jueves, 18 de septiembre de 2014

Hasta aquí hemos llegado

Hoy concluye una etapa de este blog. Con esta entrada se cumplen 365 desde que lo inicié: un año exacto de escritura diaria. Ese era mi primer propósito al empezarlo: recuperar la etimología de la bitácora y colgar una entrada cada día. En realidad, he tenido algún lapsus. Llegué a Inglaterra el 30 de agosto de 2013, escribí la primera entrada el 4 de septiembre y no le di continuidad hasta el 6 de septiembre. Desde esa fecha hasta el 8 de agosto de 2014, las entradas han sido diarias, pero del 9 al 20 de agosto se ha producido otro paréntesis, esta vez por vacaciones. Yo no pretendía que fuese así, sino que confiaba en encontrar la forma, en nuestro destino, de continuar cada jornada con la bitácora. Pero me equivoqué y, como expliqué en el propio blog, no tuve acceso a ordenadores, lo que me impidió seguir redactándolo. Ambos huecos explican que las 365 entradas no se correspondan con 365 días del año, sino con 383. Pero así he salvado el espíritu de la iniciativa, y me siento satisfecho de haberlo conseguido. Corónicas de Ingalaterra ha sido un experimento: quería comprobar si era capaz de sostener un esfuerzo creativo -porque también la crónica de viajes y la autobiografía son ficciones, o participan de la ficción- con tan rigurosa exigencia, y si ese esfuerzo me resultaba gratificante. He logrado lo primero, y también en el segundo aspecto me siento recompensado. No es fácil acudir a una cita diaria con los lectores. A veces, lo reconozco, cuando me sentaba ante el ordenador por la mañana, no sabía aún de qué iba a hablar, y esa sensación de carencia, de fracaso íntimo, me atenazaba durante un buen rato. Luego dejaba correr los dedos y la mente, y, sorprendentemente, algo salía; algo, incluso, que los lectores honraban después con visitas abundantes. Pero he procurado arriesgarme poco y tener perfilado siempre algún tema antes de ponerme a escribir. Tener perfilado, digo: no tener escrito mentalmente. Si algo he querido que caracterizase a este diario, ha sido la espontaneidad, la naturalidad, la fluidez. Quizá me haya dejado llevar todavía demasiado -los hábitos estilísticos, que son los hábitos existenciales, pesan mucho- por cierta tendencia al barroquismo, pero he luchado porque los arabescos de la dicción -y de la construcción- no condicionaran en exceso la lectura. En cualquier caso, la cita autoimpuesta con el diario me ha obligado a afilar la percepción. A menudo, los temas se imponían por sí solos: una excursión, una anécdota, una experiencia, un asunto de actualidad, un libro. Y de todo ello ha habido mucho este año. Pero, en otras ocasiones, no había materia alguna; por no haber, no había casi ni escritor. Por eso tenía que escudriñar en la realidad, despojarla de las capas que la velaban, para encontrar algo de lo que hablar. O quizá sería más exacto decir tenía que escudriñar en mis propios ojos, despojarlos a ellos de las capas que los velaban, desnudarlos y licuarlos, para que fuesen capaces de acceder a una realidad riquísima e inacabable, pero que nuestros prejuicios y nuestras inercias, la ceguera de la costumbre o la incompatibilidad, mantienen oculta. Escribir es abrir los ojos del lenguaje; escribir es mirar. Corónicas de Ingalaterra me ha educado en la contemplación, la reflexión y la improvisación, tres buenas armas para afrontar cualquier proyecto literario. Porque eso era también el diario: un libro futuro; un libro cuya publicación en 2015 me ha confirmado Javier Sánchez Menéndez, el editor de La Isla de Siltolá, donde ya ha visto la luz mi primer libro de prosa no ensayística, La pasión de escribil. Se compondrá de una selección de entradas -publicarlas todas sería abrumador e inviable- y contará con un prólogo de mi buen amigo José Ángel Cilleruelo, excelente escritor y, como yo, bloguero denodado. Quiero pensar que Corónicas de Ingalaterra me ha ayudado también a confirmar alguna amistad, manifestada -o no- en los comentarios a las entradas, y alguna enemistad. Las enemistades son importantes: nos vuelven más enteros, más reconocibles: nos ratifican en nuestro ser. E inevitables: todo el que opina, opina contra alguien, aunque no tenga intención de herir. Las enemistades, ocasionales o vitalicias, también procuran los disgustos, igualmente inevitables, de los anónimos insultantes, un virus del que internet no parece capaz de librarse, y que yo tampoco he querido ahorrarme inhabilitando los comentarios: prefería los rebencazos de los cobardes -que, en cualquier caso, duraban muy  poco ante mis ojos: volaban a la papelera informática y de ahí a la nada- a la omisión de la simpatía, de la opinión sensata o del desacuerdo civilizado. Hoy creo, en fin, que he llegado al final de una etapa. Estoy, como he dicho, satisfecho con el resultado, pero no quiero que un proyecto que ha sido, al menos para mí, un éxito, se dilate artificiosamente, o se prolongue por la mera razón de sobrevivir. Es difícil mantener el tono y el rigor; es difícil no repetirse, no aburrir. Mi experiencia inglesa, tras este año novedoso y, en gran medida, emocionante, empieza a normalizarse, y las cosas reducen sus aristas, las novedades disminuyen, las rutinas se imponen. Preservar lo hecho exige abandonarlo, aunque no, desde luego, abandonarlo enteramente. El diario sigue y seguirá abierto, pero ya no será diario. A partir de hoy, solo colgaré en él las noticias o reflexiones que me apetezca compartir, los sucesos llamativos o extraordinarios; o no: quizá cuelgue también minucias, cotidianidades, naderías que se me ocurran, pero que quiera ofrecer a los lectores. Será, pues, una bitácora al uso, donde el autor no se siente obligado a periodicidad alguna y solo asoma cuando algo le llama la atención o le bulle por dentro inconteniblemente. Espero seguir contando con la complicidad de todos. Y espero seguir ofreciendo textos que merezca la pena leer. Esa ha sido, en realidad, la intención que me ha animado desde el principio.

16 comentarios:

  1. Enhorabuena, Eduardo: reto conseguido. Y con creces. Lo que no siempre es fácil ni factible para muchos. Tus "corónicas" han sido para mí lectura cotidiana y provechosa. Y esa noticia de su publicación en libro, un regalo añadido para los lectores. Abrazos.

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    1. Muchas gracias, querido Elías, por tus palabras y por tu fidelidad como lector. Me alegra mucho también volver a coincidir contigo en Siltolá. Ahí seguiremos, aunque ya no diariamente. Espero continuar estando a la altura, si es que alguna vez la he alcanzado.

      Un gran abrazo.

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  2. Seguro que seguirás ofreciéndonos textos que merecen la pena leer pero yo añoraré la lectura diaria de tu cuaderno que era, un poco, como aquella vieja costumbre de leer El País en su edición impresa años ha. Es una pena que por las mañanas falten tus palabras a su cita diraria.

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  3. Gracias a ti, Jorge, amigo. Siento despojarte de esa costumbre matutina que consistía en leerme. Ojalá lo compense algo con las entradas que voy a seguir colgando en el blog. Yo, por mi parte, seguiré atento al tuyo, que constituye asimismo un placer diario.

    Abracísimos.

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  4. Yo también te doy la enhorabuena y suscribo las palabras, tanto de Elías como de J. Jorge Sánchez.

    Yo voy a hacerte un regalo. Son unos versos que ayer mismo leía en el libro "Una habitación en Europa" (Diarios 2010-2012) de Avelino Fierro, con el que he disfrutado bastante.

    "Dios mío qué voragine del tiempo
    qué no poder hacer lo que se quiere,
    cada mañana vuela, cada día
    pasa como una piedra dirigida
    hacia un punto lejano, cada noche
    como una exhalación, un toque negro.
    Y uno hilvanando siempre las distancias
    de su vida que corre presurosa
    sin detenerse,
    un sueño,
    un curso oscuro
    que no nos deja nuestro un solo instante
    donde plantar ligera como espuma
    la sensación mortal de estar viviendo".

    De JUan Gil-Albert (Homenajes e impromptus)

    Un Abrazo

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    1. Gracias por tus palabras y por el poema, con el que -has acertado- me siento muy identificado. Si este blog ha valido la pena, Amelia, ha sido por lectores como tú. Confío en que, en esta nueva etapa del "de vez en cuando", sigas estando ahí.

      Un gran beso.

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  5. Excelente decisión, Eduardo.
    Recuerdo que cuando terminé con mi blog (corté por lo sano) sentí el alivio de la liberación. Sin embargo, echo de menos aquel estado natural de alerta, que me hacía sentir mucho más afinado que ahora. Tú podrás quitarte el peso de la obligación diaria sin renunciar a lo segundo.
    Seguiremos disfrutándote en formato "de vez en cuando".

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    1. Gracias, cuñado. Sí, algo de eso hay: liberación, sensación de que se recupera tiempo. Espero saber aprovecharlo.

      Abracérrimos.

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  6. Una decisión inteligente, sobre todo por lo que tiene de finta al «músculo acostumbrado». Y porque tendrá una continuidad menos estresante, aunque estoy seguro de que serías capaz de aguantar el envite aún por varios meses... He leído el blog de forma intermitente, a veces a grandes dosis acumuladas, y siempre me ha admirado el esfuerzo sostenido, la calidad de la perspectiva, la naturalidad no impostada y un muy peculiar sentido del humor, que en más de una ocasión se ha traducido en limpias carcajadas. Apenas conocía tu obra, Eduardo. Con estas Corónicas, que ya me imaginaba desde sus comienzos en libro (e incluso en el lugar en el que aparecerán), me has ganado como lector. Gracias por compartir el esfuerzo, enhorabuena por llegar sano y salvo a la meta (volante) propuesta y que no decaiga.

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  7. Gracias, Alfredo, por tu valoración y por tu cordialidad. Me alegro de haber sumado un lector a mi bagaje como escritor: los escritores no deseamos otra cosa. Y, sobre todo, celebro que sea un lector como tú, atento, desinteresado y querencioso. Pero esto no acaba aquí: yo sigo. No a paso ligero, como antes, pero sí con marcha constante.

    Un abrazo.

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  8. Mi admiración, señor Moga. He seguido un poco su blog desde que lo descubrí hace unos meses. No soy un lector muy constante. Escribir una entrada cada día con la frescura con que usted lo ha hecho me parece una tarea de titanes.

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  9. Gracias, Anxo. También a mí me interesa su blog, como verá en los enlaces del mío. Es un placer que esté ahí, como lector y como escritor.

    Un abrazo.

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  10. Querido Eduardo, gracias por estar cerca a través de estas "corónicas". La noticia de su publicación con JSM es también una magnífica noticia. Te mando mi admiración y un abrazo siempre.

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  11. Gracias, querido Javier. Te devuelvo el abrazo corregido y aumentado.

    Hasta muy pronto.

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  12. Echaré de menos tu entrada diaria. Enhorabuena por lo conseguido y un abrazo, Álvaro

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  13. Yo seguiré con la tuya, Álvaro, y la disfrutaré como hasta ahora. Gracias por el mensaje, y mucho ánimo con todo.

    Un abrazo.

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