Eso es lo que hemos recibido: un aviso de embargo. Si no pagamos inmediatamente la deuda que el ayuntamiento dice que tenemos con el ayuntamiento, el ayuntamiento la ejecutará inmediatamente y procederá, en su caso, al embargo de nuestros bienes. Que dichos bienes sean escasos -unos pocos muebles y unas cuantas cajas de libros- no le importa al ayuntamiento: lo que el ayuntamiento quiere es cobrar. Nos sorprende la agresividad de la notificación. Todas las conminaciones de pago lo son, aquí y en la Patagonia, pero los británicos destacan por la imperiosa taxatividad de sus escritos, aguzada por ese inglés majestuosamente caracoleante que lo envuelve a uno en una sucesión de eufemismos, circunloquios y understatements. Dicen cosas como: "Si no hace efectiva la deuda que consta en nuestros archivos en el perentorio plazo indicado en el encabezamiento de la presente intimación, nos veremos en la obligación, con gran pesar, de proceder como mejor convenga a los intereses de la comunidad, y de acudir, en su caso, a las instancias judiciales que velen por la satisfacción de los deberes públicos". Uno lee eso y se queda sobrecogido. A Ángeles, sin embargo, no se le ha movido una ceja. Según ella, amenazan con fiereza, pero actúan con laxitud, si no con negligencia. En este caso, por ejemplo -me tranquiliza-, ella ya ha transferido al ayuntamiento los datos necesarios para que se cobre el council tax, el impuesto municipal por el que ha manifestado su intención de reducirnos a la pobreza. Es más, añade, lo ha hecho varias veces en estos últimos meses, pero la descoordinación administrativa -que es tan universal como el lenguaje coercitivo- ha frustrado el pago. La gélida acometividad del consistorio me ha hecho pensar en algo que ya he observado en la realidad de Inglaterra, y en muchos de sus documentales: la frialdad quirúrgica con que las autoridades, o los agentes de la autoridad, aplican las normas; una impasibilidad inhumana que está presente, asimismo, en la sociedad civil, aunque no sé si se proyecta de aquellas a esta, en una suerte de perversa transferencia , o es esta la que lo promueve en sus gobernantes, en sus instancias de poder. Tiendo a pensar que, como en todas partes, los de arriba no son sino exudación de los de abajo: los que mandan son solo los ciudadanos comunes -con sus defectos, inclinaciones y costumbres- con mando. En la televisión abundan los reality shows -pero no sensacionalistas, sino testimoniales- en los que se exponen situaciones sociales conflictivas e incluso trágicas: embargos por deudas, desahucios, castigos por maltratar a los animales, sanciones y expulsiones en las fronteras, delitos de tráfico. No deja de asombrarme hasta qué punto la expresión "el imperio de la ley" cobra sentido en esta sociedad, y la serenidad, casi la placidez, con la que los funcionarios advierten de las consecuencias de sus actos a los protagonistas involuntarios de esos programas, o les imponen las penas correspondientes, y la actitud generalmente estoica de estos. Siempre pienso que, en España, situaciones así conducirían a la protesta y al enfrentamiento, al grito y al desgarro, a la amenaza y al rechinar de dientes, hasta a la agresión física. Aquí no. ¿Que vienen unos agentes judiciales a expulsarte del piso porque llevas tres meses sin pagar el alquiler? Pues nada, ellos te informarán, con el mismo tono de voz con el que leerían el manual de instrucciones de una lavadora, que dispones de una hora para retirar tus efectos personales de la propiedad y que, si no lo haces, ellos mismos se verán obligados a hacerlo, con el auxilio de las fuerzas del orden público, si es necesario. Ante lo cual el deudor, o su esposa, o un amigo que está pasando unos días con ellos, responderá que sí, que enseguida se encarga de todo, pero que su madre se está muriendo en el piso de arriba y que qué podría hacer. Entonces, los agentes judiciales le informarán, con pulcra profesionalidad, de los diferentes servicios sociales que pueden hacerse cargo de su madre agonizante, pero que eso en ningún caso puede suponer el menor retraso en el lanzamiento. Ellos lo sienten mucho, pero la orden dictada por el juez ha de ser ejecutada, y no hay nada que puedan hacer; de hecho, nada en el mundo -salvo, quizá, una catástrofe nuclear- puede impedir que se cumpla. Sí, sí, lo comprendo, responderá el hijo de la anciana moribunda, o la esposa, o el amigo: no pretendía molestarles. Y, a continuación, empezarán a empaquetar sus cosas, a hacer que sus varios hijos pequeños empaqueten las suyas, y a bajar a la madre por las escaleras, en parihuelas. La ley es una realidad absoluta y todopoderosa en este país. Si la ley dice algo, ese algo se cumple. Si la ley utiliza una palabra, es esa palabra, y no otra, en ningún caso, la que determina lo que está bien o está mal. Nada queda por encima de la ley, ni es ajeno a la ley: la ley es una inmensa burbuja de comportamientos posibles e imposibles, una atmósfera gaseosa que es como la terrestre: nos permite respirar, pero también nos oxida y nos mata, una cápsula hermética e infranqueable. Aquí todo es ley, que rige a los súbditos de esta gran nación con draconiana pero acogedora plenitud, como una madre severa y justa a la vez. Y la gente lo siente y lo sufre, pero no quiere deshacerse de su opresión, porque esa opresión les da seguridad, aunque sea una seguridad envenenada. Yo solo espero que los datos que ha remitido Ángeles al ayuntamiento lleguen, tras un largo periplo, a la mesa adecuada, y no se incoe el procedimiento de embargo anunciado. Detestaría tener que echarles una mesa por la cabeza a los agentes judiciales, aunque mi madre no se esté muriendo en el piso de arriba.
"Embargo", qué palabra tan fea; como hipoteca, y sin embargo, recuerdo un poema de Ledo Ivo que habla de los huertos hipotecados, un poema muy bueno!
ResponderEliminarLa ley, ay! la ley...nada al margen de la ley, Eduardo, lo sabes bien!
Espero que no tengas que tirarles la mesa a los agentes judiciales!!
Un abrazo
Un placer leerte, como siempre
Hoy Octavio Paz en Babelia
Confío en que no llegue la sangre al río, es decir, al Támesis, querida Amelia. La burocracia está hecha, en buena medida, para asustar, y aquí lo saben bien, y lo practican con eficacia.
EliminarUn beso.
Hola, Edu. Nada más lejos de mí que desear que te embarguen, y estoy seguro de que arreglaréis lo necesario para que no suceda, pero -esto ya lo hemos hablado- a mí esta curiosa manía de que la ley esté para cumplirla no me molesta nada. Debo ser como esos ingleses que se sienten seguros sabiendo que el estado de derecho funciona: de hecho, me encantaría que fuésemos así en España, donde el cumplimiento de la ley es solo un supuesto entre varios posibles, y las mismas autoridades que deberían imponerlo se ocupan de hacernos saber que es así.
ResponderEliminarEs verdad que el lenguaje es riguroso: un exceso de velocidad supone una amenaza de embargo en la primera comunicación de la sanción, pero también la alternativa de un magnífico curso sustitutivo de reciclaje. A mí el rigor del lenguaje no me asusta si lo que conlleva es recto. En cambio, me consta -porque el anterior inquilino de esta casa lleva por lo menos un año recibiendo avisos de embargo incumplidos- que la aplicación de la norma no es tan radical como presentas en tu escrito. De hecho, mi experiencia es que la burocracia, sin ser perfecta, se caracteriza en el Reino Unido por estar al servicio del ciudadano y ofrecerle siempre salidas razonables. Los funcionarios son civil servants y como tales actúan: a tu servicio. No dejará de ser burocracia, pero si la nuestra funcionara como la británica, otro gallo nos cantara. Eso sí: si la ley es intocable, los tribunales son sagrados y pueden enfrentarse a quien haga falta. No me disgusta.
¡Tú lo que pasa es que eres un poco meridional!
Salvo algún ácrata recalcitrante, no creo que nadie esté en contra del gobierno de la ley en una sociedad civilizada. La ley es irrenunciable, pero su aplicación debe ser mesurada. Todo puede ser objeto de abuso, y también cabe un integrismo legal, que es tan pernicioso como cualquier otro integrismo. El hombre no es un instrumento de la ley, sino la ley del hombre, y este ha de regular su uso con equidad y atendiendo a las circunstancias personales y sociales de cada cual y de cada momento. En este blog he dado cuenta de algunos hechos curiosos a este respecto, como cuando una señora me exigió que, con mi aspecto, le demostrara mi edad para poder comprar unas películas vedadas a los menores de 21 años: la norma así lo exigía, y así debia hacerse. Esto es solo una anécota intrascendente, pero reveladora del espíritu cuáqueramente legalista de muchos británicos, de su ceguera (o, por lo menos, su estrabismo) para el matiz y la compasión. Hay casos explícitamente sangrantes de lo que digo, y de los que también he hablado en el blog. Si lees la entrada "Alan Turing, el homosexual", verás cómo puede un pueblo ser injusto, y hasta sacrificar, a alguien que no le ha hecho sino el bien, un bien enorme, por la aplicación inmisericorde de la ley, una ley, además, inhumana. Sobre que la burocracia esté al servicio del ciudadano en el Reino Unido, permíteme que discrepe: la burocracia, en el Reino Unido y en todas partes, solo está al servicio de sí misma. Yo he sido 27 años "civil servant" en España y sé lo que digo. Y aquí no es mejor que en otros sitios, sino, incluso, más picajosa y papelesca y kafkiana. No hay que glorificar ni a los británicos ni a sus leyes, ni mucho menos sacralizar lo que no es sino una herramienta para la felicidad humana, necesaria, sí, pero también mudable, imperfecta y, sobre todo, humana.
Eliminar¡Lejos de mí cualquier intención de sacralizar! Pero conviniendo, como convendremos, en que puede haber diferencias entre las distintas burocracias (no será lo mismo la holandesa que la congoleña, por ejemplo), las que observo entre la británica y la española, me parece, hablan en favor de la primera. Intenta montar una empresa en España y otra en el Reino Unido; a ver cuál te saca de quicio y cuál te pone todas las facilidades...
EliminarDebes estar tranquilo, Eduardo, ya que según lo que dice Juan Luis, no es tan efectiva la ley inglesa -si sabe de un vecino que lleva más de un año recibiendo avisos de embargo- sin hacerlo efectivo!!
ResponderEliminarNo conozco la normativa inglesa, un poco la española, y al respecto he de decir, que nunca llega diligencia de embargo, sin antes haberte notificado la deuda pendiente, eso es una garantía en un estado de derecho. Ahora bien, cuando no pagas y te llega dicha diligencia, entonces son implacables!!
Las leyes están para cumplirlas, claro está, pero hay que interpretarlas, de lo contrario, no avanzariamos nunca. Bueno, esa es mi opinión!
Un abrazo