el templo por dentro. Durante algún tiempo nos estuvimos carteando e intercambiando libros: sus misivas eran siempre irónicas y afables, aunque, de nuevo, destacaban también por lo que no eran: cajas de resonancia del yo. Luis Javier mantenía su ego, ese monstruo peludo con el que convivimos todos los escritores, razonablemente domesticado, algo muy meritorio. Él era expansivo y a veces grandilocuente, pero su extroversión nunca oprimía a los allegados, sino que, por el contrario, los sosegaba y divertía. Le gustaba beber, comer y conversar, y su cultura poética estaba a la misma altura que su afición gastronómica. Parecía animado siempre —pese a sus más recientes tristezas, vinculadas con la enfermedad y el declive físico— por una <i>joie de vivre</i> muy castellana, aunque esto parezca una contradicción. Pero sí: Luis Javier Moreno era depositario de una alegría raigal, vinculada a la tierra y a los placeres elementales, pero imbuida asimismo de un goce contagioso por la palabra, de una satisfacción contenida pero inenarrable por estar vivo. Como poeta, escribió mucho y publicó no poco, pero, a pesar de que algunos de sus libros ganaron premios importantes —como el Rafael Alberti, el Jaime Gil de Biedma, en su primera edición, y el Antonio Machado— y aparecieron en las mejores colecciones —<i>El final de la contemplación</i>, en Visor, en 1992; <i>Cuaderno de campo</i>, en Hiperión, en 1996; y <i>Figuras de la fábula</i>, también en Hiperión, en 2012—, nunca alcanzó un predicamento mayoritario: su poesía se movía en un ámbito lateral, a veces subterráneo; pese a sus rotundidades, Luis Javier conservaba un perfil esquivo, una ambigüedad sinuosa, una oblicuidad provincial. Entre sus numerosas publicaciones, yo conservo algunas con especial cariño, como los dos títulos que publicó en la mítica Balneario Ediciones: <i>Época de inventario</i> (1979) y <i>En tierra</i> (1983). El primero lo encontré en una conocida librería de viejo del barrio de Gracia, de Barcelona, cuyo dueño tenía (y sigue teniendo: lo digo para general conocimiento de la grey poética y, en particular, de quienes se complacen en regalarle libros, pensando con que los conservará como bienes preciados) la aborrecible costumbre de vender las obras que los poetas le habían dedicado personalmente sin tener siquiera la misericordia de arrancarles las páginas de respeto con los autógrafos; el segundo, saldado en otra librería, largamente extinguida ya, del Portal del Ángel de Barcelona, con otros títulos de la misma colección. Conservo con gusto también el cuadernito de "La Borrachería" que le publicaron otros amigos comunes, como mis queridos Máximo Hernández y Juan Luis Calbarro, en 1997, y que tiene el encanto de lo modesto y lo próximo, de la cálida artesanía de los compañeros. Y muchos más libros, como <i>Poemas de Segovia</i>, un compendio de poemas sobre la ciudad en la que había nacido, en 1946 —cuando protesté por la levedad de algunos sitios en los que había publicado, zanjó: "Pero es obra publicada, y eso es lo que importa"</span><span style="font-family: georgia, 'times new roman', serif; font-size: large;">—</span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">; <i>324 poemas breves (1965-1985)</i>, compuesto enteramente por composiciones de menos de 10 versos; <i>Rápida plata</i> y su traducción al portugués; <i>Rota</i>, sobre la ciudad de Cádiz en la que había sido profesor de bachillerato; y una voluminosa <i>Segunda antología (1967-2007)</i>, </span><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">que da cuenta de una obra que se extiende a lo largo de 40 años. Hay que recordar que Luis Javier Moreno fue también prosista y traductor. Su estancia de dos años en Iowa, como becario Fulbright, a mediados de los 80, le permitió conocer el inglés lo suficientemente bien como para firmar excelentes versiones de Robert Lowell y Theodore Roethke. Llevaba tiempo sin saber de Luis Javier: ver su nombre anteayer en las necrológicas del periódico fue como recuperar de golpe a un viejo amigo, para simultáneamente perderlo: recordarlo para que ya solo sea recuerdo. Pero recuerdo vivo, ambulante, sensato, risueño, cordial: todo lo que eran Luis Javier Moreno y su poesía. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Transcribo ahora uno de sus poemas breves, que me parece especialmente adecuado en estas circunstancias:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Contra la realidad</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Debería pensar para darme sosiego</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>que todo se termina, que así es todo,</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>que tras de la cosecha de la fruta</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>el otoño despoja y anticipa</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>la desnudez perfecta del invierno,</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>que no es en sí un final, sino un principio,</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>el bello invierno de la luz exacta,</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>del frío que devuelve su contorno a las cosas.