Visitamos Sheffield, donde vive y trabaja una amiga de Ángeles, Silvia. El día, luminoso, rompe una racha espantosa de jornadas de viento y lluvia. No obstante, hace frío. El paisaje que atraviesa el tren es monótonamente verde, monótonamente llano. A veces lo interrumpen algunos charcos gigantescos, que rozan la categoría de estanques, consecuencia de las últimas tormentas, que han dejado embarrada buena parte del centro de Inglaterra. Cuando llegamos a Sheffield, Silvia nos recoge en la estación y nos conduce hasta su piso, que se encuentra en la planta 18 del edificio más alto de la ciudad. Desde el comedor hay unas vistas espléndidas de una urbe que se me antoja derramada, con urbanizaciones aisladas en las colinas y una maraña de calles grises y casas bajas alrededor. El panorama es magnífico, sí, pero tiene la contrapartida de que, a la altura a la que estamos, el viento ulula con fuerza, y su silbido mordedor penetra en todos los rincones del apartamento. Hacía tiempo que quería venir a Sheffield: es la ciudad de Full Monty, una de las mejores tragicomedias, como todo lo picaresco, de las últimas décadas, filmada cuando esta ciudad del acero veía cerrar las fábricas y fundiciones que habían dado trabajo a la población durante casi dos siglos, y sus gentes quedaban abocadas al paro y el malvivir. Además, Sheffield, con más de medio millón de habitantes, es la cuarta ciudad del Estado, aunque nadie lo diría. Antes de empezar nuestro paseo, comemos en un hotel cercano, donde nos atiende una camarera de Huesca. Luego, vemos los Peace Gardens, una suerte de invernadero ciudadano, donde la gente se reúne para charlar. Muchos pasan allí el rato, en un microclima, si no tropical, sí, al menos, mediterráneo. En muchos lugares de España, la gente pasa los domingos de calor en los centros comerciales, porque están refrigerados. Aquí pasan los domingos de frío en los centro comerciales, porque tienen calefacción. Los centros comerciales igual sirven para un roto que para un descosido. Observo después que, en la pared lateral del edificio principal de la Universidad de Hallam, una de las muchas que hay en la ciudad -que ha sabido reconvertirse de centro metalúrgico en centro educativo, algo que podríamos imitar en España-, se despliega, en grandes letras de metal, un poema de Andrew Motion, "What if". El poema, al que se le han caído algunas letras, no me parece espectacular, pero sí lo es su ubicación y su preeminencia. Siento una punzada de envidia por un país que sabe airear todavía la poesía -y nunca mejor dicho: la ciudad está sometida al viento, y el poema de Motion habla de los "laberintos de aire"- con esta grandeza, con este protagonismo. Cruzamos poco después Saint Paul's Square, la plaza mayor de Sheffield, donde se encuentra su iglesia principal y algunos monumentales edificios victorianos. Me llama la atención una placa que recuerda a los ciudadanos de South Yorkshire, la región en la que se encuentra Sheffield, que murieron en la Guerra Civil española, luchando por la democracia. No son muchos, pero, para mí, son suficientes. Dos versos de Lord Byron rematan el homenaje: Yet, Freedom! Yet thy flag, torn, but flying, streams like the thunderstorm against the wind ("Todavía, Libertad, tu bandera, desgarrada, pero ondeando, se agita como una tormenta contra el viento"): otro ejemplo más de la presencia de la poesía en este mundo eólico. Silvia nos lleva hasta el hospital pediátrico donde trabaja, inaugurado en 1876, y que todavía conserva su edificio histórico, puntiagudo, enladrillado y rojo. Sheffield se nos muestra, en el plano corto, como tantas otras ciudades inglesas: un caótico amontonamiento de construcciones divergentes, fruto de un crecimiento dictado por la actividad económica. No parece haber ordenación urbanística, salvo en las comunidades residenciales: solo estratos disímiles, y superpuestos, de barrios fabriles, zonas de ocio, council houses, instituciones educativas y núcleos comerciales. Delante del hospital de Silvia se encuentra el parque Weston, pequeño, pero con todo lo que ha de tener un parque inglés: césped, estatuas -la mayor es aquí la de Eliot, pero no T. S., sino Ebenezer, el bardo del libre comercio- y estanques con patos. A estos les está dando de comer, generosamente, un anciano, pero parece que los patos, arremolinados a su alrededor, se lo vayan a comer a él. La luz declina y, con su marchitarse, llega el frío y, por primera vez hoy, la lluvia. Me sorprende la ligereza con la que visten muchos jóvenes, y no tan jóvenes, en este clima inclemente: las chicas se enfrentan al viento siberiano con una blusa que resultaría excesiva en Benidorm y unas minis tan cortas que parecen que vayan hacia arriba. De regreso a casa, me entretengo un rato en una librería de viejo, donde hay una amplia sección de poesía y, para mi sorpresa, un estante relativamente nutrido de literatura española. Me quedo con un curioso estudio de las flores y las plantas mencionadas por Gabriel Miró -uno de nuestro mejores prosistas de siempre, absurdamente olvidado-, que incluye algunas felices fotografías, y una primera edición de Germinal, un libro de relatos de Alfonso Grosso, otro buen narrador preterido, en Seix Barral. Por fin, hacemos una compra de emergencia: hoy cenaremos a la catalana -Silvia también lo es-: pan con tomate. Y estamos seguros de que nos sabrá a gloria.
Tu entrada me ha despertado la nostalgia, querido Eduardo. Allí viví cinco años, del 92 al 97, como lector de español y algunas cosas más. No te extrañe la abundancia de libros españoles en las librerías de viejo. El departamento de Estudios Hispánicos fue durante años uno de los mejores del país y muchos de esos libros fueron primero de alumnos y profesores. Lugar inclemente, y más en invierno. Pero yo me lo pasé muy bien... Abrazote, J12
ResponderEliminarTu comentario me llega, querido Jordi, cuando acabo de colgar la entrada de hoy en el blog. La he escrito, como la de ayer, delante de la enorme ventana del piso por la que se ve casi toda la ciudad de Sheffield. Hoy hace un día insólitamente soleado. Saldremos pronto, y nos tomaremos una cerveza a tu salud.
EliminarUn gran abrazo.