sábado, 26 de julio de 2014

Algunas estadísticas

Hace casi un año que llevo este diario, y una de las cosas que más me ha intrigado de él ha sido la reacción de los lectores. No es extraño: todo escritor persigue el diálogo con los lectores, aunque la escritura sera un prolongado e interminable soliloquio, y todos ansían conocer el resultado de sus esfuerzos, el interés o la indiferencia que despiertan. Pero no me refiero solo a la reacción explícita, la que se manifiesta en comentarios públicos o privados, emitida, en general, por amigos, conocidos o saludables, sino a aquella otra que se puede deducir de la información que proporciona el propio blog. Esta herramienta da unas pistas que en la edición tradicional -de libros y periódicos-, diluida en una distribución no menos tradicional (y, a menudo, ineficiente), no facilita. Los comentarios de la gente cercana han sido favorables desde el principio, aunque eso no significa gran cosa: solo quiere decir que te aprecian lo suficiente como para elogiarte, si dicen la verdad, y para ahorrarte el disgusto de una crítica, si mienten. Si acaso, me ha sorprendido la intensidad del encomio, aunque también haya tenido la contrapartida de hacerme reflexionar sobre la presencia y el peso, entre esos mismos lectores, de mi nutrida obra anterior: ninguno de mis dieciséis libros de poesía ha concitado tanto entusiasmo. A fecha de hoy, el blog, con 322 entradas, ha tenido 49795 visitas: una media, pues, de casi 155 visitas diarias. Según me dicen todos -yo soy nuevo en esto de las bitácoras-, un buen resultado. Las entradas con mayor número de visitas han sido las siguientes: "Ardo con Abelardo" (559, 20 de febrero de 2014), "La crítica literaria" (438, 9 de junio de 2014), "La lista de Quimera" (312, 26 de octubre de 2013), "Polydouri" (289, 21 de septiembre de 2013), "Las formas disconformes" (286, 25 de noviembre de 2013), "Ana Santos" (211, 2 de abril de 2014), "Las fatales consecuencias de un sueño demasiado profundo" (196, 17 de noviembre de 2013), "Proyecto Nocilla" (188, 26 de septiembre de 2013), "El lento proceso de José Luis Cancho" (187, 28 de abril de 2014), "Orlando González Esteva, el animal que escribe" (186, 8 de abril de 2014), "Libros viejos y poesía nueva" (185, 30 de septiembre de 2013), "Historia criminal del Cristianismo" (178, 29 de abril de 2014), "Ávidas pretensiones" (170, 23 de marzo de 2014) y "La pasión de escribil" (164, 4 de enero de 2014), todas ellas, menos "Las fatales consecuencias de un sueño demasiado profundo" e "Historia criminal del Cristianismo", referidas a literatura y asuntos literarios. Aunque he procurado diversificar las entradas y atender a todos mis intereses -que van desde la cultura a la política, desde la religión al deporte, desde la gastronomía hasta la filosofía-, lo que más le ha interesado a la gente de cuanto he escrito ha sido lo específicamente literario. Es muy significativo que "Ardo con Abelardo", la primera entrada de la polémica que sostuve con el editor Linares (o, más bien, que él sostuvo conmigo, impulsado por su irrefrenable afán por defender a su compañero del alma, compañero, José Luis García Martín, el rey del ultraje, al que tuvo por ultrajado), sea la más popular de todas. De hecho, toda la discusión -que incluye dos entradas más en respuesta a José Cereijo, que salió, a su vez, en defensa del editor Linares, y una última, "Abelardo ataca de nuevo", que contestaba a la réplica de este- suma 851 visitas. Que un alma amante del debate colgara mi primera contestación en facebook contribuyó grandemente a su difusión y a su éxito, algo que sucede siempre que alguien proyecta una entrada a las redes sociales: el número de visitas se dispara, lo que me inunda de melancolía, porque significa que este medio, el blog, que yo había elegido para comunicarme con celeridad, entusiasmado por haber abrazado las nuevas tecnologías, se ha quedado tan rezagado de las novísimas tecnologías como el libro lo está de Internet. Cuando me decido a saltar, pues, al vértigo de lo digital, el medio al que me sumo es ya una antigualla, que avanza a paso de quelonio: otros canales son muchísimo más veloces, es más, son inmediatos, y yo sigo tan a lomos de burro como siempre, y, además, con cara de tonto. El mucho público que tuvieron mis lances abelardianos denota algo que he comprobado en otras entradas: a la gente le gusta la gresca. Cuando advierten que una entrada contiene algún elemento polémico, acuden a ella como a una película de estreno, con palomitas en la mano y la atención presta para disfrutar de los mandobles que se intercambien los antagonistas. Otro rasgo que se desprende del hit-parade del blog