Basilio Sánchez es uno de los mejores poetas de la Generación de la Democracia —su primer libro, A este lado del alba, que fue accésit del entonces prestigioso premio Adonáis, data de 1984—, cuyo carácter, cuyo sentido pudoroso de la literatura y cuyas otras ocupaciones —Basilio es médico en un hospital de Cáceres— le han mantenido, quizá, en un relativo apartamiento, en cierta penumbra, en el mundo de la poesía, aunque su ritmo de publicación haya sido, desde principios de los 90, bastante alto, y todos sus libros hayan visto la luz en colecciones y sellos relevantes: su poesía completa, por ejemplo, Los bosques de la mirada, Poesía reunida 1984-2009, apareció en Calambur en 2009. Da a conocer ahora, en Pre-Textos, este volumen misceláneo, que recoge tanto textos inéditos como algunos otros ya publicados en entregas anteriores. Lo misceláneo está de moda: la mezcla, la hibridación, el fragmento, responden adecuadamente al sentido alineal que han adquirido las cosas en la posmodernidad, que reproduce, si no estoy equivocado, el propio zigzaguear del pensamiento y, a la vez, el reblandecimiento de las certidumbres, la relatividad de los discursos. Pero el desafío de lo misceláneo radica en que no lo parezca, es decir, en que sostenga otra suerte de coherencia, en que se revele como otra forma de lo sólido. Y eso Basilio lo hace a la perfección. En La creación del sentido reúne poemas en prosa, apuntes metaliterarios, entradas de un diario personal, breves ensayos sobre estética, trazos de una poética, fragmentos de unas memorias y pinceladas autobiográficas, entre otros textos de, felizmente, difícil clasificación. Sin embargo, esta multiplicidad de aproximaciones al lenguaje y a la vida —si es que son dos cosas distintas— no se dispersa en una nebulosidad variable, sino que se mantiene firmemente anclada a la realidad de la experiencia (y no me refiero, Dios nos asista, a la escuela poética así llamada, sino a la experiencia vital y a la de la literatura). Tres son las anillas de esta fijeza: la poesía, la reflexión sobre la poesía y la memoria, las tres enhebradas, a su vez, por una prosa firme, educada, elegante. Basilio analiza el hecho de la creación literaria desde su propia experiencia como lector y luego como escritor (así debería ser siempre: leer primero y después escribir, y no al revés, como muchos parecen hacer, o, aún peor, escribir sin leer, ni antes ni después): el arte y la biografía se juntan, pues, para explicar el poeta que Basilio es hoy. En ocasiones lo hace con espíritu introspectivo y, no es de extrañar, hasta científico, y, en otras, con palabras que hablan de la poesía siendo poesía, una poesía que, en su caso, siempre es silenciosa y susurrante, límpida y penumbrosa, despojada pero repleta. Me ha interesado mucho su análisis de la evolución que ha experimentado, desde sus primeras lecturas —las que lo lanzaron a la arena de la poesía— de Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Walt Whitman y Claudio Rodríguez, entre otros autores de voz briosa y proliferante, hasta su descubrimiento de Antonio Machado, que le allanó el camino a un discurso y un tono propios. Escribe Basilio en "El galápago viejo", una de las piezas más interesantes del conjunto: "Desde el principio he querido escribir como si murmurase a alguien al oído, con la cercanía de las confidencias insoslayables y la mayor naturalidad posible, sin destemplanzas ni estridencias. 'Nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un moribundo', decía Henri Pichette". La defensa de la mesura y la claridad que hace Basilio no es incompatible con el ejercicio de la complejidad y, sobre todo, con la aceptación de la oscuro —que no deja de ser otra forma de claridad, y aun la más radical— como un elemento más de la psique y las pasiones del alma, como otra dimensión, ineludible y enriquecedora, de la realidad. Su obra reivindica lo diáfano, lo preciso, lo equilibrado, pero sin futilidad, sin desgana lingüística, sin humildad artificiosa, sin ingeniosidades vacuas, sin tópicos. En el enumerativo "Imágenes en un espejo roto", Basilio escribe así: "La ortiga religiosa, la zarzamora mística, el espino sagrado. (...) Las cartas que se pierden en las hospederías, el anillo que se tira a los peces, la loza triturada y la madera reducida a ceniza de los represaliados. La varilla de iridio de los justos, la medida de lo bueno y lo malo. La invención de la lluvia en las cornisas, la capilla del bosque en la que viven hacinados los ángeles, la luz del horizonte reducida a un fulgor, a una piedra que late hasta extinguirse sobre las casas de los hombres...". La creación del sentido es también una reivindicación de la memoria: Basilio Sánchez vuelve una y otra vez a los paisajes de su infancia: a la zapatería que regentaba su padre en la calle Pintores, al pozo de su casa en la que una leyenda decía que se escondía una vasija llena de monedas de oro, a las calles, los parques y los rincones de la Cáceres del último franquismo, a los padres, abuelos y bisabuelos de la familia. Y todo revive con una naturalidad, pero a la vez con una intensidad evocativa, condigna de su pensamiento. Su melancolía, dorada pero domada, nos despierta la nuestra, porque esa es una de las virtudes de la mejor literatura: lo más íntimo de quien nos habla acaba constituyendo nuestra propia intimidad. "Como a la pintura o a la música —escribe Basilio en uno de los esclarecedores apuntes de 'Semillas para pájaros (I)'—, es posible que accedamos mejor a la poesía con los sentidos que con la inteligencia. Y sin embargo, aun de naturaleza esencialmente intuitiva, el poema es siempre un acto de reflexión moral". Es verdad: hasta el poema más irracional es un arrebatado ejercicio de la razón. Basilio Sánchez ha escrito en La creación del sentido un gran libro de poesía y un gran libro sobre la poesía.
Coincido contigo, Eduardo, Basilio Sánchez es un gran poeta!!
ResponderEliminarAhora mismo recuerdo un verso de un poema que se titula "El enebro" del poemario "El cielo de las cosas", dice:
En medio del paisaje, un hombre ordena las cosas de su vida: pone un árbol...
Un abrazo
Amelia
Basilio es, en efecto, muy bueno, pero quizá perjudique el conocimiento de su poesía ese cierto retraimiento suyo, o una discreción a veces excesiva. En cualquier caso, me alegro de que lo hayas leído y de que lo valores tanto como yo.
ResponderEliminarUn gran abrazo.