viernes, 16 de mayo de 2014

La banalidad y el mal

Vuelvo a Londres. Otra vez estoy sentado a mi mesa de trabajo, blanca, grande, con los libros apilados en una esquina y los lápices reunidos en un contenedor horizontal. Hoy luce un sol insólito. Veo, de nuevo, a los vecinos de la casa de enfrente, que doblan ropa, o se sientan en el sofá para tomar el té, o, simplemente, miran por la ventana. Me resultan tan familiares como este entorno blanco y ordenado en el que ahora escribo, aunque no sé cómo se llaman y, probablemente, ni siquiera sería capaz de reconocerlos si me cruzara con ellos por la calle. El silencio, como todas mis mañanas londinenses, solo se ve roto por el paso de los aviones, que suenan lejanos pero incesantes. No he contado, de mis días en España, un momento anodino aunque significativo, vivido hace apenas una semana. Me senté a cenar algo en el comedor. Era la hora del Telediario. Las noticias emitidas fueron las siguientes:

La presidenta de la Diputación Provincial de León, Isabel Carrasco, del Partido Popular, ha sido asesinada de tres tiros por la espalda y rematada, en el suelo, con otro de gracia. Al parecer, las asesinas son una madre y su hija, ambas militantes del PP, ansiosas por vengar el maltrato que la presidenta había dispensado a la hija. Se conoce que la Sra. Carrasco la había despedido de su trabajo en la Diputación (después de haberla contratado, por estar recomendada y ser militante del partido), cercenado su carrera política y hasta impedido que volviera a ser contratada por empresas u organizaciones de León. Isabel Carrasco era una cacique contemporánea: una de esas mandamases locales del PP que ya no necesitan repartir peonadas desde su hacienda, sino que vampirizan las instituciones públicas, y que gobiernan su feudo con mano de hierro y el mismo espíritu que exhibe el señorito Iván en Los santos inocentes. Yo la vi en un reportaje de televisión hace un año o un año y medio. El documental exponía los casos de dirigentes políticos que acumulaban cargos y poder a lo largo de la geografía española, y que hacían y deshacían a su antojo en la vida política local. La Sra. Carrasco era uno de ellos. (Recuerdo a otro, Agustín González, alias Topamí, también del Partido Popular, caudillo máximo de Ávila, donde acumulaba trece cargos públicos). No me sorprendió tanto el acopio de prebendas -en el caso de la jerarca leonesa eran doce los cargos que ostentaba-, sino la actitud tabernaria que mantuvo en las entrevistas y las grabaciones que se le hicieron: una actitud que mezclaba el desprecio y la jactancia, y que no ahorraba groserías. La incuria intelectual de la Sra. Carrasco era, por otra parte, abrumadora, a pesar de ser inspectora de Hacienda (como José María Aznar, por cierto: las oposiciones nunca han garantizado que los mejores cerebros aterricen en la administración pública). Pensé que se trataba de un especimen más de ese intratable pueblo de cabreros del que hablaba Cernuda, en el que el poder no se asocia con la cortesía y la razón, sino con la arrogancia y el desdén, y se ejerce arbitrariamente, cortando siempre por lo sano, separando el grano de los nuestros, esto es, de los que nos favorecen, de la paja de los otros, es decir, de los que nos perjudican, y, aprovechando la ocasión, desde luego, para llenarse la faltriquera. La Sra. Carrasco había sido denunciada por diversas irregularidades, aún no dilucidadas por los jueces. La han matado dos correligionarias de su partido, que la odiaban por haber ejercido ese poder contra ellas. Los albañales televisivos del criptofascismo han demostrado una vez más su ecuanimidad al exigir que el asesinato no se interpretara como un hecho político ni justificara ataques al PP, mientras a ellos les ha faltado tiempo para utilizarlo como un hecho político y justificar ataques a la izquierda, por las manifestaciones de algunos de sus líderes sobre el crimen. 

Conchita Wurst, la representante austríaca, ha ganado el festival de Eurovisión. Su principal y, probablemente, único mérito era llevar barba. Antes, las mujeres barbudas estaban en el circo; ahora están en el circo de Eurovisión. Tampoco han cambiado tanto las cosas.

Julio Iglesias actúa en Londres, después de muchos años de no visitar el Reino Unido. Con su proverbial donosura, el cantante aparece recibiendo un premio -una bola de cristal- en la capital británica. Sonríe mucho, aunque, al hacerlo, se le encolerizan los estiramientos de la cara y la piel destella como una lámina de metacrilato: parece un repollo septuagenario. Hace declaraciones, pero no se le entiende bien. Tampoco cuando canta. Según algunos, considera que el premio que ha recibido es muy merecido (como Miguel de Unamuno, que agradeció al rey Alfonso XIII una medalla que le imponía, y que tanto merecía. "Qué curioso", dijo el monarca, algo confuso, "todos los que han recibido antes esta medalla me han dicho que no la merecían". "Y tenían razón", remató Unamuno) y que Conchita Wurst es una supercantante y una mujer muy sensible, increíble, en lo que tiene indudablemente razón: increíble sí es. Julio ha defendido también un modelo federal de Estado para España.

El Sevilla va a jugar la final de la Liga Europa en Turín y su afición se moviliza para apoyar al equipo. Se fletan autobuses, aviones y hasta carros rocieros. El Real Madrid y el Atlético de Madrid se preparan para un final de liga agónico y para la próxima final de la Liga de Campeones. El ayuntamiento de la capital ha colgado dos inmensas pancartas en la Puerta del Sol en apoyo de ambos conjuntos: "Madrid, capital del fútbol", reza la leyenda. El Barcelona aspira sorprendentemente a renovar el título de liga, después de una temporada llena de sinsabores. Los jugadores están decididos a darlo todo para conseguir su objetivo. "Todos creían que estábamos muertos, pero tenemos una oportunidad inmejorable para dar una gran alegría a nuestra afición". 

4 comentarios:

  1. Hola Eduardo: Vuelvo a casa, después de una larga semana y tengo en mi despacho: "Décimas de fiebre" (37,3) y recibo mensaje en el móvil de la Librería confirmándome el pedido de "La pasíon de Escribil!.
    Ya tengo los dos.
    Qué libros tan bonitos y que peqeñitos!! No sé por donde empezar...

    Un abrazo

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    1. Qué bien que te hayas hecho con los dos libros, y qué lujo contar con una lectora tan fiel como tú. Ojalá te gusten. Ya me contarás.

      Muchos besos.

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  2. Hola Eduardo: hay décimas geniales!! (leído y releído)
    Estoy disfrutando con la "Pasión de Escribil". Cuando leí sobre tu viaje a Venezuela y hablabas de las peleas de gallos, me vino a la memoria, además del libro de Márquez "El coronel no tiene quien le escriba" una película mejicana fantástica "El Gallo de Oro" del 64, creo.
    Ahora estoy acabando el viaje de la República Dominicana...

    Un abrazo

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    1. Bueno, ya te queda poco para concluir "La pasión de escribil". Me alegro mucho de que tanto este como "Décimas de fiebre" te hayan gustado. Conozco "El gallo de oro", que es, en efecto, una película estupenda.

      Muchos besos.

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