sábado, 18 de enero de 2014

Según la costumbre de las olas

Así se titula el más reciente poemario de Jenaro Talens, que llegó ayer a mi buzón, con una cordial dedicatoria de su autor. Jenaro, nacido a mediados del siglo pasado, es uno de los mejores poetas de su generación, aunque siempre haya permanecido -o, al menos, esa es mi impresión- un poco al margen de los escaparates poéticos habituales. Ello no obstante, en 2002 la editorial cátedra publicó Cantos rodados, con edición de Juan Carlos Fernández Serrato, una amplia selección de la poesía que había escrito hasta aquel momento. Yo saludé la aparición de esa antología con una reseña en Letras Libres, "El pensamiento es la mirada" (para quien quiera consultarla: http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/el-pensamiento-es-la-mirada), en la que decía: "[Cantos rodados] confirma la entidad de una obra que siempre han tenido presente los buenos lectores de poesía, por más que su autor permaneciese alejado de los centros de poder, de los circuitos comerciales y hasta de los específicamente literarios, como demuestra su exclusión de la antología Nueve novísimos, a la que Talens había presentado todas las credenciales para pertenecer. Cantos rodados hace, pues, justicia a un poeta que ha construido una obra coherente, articulada sobre varios ejes invariables —el yo que mira, la soledad frente al mundo, el enigma y el asombro de la realidad—, pero que ha sabido manifestarse pluralmente, con una gran elasticidad formal, en una búsqueda constante de la estrategia comunicativa más adecuada a cada impulso emocional: de la fractura vanguardista a la pulcritud figurativa, del soneto al poema en prosa, de la coloquialidad a la meditación existencial, de la sintaxis sinuosa y salmodiante al verso breve, de la épica al diario íntimo". Según la costumbre de las olas, publicado por Salto de Página, se compone de veintiún poemas en prosa, más quince imágenes de Clara Janés, otra poeta notable, cuya aportación es aquí estrictamente visual, aunque en la mayoría de esas imágenes aparezcan versos, fragmentos de poemas, haikus, anagramas y partituras musicales. El resultado es lo que Talens y Janés llaman iconotexto, y que acaso responda a lo que algunos jóvenes estudiosos han teorizado en la Red (Alberto García García: "El iconotexto: un nuevo modelo de construcción narrativa"; Rafael Bello Díaz: "El iconotexto: el paradigma de la simulación"), pero que a mí me parece, simplemente, un poemario ilustrado -o, si se quiere, un poemario en el que dialogan los textos y las imágenes-, y bellísimo. Los poemas de Jenaro son de una precisión y una intensidad sobresalientes, cargados de esa plasticidad, no solo física, sino también intelectual, que los hace paladeables, amasables, como el barro de un alfarero. Las imágenes de Clara Janés conjugan lo pictórico, lo poético y lo musical, y, para lo segundo, se inspiran en el acervo de las líricas orientales -Ilhan Berk, Ahmad Shamlu, Yalal Ud-Din Rumi, Matsuo Basho-, que tan bien conoce, como demuestra su dilatada colaboración con Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, y también de las literaturas centroeuropeas, de alguno de cuyos mejores exponentes, como Vladimir Holan, ha sido traductora. El volumen se completa con sendas notas de los autores, en las que detallan su visión de la génesis y el proceso de manufactura del volumen. Transcribo el poema final de Jenaro Talens:

CONJETURAS EN TORNO A LA INUTILIDAD DE LA MELANCOLÍA

El mar se ha vuelto amargo, como si sospechase lo pronto que caduca toda su inmensidad. Esperando el silencio, igual que un centinela espera el alba, no quiere sombras, ni tampoco luz. De pie sobre la arena, no hay nada que entender. Mira el sol que se aleja como el ala de un pájaro. Su rostro es como el oro en el atardecer. Nubes y estrellas esbozadas que se superponen como garabatos en la piel del cielo. Escrita en el envés de un pergamino, esa borrosa escena que se desvanece ¿es aún la vida?

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