Un interlocutor anónimo ha enviado un comentario a mi entrada "¿Podemos?", que he publicado en el blog. Como la respuesta que quiero darle es demasiado larga para el espacio de que dispone la ventana de comentarios, recurro a una nueva entrada para hacerlo.
Desde que llevo este blog, he procurado que tuviese humor.
Por eso me ha encantado tu correo, querido Anónimo, que parece una tira cómica.
Donde más me he reído ha sido en eso de que “parece una tragedia que no tengas
ocho marcas de papel higiénico para elegir, que ya se sabe que es el logro de
un buen sistema”. Magnífica ironía, amigo, que ridiculiza una cuestión tan
esencial como que los ciudadanos dispongan de los productos de consumo
necesarios para alimentarse -y vivir- con dignidad. En Venezuela no es que
falten “ocho marcas de papel higiénico para elegir”: es que, a rachas, y además
de papel higiénico (que, convendrás conmigo, es un producto imprescindible),
falta leche, arroz, pan, aceite, carne y, últimamente, ¡hasta petróleo!, porque
el país está perdiendo la capacidad necesaria para refinar todo el que precisa.
Y también falta autocrítica del gobierno para reconocerlo, y medidas para
subsanarlo: el abastecimiento irregular continúa, después
de casi quince años de chavismo. Veamos el resto de tus humoradas: quienes
están consternados no son “las familias con privilegios anteriores al chavismo”,
sino casi la mitad de la población de Venezuela, que ha visto empeorar sus
condiciones de vida, reducirse sus libertades civiles y sufrir una inseguridad
ciudadana rampante –la segunda peor del mundo, recuerdo-, a la que no dedicas
ni una mención. Tildar a toda la gente que está preocupada por la situación
en su país de “familias con privilegios anteriores al chavismo”, como si todas
fueran adláteres de un régimen dictatorial, es característico de las mentalidades totalitarias.
¿Por qué no puedes reconocer que, en su gran mayoría, son, simplemente,
ciudadanos honrados que no han gozado de ningún privilegio, que sufren, y a los
que disgustan, las restricciones actuales –fruto de la incompetencia económica
de su gobierno-, y que desearían disfrutar de unas mejores condiciones de vida? Tu repaso de la situación de España daría para unas buenas carcajadas más, si
no reflejara una actitud tan sectaria, tan ciega. “Justicia imparcial”,
empiezas diciendo. Bueno, eso está bien: la justicia en España no es parcial,
como en Venezuela, sino imparcial. Hace poco hemos leído todos un estudio –hecho
por venezolanos- que revela que el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela no
ha fallado, en las 45.474 sentencias de los últimos nueve años, ni una sola vez
contra el gobierno bolivariano. Repito: en 45.474 casos, ni una sola vez. Eso sí que es
imparcialidad, chico: se resuelve siempre, imparcialmente, a favor de los que
mandan. A continuación, “persecución policial”. No dices por qué ni de quién,
pero debes de tener razón, porque de “persecución policial” los chavistas
sabéis mucho: en http://www.venezuelaawareness.com/lista-de-prisioneros-politicos/
encontrarás una lista, en permanente actualización, de los centenares de presos
políticos que ha habido, y sigue habiendo, en Venezuela. “Corrupción” es tu
siguiente acusación. Y la verdad es que no tiene demasiado mérito hacerla,
porque corrupción en España hay para parar un tren. Pero, aun así, España, con
60 puntos, ocupa el puesto 37º de 175 países en el Índice de Percepción de la
Corrupción, de Transparencia Internacional; Venezuela, con 19 puntitos, es el 161º, rodeado de estados de limpieza tan impoluta como Haití o Yemen. Y la
corrupción hay que combatirla: en España se combate, a marchas forzadas: el desfile de antiguos capitostes que ingresan en prisión es continuo y gratificante, aunque todavía
debería serlo más. ¿Podrías decirme tú cuántos líderes o funcionarios
chavistas han sido condenados por la justicia venezolana a penas de prisión por
delitos vinculados con la corrupción? “Tasa de pobreza por encima del 20%”, en
España, dices. Y tienes razón: es el 21,1% (en 2012). Venezuela, por su parte,
tiene un 18,3 (en 2014), que tampoco está nada mal, con el añadido de que el
40% de esa pobreza es extrema (con ingresos inferiores a 2$ al día),
un porcentaje que es casi insignificante en España. Hay que tener en cuenta, no
obstante, que el umbral de la pobreza lo define cada país de acuerdo con sus
propios parámetros, y los de los países menos desarrollados suelen ser más
estrictos que los de los más ricos. Dicho de otro modo: lo que para España es
un pobre, para Venezuela es un miembro de la clase media baja. Yo recuerdo, la
primera vez que visité Venezuela, el sobrecogimiento que experimenté al ver el
inmenso barrio que se extiende a la
entrada de Caracas, desde el aeropuerto de Maiquetía. Y el que también sentí al
ver niños descalzos, y casi desnudos, en lugares de Mérida, y Maracaibo, y
Valera. Tiene mérito que un país como Venezuela, que ha recibido de la
naturaleza el maná del petróleo, no haya sido capaz de erradicar, con los
fabulosos ingresos que lleva décadas reportándole, la pobreza que aqueja a buena
parte de su población. Quizá sea porque el chavismo prefiera regalarlo: a su
propia población, que lo adquiere prácticamente gratis, y a países “hermanos”,
como Cuba y Argentina, a cambio de fantasmales ventajas políticas y sociales. “Desempleo
en torno al 25%”: otro dato cierto, y terrible, como publican periódicamente los organismos del Estado. ¿Y los venezolanos? ¿Difunden los datos de su sociedad y de su economía?