es la preferencia del público por los asuntos literarios. Lo que también me sorprende, hasta cierto punto, porque muchas de las entradas dedicadas al comentario de libros no son sino breves reseñas, sin otro propósito que la mera presentación del volumen y de su autor a una comunidad necesariamente exigua de lectores. Sin embargo, gustan mucho, a lo que también estoy seguro de que contribuye la redifusión del comentario que hacen los propios autores, y la que le dan sus próximos y admiradores: por pocos que sean, funciona. Me llama asimismo la atención que, por países, Gran Bretaña sea solo el tercero del mundo en visitas, cuando el blog está específicamente dedicado a mi vida allí, a la sociedad y la cultura británicas. Tras España, los lectores más fieles están en los Estados Unidos, supongo que por la fuerte presencia allí de hispanohablantes. Y no es ajeno a mi estupor que haya habido 241 visitas de Indonesia, un país del que sé tanto como de física cuántica, y al que presupongo tanto interés por lo que escribo como el que yo pueda tener por la navegación de cabotaje. La relación entre el valor que autor le otorga a una entrada y el que le conceden los lectores es, a menudo, asimétrica. Un texto escrito deprisa, incluso a patadas, o sobre un tema que no creo que interese a demasiados, aunque para mí haya tenido importancia, puede reverlarse un éxito, mientras que otro, pensado y minuciosamente tejido, con más densidad o más humor, apenas convoca a una veintena de lectores. Los ritmos de visita también tienen sus altibajos: suelen crecer a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde, coincidiendo, supongo, con la llegada al trabajo y con el repaso, en casa, de los asuntos pendientes o las páginas acostumbradas. También son más frecuentes entre semana que en fin de semana, en que bajan irremisiblemente. Es natural: la gente tiene otras cosas que hacer, más placenteras, sin duda, los sábados y domingos. En la oficina, en cambio, el cotilleo digital nos exime, durante un rato, al menos, de las exigencias laborales; y puede hacerse discretamente. El bajón se aprecia igualmente en verano: las visitas disminuyen. Otros compañeros blogueros optan por cerrar por vacaciones, pero yo no quiero hacerlo. Mi intención, al crear este diario, era hacer honor a su nombre: que fuera diario, esto es, escribir una entrada cada día, pasara lo que pasara, estuviera yo donde estuviera. Y aquí sigo, aunque no sé si quedan demasiados lectores al otro lado de la pantalla; o si queda alguno. Percibo en el silicio un bochorno de excursión y playa, y todo me llama a postergar este trabajo hasta cuando la cotidianidad se haya restablecido, pero, a la vez, un obsoleto sentido del deber me imponer seguir aquí, encadenado al duro banco del ordenador, remando como un galeote en aguas procelosas y desiertas. Los comentarios de los lectores al diario son otro de los indicadores más importantes de su interés o aceptación. Los publicados hasta hoy son 494, aunque la mitad de ellos son míos: me gusta contestarlos todos, aunque solo sea para agradecer a sus autores que los hayan mandado. Los no publicados son muy pocos: mi criterio es darles cabida a todos, incluso a los anónimos, siempre que sean razonados y corteses. Un puñado de insultos se han ido por el desagüe. Los correos ofensivos no dejan de sorprenderme: ¿por qué alguien pierde el tiempo injuriando a otro, cuando hay tanto bueno por hacer, empezando por no leer su blog, si tanto les disgusta? También me asombra todo el odio que uno puede suscitar sin proponérselo, y sin ser en absoluto consciente de ello: ¿cómo se cría, cómo se alimenta esa rabia gratuita que al único que daña es a quien la cultiva? Por último, me entristece el anonimato con el que casi siempre actúan los que regüeldan improperios: la cobardía, la ruindad, la bajeza que supone (y que es nuestra: pertenece a la raza humana). Aunque algunos amigos míos, blogueros también, tienen bloqueados los comentarios en sus diarios, para preservarse, justamente, de los trolls que todo lo ensucian, a mí es uno de los aspectos de esta forma de comunicación que más me gusta, y me gustaría que hubiera más. Unos 250, en mi caso, no son muchos, pero son muchos más que los que recibo cuando publico un libro, así que no me quejo. Pienso seguir escribiendo este blog hasta que se cumpla un año desde su inauguración, como mínimo. No espero grandes cambios: la gente (no mucha) seguirá curioseando en él, a veces sonriendo, a veces frunciendo el ceño (o ceñando el frunzo, como decía Cabrera Infante), y quizá, de vez en cuando, me escriba para agradecérmelo o para criticarme. Los que nos dedicamos a esto lo necesitamos. 

