Ayer volví a Londres. Será un regreso fugaz, porque mañana nos volvemos a marchar: como buenos ingleses, pasaremos doce días en Lanzarote. La colonia británica en busca de sol y playa es tan nutrida, que las ofertas de viajes a las Canarias son mejores aquí que en España. Me dejé en Sant Cugat el ejemplar del número 5 de la revista Caravansari que me había llegado un par de días antes, y que me gustaría haber comentado con detalle en el blog. Costó que aterrizara en mi buzón: Mateo Rello, su director, nos la había enviado a los colaboradores el 17 de julio, pero a mí no me llegó hasta el cinco de agosto: 19 días para cubrir una distancia de apenas un puñado de kilómetros. En realidad, no me extraña: si antes el servicio de correos se ralentizaba en verano, ahora, con los recortes de personal y la falta de sustituciones, cualquier entrega estival se convierte en una odisea, si no en un milagro. Me admira la supervivencia de Caravansari, que se subtitula "revista de periodicidad incierta", pero que ahí sigue, incierta o no, desafiando el vértigo de lo digital, en papel, multilingüe, gráficamente generosa, ideológicamente plural, aunque tendencial, no tendenciosamente, inclinada a la izquierda, algo comprensible en una publicación nacida en Santa Coloma de Gramenet, uno de los núcleos proletarios -de inmigración y lucha vecinal- del cinturón industrial de Barcelona. Y con calidad: cada número es mejor que el anterior. En esta quinta entrega se recoge una multitud de asuntos, desde la transcripción de la mesa redonda de las I Jornadas de Poesía en Lenguas Peninsulares en Santa Coloma, en la que tuve el placer de participar, hasta extensas muestras de la poesía africana en portugués, traducida por José Ángel Cilleruelo, y de la poesía de El Salvador, pasando, entre otras cosas, por un dossier sobre las antologías poéticas aparecidas en España desde los Nueve novísimos de Castellet -en el que se incluye una reseña de mi Poesía pasión. Doce jóvenes poetas españoles, firmada por Juan Camblor, y otra, hecha por mí, sobre la infausta Poesía ante la incertidumbre-, una interesante poética de Agustín Fernández Mallo, poemas de Antonio Gamoneda y Pablo García Baena, una amplísima sección de crítica literaria, en la que, de nuevo -no puedo quejarme-, se presta atención a lo que he escrito: a Décimas de fiebre, gracias a Agustín Calvo Galán, y a Insumisión, que, casi dos años después de su publicación, sigue dándome alegrías, como que Andreu Navarra firme una nota sobre el libro tan entusiasta como esta. En el avión que nos trajo hasta Gatwick, estuve leyendo la Vida de Samuel Johnson, de James Boswell, publicada por Acantilado. Si el libro relata una vida -la del doctor Johnson, el mayor lexicógrafo de la lengua inglesa, tan admirado por Borges-, parece lógico que haga falta casi otra para leerlo: el volumen de Acantilado tiene 1989 páginas, y yo voy por la 814. La prosa de Johnson -que se transcribe en forma de cartas, notas, fragmentos de libros- es extraordinaria, y la de Boswell no desmerece de la de su biografiado. En general, la prosa de los mejores dieciochescos es mejor que la de cualquier otro siglo, aunque su poesía, salvo en el caso de los románticos, a finales ya de la centuria, sea anodina, cuando no paupérrima. Voltaire, por ejemplo, es otro genio del verbo, cuya lectura habría que apurar hasta las heces. Para escribir bien, solo hay que leer bien. Transcribo, a título de ejemplo, la carta que Johnson dirigió a Macpherson, el supuesto descubridor y traductor del bardo Osián, de la autenticidad de cuyos hallazgos el autor de Vida de los poetas ingleses no se fiaba ni un pelo: "Señor James Macpherson, recibí su estúpida e impúdica nota. Haré cuanto pueda por repeler todo insulto que se me haga, y lo que no pueda yo hacer será la ley quien por mí lo haga. No pienso desistir en mi detección de lo que estimo que es una trampa y un intento de ganar por miedo lo que no se gana con las amenazas de un rufián. Pretende usted que me retracte, ¿y de qué me he de retractar? Su libro me pareció una impostura de cabo a rabo. Me lo sigue pareciendo, por motivos de más peso. De mi opinión he dado en público razones que usted no osa refutar. Pero, por más que a usted lo desprecie, tengo verdadera reverencia por la verdad, y, si puede usted demostrar cabalmente que la obra es genuina, lo he de reconocer. Es su rabia lo que desafío; su destreza, desde su Homero, no es ni de lejos formidable, y lo que tengo entendido de su moralidad me predispone a prestar respeto, no a lo que usted diga, sino solo a lo que acierte a demostrar. Dé esta a la imprenta si le pace. Samuel Johnson". Es de justicia añadir que la traducción de Miguel Martínez-Lage, fallecido en 2011, es casi tan buena como la prosa de sus traducidos, es decir, excepcional, y no es casualidad, sino, por una vez, muy pertinente, que recibiera el Premio Nacional de Traducción por su trabajo. En Inglaterra, me esperaba una temperatura agradable, pero un cielo inevitablemente gris. La frontera de Londres es, para mí, el Támesis, o, más bien, los puentes del Támesis, que de noche se iluminan con cientos de bombillas y brillan como espléndidas geometrías. Cuando el Gatwick Express cruza el río y vemos esos rectos gusanos fosforescentes, en el aire y en el agua, entrelazando su imagen con la de los rascacielos del South Bank y los pináculos nobiliarios de Westminster, sé que hemos llegado. En la estación de Victoria, el techo sigue sembrado de banderas británicas: creo que se colgaron para los Juegos Olímpicos, o el Jubileo de la Reina, o algún otro magno acontecimiento, y ahí se quedaron. Salimos a la calle cuando ya ha anochecido, y reparo otra vez en las muchas musulmanas que se tapan con pañuelos y lo que mi abuela llamaba capisayos, no sé si con mucha propiedad semántica, pero sí con apropiada contundencia fonética: es algo a lo que sigue haciéndoseme difícil acostumbrarme. Hoy he desayunado otra vez fresas y tostadas con miel y naranja amarga. Por la ventana entraba una luz desmayada, cosida por el volar de las urracas y el zumbido de las abejas. Los vecinos de delante siguen haciendo lo que hacían la última vez que los vi, pero ahora en mangas de camisa. Esta tarde veré a María Salvador. Mañana volamos a Canarias.
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