miércoles, 22 de enero de 2014

Algunas noticias literarias

Hace dos días, Juan Vico me comunicó que mi poemario Insumisión había ganado el premio de la revista Quimera al mejor libro de poesía en español de 2013. Fue una alegría, aunque resulte una obviedad decirlo. Y lo fue, sobre todo, por dos motivos: primero, porque no está acostumbrado uno a esto de los premios; y segundo, por el prestigio de quien me lo concede: la revista Quimera, que ha tenido un papel protagonista en el análisis y la difusión de la mejor literatura escrita en español en los últimos 35 años, y con la que han estado vinculados autores de la talla de Octavio Paz o Juan Goytisolo, entre muchos otros. No me parece irrelevante tampoco que entre los finalistas hubiera algunos libros sobresalientes, cuyos autores, además, son excelentes amigos, como Álvaro Valverde -que fue el primero en felicitarme- y Basilio Sánchez, y que los demás seleccionados ofrecieran igualmente poemarios sugerentes, renovadores. Esto de los premios, como me dijo alguien alguna vez, es como las medallas: uno no trabaja para obtenerlas, pero, si se las dan, las coge. Como es natural, uno habría cogido también, con sumo placer, la dotación económica del premio, si la hubiere. Pero, por desgracia, no es el caso. El galardón de Quimera es simbólico, una especie de premio nacional de la crítica, pero privado, ceñido al ámbito crítico de la publicación. Ya es bastante: servirá para darle lustre al libro y, quizá, para prolongar su presencia en los estantes de novedades de las librerías; si así consigue algún lector más, su objetivo estará más que cumplido. Pese a todo, me sigue desconcertando el factor de azar que preside la concesión de los premios literarios. No me tengo por engreído -no más, al menos, que la mayoría de los escritores- si digo que, entre La luz oída, ganador del premio Adonáis en 1995, e Insumisión, de 2013, he publicado algún libro cuyos méritos no me parecen inferiores a los de este. No muchos: solo alguno. Sin embargo, ninguno ha merecido jamás el menor reconocimiento. Por qué un libro impacta en la percepción crítica y otro no, es un misterio que todavía no he sido capaz de desentrañar. Sé que casi todo es acumulativo (aunque César González Ruano dijera que en España los escritores estamos siempre empezando), y que, por lo tanto, que un autor adquiera un perfil reconocible por el público, aun en el ámbito minoritario, más aún, microscópico, de la poesía, depende de una sucesión de estímulos, de una suerte de sirimiri de actuaciones y ecos, que empapen el suelo habitualmente impermeable de la recepción crítica y lectora. Dicho de otro modo: que te distingan exige una paciencia y una perseverancia colosales, un trabajo tenaz y una multiplicación de propuestas. Camilo José Cela decía que el que resistía, triunfaba; y ese es también el mensaje homérico, como hace unos días nos recordaba Rafael Álvarez, el Brujo: Ulises ha de resistir todas las tribulaciones del viaje para hacerse con la recompensa que le aguarda en el hogar. La resistencia es, pues, el secreto, pero una resistencia activa, hecha de propuestas, de investigaciones, de ofrecimientos: de libros. El premio de la revista Quimera a Insumisión es un oasis en el camino áspero y desquiciantemente solitario de la creación, por el que transitamos, no obstante, tantos caravaneros de la literatura. Y yo estoy encantado de refrescarme en él.

Otra noticia, de mucha menor incidencia personal, pero de la que no quería dejar de dar cuenta aquí, es la aparición de Un viejo estanque. Antología de haiku contemporáneo en español, a cargo de Susana Benet y Frutos Soriano, y publicada por Comares. Hace muchos meses, los antólogos se pusieron en contacto conmigo para pedirme algunos haikus, que se incorporarían a su selección. Se los envié con placer, al igual que hicieron otros 135 haikuistas españoles actuales. Mi experiencia con este poema japonés pasaba por la traducción de Poemas japoneses a la muerte, de Yoel Hoffmann, uno de los libros de más éxito del catálogo de DVD ediciones -alcanzó los cinco mil ejemplares vendidos-, y por mi propio Los haikús del tren, publicado por Ana Santos y Pedro Miguel, los beneméritos editores de la almeriense El Gaviero. El haiku es una composición dificilísima, y eso, entre otras razones, porque es muy fácil: su facilidad lo vulgariza. Todo el mundo, en un momento u otro, se ha considerado capaz de escribir uno, y lo ha hecho: yo también. No estoy seguro de que esa celeridad, esa generalización, haya dado frutos perdurables. Aunque, claro, la perdurabilidad no es uno de los propósitos del haiku. Todo lo contrario: el poema solo pretende captar lo fugaz de este instante, la transparencia de este instante, la ligereza inaprehensible de lo que está sucediendo y ya no va a volver a suceder. En todo caso, no he podido comprobar todavía la calidad de los contenidos en Un viejo estanque, porque la editorial no solo no paga derechos de autor a los antologados, sino que ni siquiera les regala el libro: si uno quiere disponer de él, ha de comprarlo, a 19 euros el ejemplar. Esta forma sutil de autoedición -de edición parcialmente sufragada por sus autores- es otra de las consecuencias perversas de la crisis: ya ni siquiera se retribuye con un libro a quienes han hecho posible el libro. Y lo peor es que nos acostumbramos: lo aceptamos como algo inevitable. 