</i></span></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-1319637380287409327.post-33239716344012530332015-12-10T06:50:00.003+00:002015-12-10T06:50:36.320+00:00Un poema de John Latham<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Las <i>charity shops </i>siguen procurándome alegrías sin cuento. En la última que visité, en Pimlico -había ido yo a visitar al médico, que me había comunicado la feliz noticia de que soy diabético-, me encontré un ejemplar de <i>The Faber Book of Blue Verse</i>, en edición de John Whitworth, de 1990. Mi primera preocupación fue averiguar qué era el <i>blue verse</i>, el "verso azul". ¿Quizá una antología sobre el mar? ¿O sobre el cielo? Pues no: se trata de una antología de poesía erótica. Y a mí me gusta mucho la poesía erótica (y el erotismo, en general). Nunca habría dicho que en inglés el verso erótico fuese <i>blue</i>. No necesité pensarlo mucho para quedármela, aunque los precios en esta tienda suelen ser más caros que en las demás. La selección de poetas es un poco errática, porque pretende ser una antología universal, pero el 95% de los antologados son británicos o americanos. La representación del resto del mundo se confía a un puñado de latinos -Marcial, Catulo, Ovidio, Petronio-, a Pietro Aretino -el autor de los descacharrantes sonetos lujuriosos- y a dos franceses: Villon y Verlaine. Naturalmente, no hay ni un solo portavoz de las letras hispánicas, que tradicionalmente se han visto en los países anglosajones, con manifiesto error, como carentes de toda literatura procaz. Entre los poemas que he leído ya, muchos me han interesado, pero el que transcribo y traduzco a continuación me ha parecido especialmente ingenioso. Lo firma John Latham, a quien no tengo el gusto de conocer.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>Discuss the Influence of Posture upon Bodily Function. Give up to Twelve Examples.</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">(University of Manchester Final B. Sc. Honours Paper in Physiology)</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>It's hard to spit far when you're doing the limbo</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>to make love to a horse if your arms are akimbo</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>to defecate cleanly while stood on your head</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>to chew your left buttock if lying in bed.</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>If you glide under water it's tricky to sneeze.</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>It's hard to lick earlobes when down on your knees.</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>When you stand on one leg it's not easy to piss.</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>If you hang by the neck it's less simple to kiss.</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>You can't hp with your knees in a sideways direction.</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>If you sit on your balls you may gain an erection.</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>You can't walk a tightrope while doing the splits.</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><i>If you lie on your stomach you can't swing your tits.</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Discute la influencia de la
postura en las funciones corporales, con un máximo de doce ejemplos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">(Trabajo de final de licenciatura en Fisiología por la
Universidad de Mánchester)<o:p></o:p></span></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Es difícil escupir a distancia bailando el limbo<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">hacer el amor a un caballo con
los brazos en jarras<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">defecar con pulcritud en la
posición del pino<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">morderte la nalga izquierda si te has metido en la cama.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Si buceas es complicado
estornudar<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y muy duro chupar lóbulos de
rodillas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">A la pata coja no es fácil
mear.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Si cuelgas del cuello es menos
factible besar.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">De rodillas no puedes saltar a
un lado<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y sentado sobre las pelotas
quizá tengas una erección.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">Tampoco puedes ir despatarrado
por la cuerda floja <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span lang="ES"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif; font-size: large;">y tumbada boca abajo es
imposible menear las tetas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<br /></div>
eduardo mogahttp://www.blogger.com/profile/04474943325268195645noreply@blogger.com0