Pre-Textos, en coedición con la editorial Barcino, acaba de reeditar mi traducción del Libro de amigo y amado, de Ramon Llull, de la que ya he hablado en este blog. Dicha traducción se había publicado en DVD en 2006, pero el éxito del libro, que hizo que la edición se agotara -y que solo en muy modesta medida me es atribuible: el mérito mayor corresponde, claro, a Llull-, y la posterior desaparición de la editorial han hecho inencontrables los ejemplares de esa primera edición. Yo mismo he intentado conseguir alguno, escudriñando en librerías de nuevo y de viejo, o inquiriendo por los que pudiesen quedar cuando la liquidación de DVD, pero nada: no hay libros disponibles; es como si se hubieran volatilizado. Y se tiraron más de mil: no es un mal resultado, dadas las circunstancias. Si he tratado de hacerme con algunos ejemplares más, es porque siento un cariño especial por este trabajo; un cariño que tiene un origen sentimental: una antigua novia, mi primer amor, me hablaba del Libro y me regalaba versículos de Llull, a menudo en circunstancias especialmente gratas. Cuando, hace ocho años, los responsables de la Fundación Luis Carulla, dedicada a la promoción de la cultura catalana, y, en particular, de sus clásicos, propuso a DVD que recuperáramos el texto, con la nueva edición del profesor Albert Soler i Llopart -que había determinado un número de versículos del original distinto al que establecían, siguiendo unas supuestas indicaciones de Ramon Llull, todas las ediciones anteriores-, Sergio y yo aceptamos encantados, y que Sergio me propusiera encargarme de su traducción aumentó todavía más mi felicidad. La última traducción digna del libro de Llull -de hecho, la mejor de las existentes, en mi opinión-, de Martí de Riquer, el sabio recientemente fallecido, se había publicado en Planeta en 1985, así que había transcurrido un lapso más que suficiente para que fuera actualizada. Las traducciones han de ser periódica y permanentemente renovadas, si no se quiere que el texto original languidezca y se fosilice. Cada generación, con su propio lenguaje, demanda un acercamiento singular a las obras del pasado. Eso intenté, pues, en una labor que me llevó muchos meses. Lo que recuerdo más difícil de la traducción del Libro fue conjugar el respeto al original -un texto del siglo XIII, con las dificultades propias del catalán de esa época, a las que se sumaban las numerosas singularidades estilísticas que le imprimía Llull: sobre todo, repeticiones, muy arduas de manejar- con la composición de una versión que tuviese actualidad, que resultara persuasiva para un lector contemporáneo. El Libro de amigo y amado no podía permanecer en una urna filológica, solo accesible para los muy devotos o los muy esforzados: se tenía que percibir como una obra presente, ahincada en el presente, por su ritmo, por su lenguaje y hasta por su contenido. Para esa tarea, sin embargo, a pesar de su complejidad, yo jugaba con alguna ventaja, y esa ventaja no era otra que el carácter eminentemente poético del libro. Llull no lo había querido así, desde luego: él solo había pretendido urdir un manual de aforismos místicos que ayudasen a los eremitas a permanecer en la vida contemplativa y ratificasen a los creyentes todos en el amor a Dios. Pero la poesía se le sale al Libro por las costuras, y el erotismo también. No hay que olvidar que Llull había sido un poeta cortesano -y bastante disipado, por lo que él mismo cuenta- antes de su conversión a la vida religiosa: una noche en que estaba escribiendo una oda moderadamente lúbrica a una dama de la corte, se le apareció Jesucristo nada menos que cinco veces (el Señor debió de considerar insuficiente un número menor de apariciones, dado el carácter recalcitrantemente mundano de Ramon), un hecho prodigioso le llevó a consagrar su vida al servicio de Dios. Desde entonces no hizo otra cosa que escribir obras doctrinales y filosóficas en defensa de la religión cristiana -en las cuales fijaba, incluso, una suerte de máquina de la verdad, un ars combinatoria que permitía resolver, con un mero encadenamiento de conceptos, cualquier cuestión planteada sobre la fe- y viajar por las cortes cristianas, para que no se desviaran del recto camino de la creencia, y los países musulmanes del norte de África, para rescatarlos de la increencia y sumarlos a la grey del Buen Pastor. Ramon Llull hablaba una multitud de idiomas -desde el latín hasta el árabe, pasando por una lengua materna, el catalán, que él fue el primero en convertir en lengua de cultura: Llull representa el verdadero espíritu cosmopolita y el actual ideal europeo- y no dejó de viajar hasta prácticamente su muerte, ocurrida en 1315 o 1316: se sabe que en estaba en Túnez, batallando dialécticamente con los sarracenos, en 1315, con 83 años. Espero que la reedición del Libro de amigo y amado, que reproduce exactamente la de 2006, con la amable presentación de Luis Alberto de Cuenca y mi prólogo, contribuya un poco más a la difusión de un libro, no solo esencial en la producción de uno de los mejores representantes de la cultura europea de la Edad Media, sino algo aún más importante: una obra deliciosa, arrebatada de temblor lírico. Reproduzco aquí el versículo 132:
Demanaren a l'amic de què naixia amor ni de què vivia ni per què moria. Respòs l'amic que amors naixia de remembrament e vivia d'intel·ligència e moria per oblidament.
Preguntaron al amigo de qué nacia el amor y de qué vivia y por qué moria. Respondió el amigo que el amor nacía del recuerdo y vivía de la inteligencia y moría por el olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario