Ayer recibí dos noticias de Álvaro Valverde. La primera, un libro, aunque no suyo, sino perteneciente a la colección de poesía de la Fundación Ortega Muñoz que codirige con Jordi Doce. Se trata de Antología poética, del poeta barcelonés Marià Manent, con edición y traducción de José Muñoz Millanes. Aunque la colección todavía cuenta con pocos títulos, las manos sapientes de Álvaro -y de Jordi- ya se han asegurado de que sean buenos: Philippe Jaccottet, Mario Luzi y, ahora, Manent. Un mismo afán de intensidad y, a la vez, de delicadeza recorre a los tres autores, reflejando mucho de lo que caracteriza a los codirectores; y un mismo afán de cosmopolitismo, con poetas de todas las lenguas y todos los orígenes: no es poca cosa que, hoy, una fundación extremeña, codirigida por un extremeño y un asturiano, publique a un autor catalán, en catalán. Aunque así debería ser siempre, en realidad: es triste que la barahúnda política contamine el hecho universal de la cultura, y que se dificulte el conocimiento -y el disfrute- de tantos escritores, de tantas formas de la sensibilidad, por algo tan azaroso como el lugar en el que hayan nacido o por que escriban en una lengua minoritaria. Marià Manent tuvo una vida larga -murió en 1988, con noventa años-, pero una obra poética corta, compuesta solo por cuatro libros: La branca ("La rama"), 1918; La collita en la boira ("La cosecha en la nieve"), 1920; L'ombra i altres poemes ("La sombra y otros poemas"), 1931; y La ciutat del temps ("La ciudad del tiempo"), 1961. Al fallecer, estaba trabajando en un quinto poemario, que quedó inacabado: El cant amagadís ("El canto escondidizo"). También se pueden considerar obra suya los dos volúmenes de interpretaciones de poesía china que publicó en 1928 (L'aire daurat, "El aire dorado") i 1967 (Com un núvol lleuger, "Como una nube ligera"). Toda su obra, que se enmarca en la tradición postsimbolista, se caracteriza por un tono discreto, que era también el de la persona que la firmaba, y una elegancia formal con escaso parangón en la literatura catalana del siglo XX. Pero, acaso por su brevedad o por esa pureza casi evanescente que algunos equiparaban a la levedad, Manent fue, quizá, más conocido como traductor, ensayista y, en general, hombre de cultura. Su dietario, escrito entre 1918 y 1981, es un monumento literario, y sus traducciones -sobre todo de poesía en lengua inglesa: Yeats, Dylan Thomas, Willian Blake, Coleridge, entre otros-, un modelo de precisión y finura. En 1985 recibió el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes por el conjunto de su obra. Transcribo uno de sus poemas, recogido en esta Antología poética, con la traducción de Muñoz Millanes:
A les clotades, olivers obscurs
amagaven un vol de gralles tristes.
Pels conreus el moresc era marcit,
i entre les branques nues els nius eren una ombra.
Era un viatge cap a un món lleuger.
A l'horitzó muntanyes d'un astre, vaporoses.
Vora el tren, d'un color de lluna i de riu blanc,
amb plomes d'àngel l'ametller venia.
En las hondonadas, olivos oscuros
ocultaban un vuelo de cornejas tristes.
Por los sembrados el maíz estaba marchito,
y entre las ramas desnudas los nidos eran sombra.
Era un viaje a un mundo ligero.
En el horizonte, montañas de otros astros, vaporosas.
Rozando el tren, color de luna y de río blanco,
con plumas de ángel el almendro venía.
Pero este libro de Marià Manent no fue, como digo, la única noticia que tuve ayer de Álvaro. En una entrada de su blog, comunicaba a sus amigos y lectores que se había incorporado como crítico literario al suplemento cultural de ABC. Enhorabuena, pues, para él: su incorporación es merecida y, en lo que a mí -y a muchos- respecta, celebrada. La poesía de Álvaro Valverde, sutil, incisiva, de un emocionado estoicismo, lleva acompañándome muchos años ya, aunque a él no lo conocí hasta hace relativamente poco, cuando coincidimos en un encuentro literario en Morille (Salamanca), organizado por nuestra común amiga, María Ángeles Pérez López. Luego, las circunstancias de la vida, siempre imprevisibles, han hecho que nos tratáramos más: desde que paso temporadas en Extremadura, nuestra cercanía y nuestro contacto se han hecho mayores. Álvaro ha estado en nuestra casa de Hoyos, y hemos paseado por un pueblo aplastado por el calor, cuyo aire corroían las avispas. También lo hemos visitado en Plasencia, donde nos hemos tomado unos vinos en el parador de la ciudad y en alguno de los bares a la sombra de los soportales de la plaza mayor. En mi última estancia en Cáceres, concertamos un encuentro a medio camino, en un hotel de Coria, cuyo nombre parece más bien el de un salón recreativo: Los kekes. También, al incoporarme yo mismo al hasta entonces deliberadamente desconocido mundo de los blogs, me he hecho lector de su bitácora, donde Álvaro se muestra como es: ecuánime, elegante, hospitalario. Y estoy seguro de que así será también como crítico en el ABC. Estos rasgos, de hecho, tienen que ver con una personalidad que no ha trastornado el hecho poético. Yo detesto a los poetas que se presentan, y que se comportan, como almas atormentadas, poetas que te obligan a soportar sus singularidades, generalmente necias, cuando uno ya tiene bastante con sobrellevar las suyas. Álvaro transmite equilibrio y sosiego, aunque, como todo hijo de vecino, se las tenga tiesas con sus propios conflictos en el ámbito de la intimidad y, sublimadas, en el territorio de su poesía. Con Álvaro Valverde resulta agradable conversar, pasear, estar, en suma, y ese es un mérito altísimo, que, conforme gano años, no dejo de reivindicar. Buena suerte, pues, para él, y felicidades para sus lectores, entre los que me cuento, porque un buen crítico sabe señalar siempre lo que más disfrutarán.
Muchas gracias, Eduardo. Bien sabe que aprendo de ti y te admiro. A ver qué pasa. Un abrazo grande, Á.
ResponderEliminarUn placer, Álvaro.
EliminarY otro abrazo.
Estupenda esta reivindicación de Manent. Entre mis libros de cabecera está el "Vel de Maia" de Marià Manent, un monumento literario en los tiempos terribles de la Guerra Civil.
ResponderEliminar"Vel de Maia" es, en efecto, un libro increíble, fundamental. Sorprende que autores de tanta valía, y de tanta actividad intelectual, como Manent sean todavía relativamente poco conocidos. Será que en España no nos damos cuenta del talento si no va acompañado de aspavientos, o, simplemente, que no nos damos cuenta del talento.
EliminarUn abrazo, hasta que te lo dé el próximo sábado.