La última noticia que quería dar hoy aquí, y la más breve, es que La pasión de escribil ya existe: en el buzón me esperaban los dos ejemplares que Javier Sánchez Menéndez ha tenido la gentileza de adelantarme por correo, a la espera de que me lleguen los ejemplares de cortesía. Es un libro pequeño, discreto, elegante, como todas las publicaciones de La Isla de Siltolá. El tacto es fino; su contenido, no lo sé. Hace mucho que publiqué mi primer libro, pero sigo sintiendo el mismo mariposeo estomacal, la misma alegría, con cada nuevo volumen. Y este es el primero de prosa, lo que aumenta la desazón. Lo mismo dicen que les pasa a los actores, por muchos años que lleven actuando: antes de salir a escena, sienten nerviosismo, incluso miedo. Quizá cuando ya no sienta nada, será hora de dejar de escribir. Hoy por hoy, y aunque no he dormido con La pasión de escribil en la mesita de noche, como hizo Cernuda cuando vio la luz su primer poemario, Perfil del aire, me siento todavía ilusionado. Sé que esa ilusión no será correspondida por la realidad, poco hospitalaria con nuestras esperanzas, pero esa certeza no la desvirtúa. Me alegra La pasión de escribl. Todavía siento pasión por escribir.

6 comentarios:

  1. Eduardo: enhorabuena por el premio; por la publicación de tu libro (espero conseguirlo pronto) y sobre todo, por la pasíón por escribir (que sigan existiendo mariposas en tu cuerpo por muchos muchos años)

    Un Abrazo

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    1. Gracias, querida Amelia. Espero seguir escribiendo mientras aguante el cuerpo, y que mis lectores aguanten también.

      Un beso.

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  2. Enhorabuena, querido Eduardo, por partida doble: por el premio "quimérico" a Insumisión y por La pasión de escribil (que parece escrito por un chino).
    Y feo ese detalle -más bien, la ausencia de él- de Comares, de no enviar al menos un ejemplar a quienes han hecho posible ese libro.
    Aquí se hizo eco de él Trapiello hace unos días. No sé si lo habrás visto:
    http://hemeroflexia.blogspot.com.es/2014/01/haiku-contemporaneo-en-espanol.html

    Abrazos.

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    1. Querido Elías:

      Muchas gracias también a ti, y gracias por llamarme esta mañana, aunque no haya podido atender tu llamada.

      Sí, he leído la entrada que hace Trapiello sobre el libro. Al parecer, la justificación de la editorial para no regalar ni siquiera un libro a los antologados es que somos muchos (135), y muchos de ellos están en Hispanoamérica, con los costes de envío que eso supondría. Sin embargo, algo así debería haberse previsto y, sobre todo, comunicado a los autores cuando se les solicitó la colaboración, para que decidieran si querían participar en un libro que no se les iba a proporcionar. Pero así están las cosas, amigo, y solo nos queda algo tan hispánico como el derecho al pataleo.

      Un gran abrazo.

      Eduardo.

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  3. Qué cosas, ha sido irte del país y que te lluevan reconocimientos.
    Tienes otros libros estupendos, pero en este, no sé..., te has puesto el traje de neopreno, te has lanzado al agua y has buceado más profundo. Eduardo, ¡has batido tu récord de apnea! :-)

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    1. Gracias desde el fondo del océano, Antonio. Sé que tú eres uno de mis principales lectores, y tu opinión cuenta mucho para mí.

      Abracísimos.

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