P. D. Los datos anteriores no tienen ninguna importancia. Hago constar uno, verdaderamente relevante, aparecido en El País el pasado 23 de julio: "El Estado solo ha recuperado el 4% de las ayudas directas a la banca. La mitad del capital público inyectado ya se da definitivamente por perdido". El artículo precisaba que, de los 61.459 millones de euros dados a los bancos, solo retornarán unos 2.500, y que 26.000 se han volatilizado ya: dinero nuestro, dinero de la gente a la que esos bancos niegan ahora un crédito o desahucian de sus casas. Ser banquero es un gran negocio: el dinero que ganas es tuyo, pero, cuando las cosas van mal, te salva el dinero de todos, que, además, no tienes que devolver. Y, una vez recuperado, el dinero que ganas vuelve a ser tuyo. 

4 comentarios:

  1. Yo te leo a diario, Eduardo -y con gran alegría-; solo para que quede constancia.

    Un abrazo


    José de Montfort

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  2. Gracias, José. Lectores como tú me alegran y me consuelan.

    Un abrazo.

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  3. Enhorabuena por un magnífico blog y por la constancia que demuestras en esto como en todo. Un par de comentarios: efectivamente, el blog es una antigualla comparado con Twitter, pero -qué quieres que te diga- a mí me gusta mantener un blog para luego, si es necesario, enlazarlo en las redes sociales. El blog no es tan efímero como ellas y queda en él archivo y registro de tu actividad. Escribir en un blog se puede parecer a escribir un libro; escribir en Twitter se parece siempre a cotillear en el bar. Por último: las estadísticas del saqueo de la ciudadanía por los bancos con la cooperación necesaria del Gobierno son abrumadoras, aplastantes. Pero las estadísticas de tu blog no dejan de tener importancia por eso: gracias a que hay gente crítica y consciente escribiendo en sus blogs (entre otras cosas), queda alguna esperanza de que esos ladrones dejen de chuparnos la sangre algún día. En los blogs está, también, la libertad de expresión que en los medios de comunicación (todos: los públicos y los concertados) cada vez existe menos.

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    1. Gracias, querido Juan, por tus observaciones. Alguna función, sí, conservan los blogs, y algunos lectores tan cordiales como tú. Por eso seguiremos insistiendo.

      Un abrazo.

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