miércoles, 7 de mayo de 2014

Nada

Nada. Hay días en que a uno no se le ocurre nada: todo está triste; todo está callado. Y sorprende el marasmo del mundo, porque, otras veces, las cosas brotan con una facilidad pasmosa: surgen yendo por la calle, limitándose uno a mirar; o en la soledad lluviosa de la ducha, cuando el cerebro, como el cuerpo, se ha desnudado de urgencias y atavíos; o en la cama, cuando, antes de que llegue el sueño, en ese instante fronterizo y delicioso en el que lo sentimos acercarse, pero aún no se ha posesionado de nosotros, se nos aparece un asunto, o una aproximación distinta a un asunto, como se nos aparece un verso, y lo anotamos mentalmente, lo como grabamos en la memoria, con el cincel de la voluntad, repitiéndolo muchas veces, para que no se nos olvide durmiendo. Cuando se nos ocurren cosas, esas cosas se revelan en nuestra imaginación como grietas de luz, como repentinas hendiduras en la oscuridad de lo acostumbrado, como fisuras en el flujo del tiempo que nos envuelve y nos devasta. Son regalos que nos hace alguien que está en nosotros, pero al que apenas conocemos. Son frutos gratuitos, caídos de un árbol interior, que recibimos por el solo hecho de existir, y de tener sentidos, y de poseer cerebro. Cuando hay que alimentar algo que los exige periódicamente, como un diario, la sensibilidad está mejor dispuesta, se ofrece más aguzada o porosa, para captar todo eso que pueda surgir: para hacer relevante lo insignificante. Con el ejercicio constante, la conciencia aprovecha, sin que nos demos cuenta, todas las rebañaduras de sí, y también todas las vicisitudes del mundo. Es importante no darse cuenta: no pensar, sino dejar que el pensamiento aflore por sí solo, estimulado por el silencio y la atención, por la escucha ácuea y la espera activa. Cuando queremos pensar, o cuando pensamos que pensamos, las ideas se retraen, espantadas por nuestra acometida, y se refugian en la concha de la nada, como moluscos que se sustrajeran a la exposición al sol o a la acción de los predadores. A veces, sin embargo, y pese a todo el entrenamiento que se haya podido acumular, a uno no se le ocurre nada. Se intenta hacer más penetrante la mirada, pero no pasa nada; se intenta dejar la mente en blanco, como quien amaga con retirarse de un espacio codiciado, para que otro la ocupe y entonces podamos atraparlo, pero sigue sin pasar nada; se recurre al recuerdo y al cosmos de la cultura, siempre tan socorrido, pero todo parece bloqueado por una infecundidad radical, por un mutismo avasallador. Nada: una palabra terrible. Nada. Miro a mi alrededor: las cosas están muertas. Miro dentro de mí: estoy más muerto que las cosas. Ni una señal, ni un latido. Amontonamos cadáveres: las cosas y yo somos bultos desprovistos de razón. Me gustaría agarrarlas por el cuello -a la lámpara, a los libros que me rodean, a la taza sucia del café que me he tomado- y hacer que hablasen, que sugirieran aventuras, que me insultasen. Pero nada: siguen tan inertes como antes, tan inertes como yo. Pienso entonces en el soneto que Violante le mandó hacer a Lope de Vega, y me digo que algo así habrá que urdir, por más que uno no posea el genio del madrileño: hacer del hacer, o del no hacer, el objeto de la obra. No sé si será acertado, pero, mientras no se me ocurra nada más, es lo último que me queda.

3 comentarios:

  1. La dolce far niente, Eduardo!!

    A veces, es necesario!!

    Un abrazo

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    1. El problema, querida Amelia, es que no se te ocurra nada cuando quieres hacer algo. Yo soy un gran amante del dolce far niente, que practico con insistencia y aplicación, pero entonces no me preocupa tener la mente en blanco. Cuando me agobia es cuando necesito que esté llena de algo, y ese algo no aparece.

      Un beso grande.

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  2. Es cierto, normalmente lo vemos como un problema; yo voy aprendiendo, gracias a una mujer japonesa que conocí hace muchos años, a escuchar mi cuerpo; si no puedes -me decía- es porque tu cuerpo está cansado y entonces hay que dejar que descanse.
    A veces, comparo el silencio con el descanso, tan necesarios ambos!.
    Tú has descrito muy bien la nada.

    Un abrazo

    Lástima no poder estar esta tarde en Getafe!!

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