¿Los de la violencia (casi 25.000 muertos en 2013)? ¿Los de fallecidos en accidentes de tráfico? (7.714 en 2014, el segundo país más peligroso de Hispanoamérica, con 37.2 muertos por 100.000 habitantes; en España han sido 2.478, con 5.4) ¿Los de la inflación? ¿Los
del negocio del petróleo y del gas? ¿Los de los negocios de los líderes
chavistas que se benefician del sistema? ¿Los de la corrupción? “Protección de
las élites”, prosigues, y, de nuevo, no sé muy bien a qué te refieres, aunque,
también de nuevo, eso de “protección de las élites” suena muy bolivariano: las
élites del chavismo se protegen entre sí con admirable fidelidad. “Alfombra
roja a empresas multinacionales que buscan mano de obra barata y obtienen
exención de impuestos” es una afirmación tan general como demagógica: las
empresas, sean nacionales o multinacionales, españolas o venezolanas, siempre buscan mano de obra barata y exenciones
fiscales. De lo que se trata es de que el ordenamiento jurídico de cada país garantice
que ese interés sea compatible con el interés de los trabajadores, igualmente
legítimo, a no ser explotados, y de que las exenciones fiscales se otorguen de
acuerdo con lo que establece la ley. Yo no he visto negocios con la mano de
obra más barata, y más desprotegida socialmente, que en Venezuela. Y la
economía sumergida del país era, en 2006, del 36,3% (en España, del 23,4%). “Toda
la prensa que obedece a intereses privados”, dices luego. Por supuesto: la
prensa obedece a intereses privados, como cualquier empresa; y bien está que
sea así. Porque es la libre convivencia de los intereses privados lo que
configura una sociedad equilibrada y diversa; y porque son los medios de
comunicación independientes los que garantizan el control del poder y la
denuncia de sus abusos. A los chavistas esto no os gusta, porque debatir ideas
no es lo vuestro. Por eso el chavismo ha agredido, perseguido, encarcelado y
hasta asesinado a periodistas; ha clausurado periódicos, emisoras de radio y
canales de televisión; ha implantado la censura y el pensamiento único en los
medios a su disposición; y ha hostigado, de todas las formas posibles, a las
empresas de comunicación. En los informes de Human RightsWatch (http://www.hrw.org/sites/default/files/reports/wr2014_web.pdf),
el Comité para la Protección de los Periodistas o la Sociedad Interamericana de
Prensa tienes un certero recuento de cuánto respeta el gobierno venezolano la
libertad de expresión. Y Reporteros sin Fronteras emite cada año un Índice de
Libertad de Prensa en el Mundo, en cuya edición de 2013 España ocupaba el
puesto 35, de 183 países, y Venezuela, el 116, otra vez entre vecinos
estupendos: Tayikistán y Brunéi. Pero no desfallezcas, querido anónimo: ya
vamos llegando al final. “Manipulación de los servicios publicos de televisión”.
Este es otro tema sobre el que los chavistas podéis enseñarnos muchísimo a
todos. Solo de pensar en aquellos programas, que todos los medios debían
retransmitir, en los que el Comandante se pasaba hablando ocho horas sin parar,
ante una audiencia de paniaguados babeantes, rendidos ante su oratoria entre cantinflesca
y cheguevariana, me estremezco de admiración. Eso sí que era no manipular: eso
sí que era objetividad y limpieza. Por fin, dices: “organismos como el
Cervantes sobre los que existe censura para proteger intereses...”. Qué
pintoresca es esta observación: a ver si me la puedes aclarar. Como el
Cervantes es un organismo público, hay que pensar que lo que regula su
actuación son directrices y controles, no “censura”: censura es lo que hace el
gobierno venezolano con los medios de comunicación que no le son afines. Si
esas directrices y controles han sido inapropiados, deben corregirse y
sancionarse al responsable, como en cualquier otra entidad pública de un país en
el que impere la ley. ¿Sucede así en Venezuela? ¿El gobierno corrige lo que no
funciona y sanciona a los culpables de que no funcione? ¿Se ha corregido la
inseguridad y castigado a los mandos políticos y policiales que no han sido
capaces de erradicarla (es más, que contribuyen activamente, con su corrupción,
a ella)? ¿Y la inflación interanual, del 63,4% en 2014? ¿Y la deuda pública, de
más de 115.000 millones de dólares en 2013? Venezuela es un gran país, y sus
gentes, cálidas y maravillosas. Pero el gobierno chavista es una desgracia para
la nación. Aunque no hay ninguna posibilidad de que deje de gobernar mientras
haya gente que considere que el motivo de la crítica que se le hace es que no
haya ocho marcas de papel higiénico para elegir.
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