Battersea no es un lugar especialmente glamuroso, sino más bien postindustrial y proletario. Aquí no abundan las casas georgianas y los pórticos con columnas, sino las antiguas fábricas y almacenes, ahora convertidos en residencias para urbanitas de clase media; las vías férreas, por las que siguen pasando trenes; y los edificios nuevos, muchos de los cuales albergan council houses y servicios sociales. Por eso me llamó la atención descubrir, hace poco, una placa azul en Battersea Park Road: los grandes personajes no suelen vivir en los barrios fabriles. La placa, situada a bastante altura, se deja leer con dificultad: está dedicada a un personaje para mí desconocido, John Richard Archer, primer alcalde negro de Londres, entre 1913 y 1914. Según la inscripción, Archer había vivido en aquella casa, en el número 208, y también mantenido un pequeño negocio de fotografía en el número 214. No es, como casi ninguno de la calle, un inmueble destacado, sino, como diría Rafael Alberti, destacagado: de fachada aburrida, ladrillo tosco y marcos descascarillados. En realidad, Archer no fue alcalde de Londres, sino solo de uno de los municipios que lo integran: Battersea. Y tampoco fue el primer negro en ocupar un puesto semejante: un tal Allen Glaysier Minns, de las Bahamas, lo había antecedido en Thetford, un pueblo del condado de Norfolk. Pero nada de esto resta mérito a su figura, que hoy ocupa un lugar preeminente en la accidentada historia de la lucha por la igualdad de las razas y por el progreso de la clase obrera en Gran Bretaña, y que ha sido reconocida, incluso, con su reproducción en los sellos de correos. Y me lleva a pensar en el incomparable atraso que, en este terreno, como en tantos otros, hemos vivido en España. Un negro ya era alcalde de distrito de una capital mundial como Londres en 1913: ninguno lo era entonces en nuestro país, ni lo ha sido en este siglo, ni lo es hoy todavía. No cabe alegar que la población negra de las muchas colonias africanas de Inglaterra lo hacía, y lo sigue haciendo, más probable: también España tenía colonias africanas y, lo que era más importante, había transportado esclavos negros de África a Hispanoamérica durante más de tres siglos, pero ninguno de ellos, ni de sus descendientes, había alcanzado siquiera el honor municipal. Archer había nacido en Liverpool, en 1863, hijo de un marinero de Barbados y una irlandesa analfabeta. Durante toda su vida, hubo de bregar con la patraña de haber nacido en Rangún o en la India, como hoy Barack Obama todavía es acusado de haberlo hecho en Indonesia o en Moscú: muchos blancos creen que haber visto la luz en esos países constituye un desdoro, un baldón que los descalifica, cuando, en realidad, lo que descalifica es creer que el lugar de nacimiento determina la calidad de las personas. Antes de dedicarse a la política, Archer viajó por el mundo como marino mercante, se casó con una canadiense, también negra, y se ganó la vida cantando; es asimismo muy probable que empezara a estudiar Medicina. En el censo de 1901, consta que, con Archer y Bertha, su mujer, vivía también Jane Roberts, una anciana que había nacido esclava, pero que, siendo niña, había salido de los Estados Unidos para establecerse en Liberia, con cuyo primer presidente se había casado a mediados del siglo XIX. En los últimos años de ese siglo y en los primeros del XX, Archer se significa por su oposición, en debates públicos, al espiritualismo -la creencia en la capacidad de los muertos para comunicarse con los vivos, de la que proviene el muy popular y estúpido espiritismo- y empieza a vincularse con los movimientos y organizaciones de izquierda del distrito. Como miembro de la Liga Laborista de Battersea, asiste en 1900 a la Conferencia Panafricana, dedicada a promover los derechos políticos en las naciones del Imperio. En 1906 ocupa su primer puesto oficial: es elegido consejero del distrito de Battersea. En 1908, participa en un acalorado debate local sobre la vivisección. Los activistas del barrio contrarios a esta práctica médica -Battersea tiene una larga tradición de protección de los animales: aquí se encuentra hoy el principal refugio de perros y gatos de la ciudad- habían erigido una estatua de un perro, con una placa en la que se denostaba la crueldad de la vivisección, que muchos airados estudiantes de medicina y hombres de ciencia pugnaban por retirar. Acaso movido por el implacable grito del reverendo Wauschauer -"¡Si la bebida hace inmorales a los borrachos, la vivisección hace inmorales a los estudiantes de medicina!"-, Archer votó a favor de que la estatua y la placa se mantuvieran, y, en efecto, la estatua todavía existe, aunque arrinconada en la espesura, junto al Viejo Jardín Inglés del parque de Battersea. La culminación de la carrera política de Archer llega en 1913, cuando es elegido -aunque por un solo voto de diferencia- alcalde del distrito de Battersea, cargo en el que permanecerá hasta noviembre de 1914. Archer ha de hacer frente entonces tanto a los elogios de sus correligionarios negros como al odio de muchos blancos, que le escriben cartas insultantes. El motivo es fácil de imaginar: ser negro. Las cosas no han cambiado mucho: solo se han multiplicado y acelerado. Hoy esos mismos mensajes, casi siempre anónimos, circulan por las redes sociales, y supuran el mismo racismo y la misma bajeza. Tras su experiencia como alcalde, Archer siguió implicado en causas progresistas: en 1918 fue elegido presidente de la Unión del Progreso Africano; en 1919 apoyó a una sufragista, Charlotte Despard, como candidata al Parlamento, y asistió, como delegado británico, al Congreso Panafricano de París; y entre 1921 y 1926, actuó de nuevo como agente electoral, esta vez del comunista indio Shapurji Saklatvala. Pero su participación en los debates locales no decaía: en uno, especialmente vivo, para evitar que se enviara a los jóvenes de Battersea a un asilo en Surrey que los laboristas consideraban penitenciario, acabó cogido por la cabeza y los tobillos, y sacado, a puro músculo, de la sala. Su carrera prosiguió, como concejal, como vicepresidente de su partido en el municipio y como político laborista. Esta intensa actividad pública, sumada a su participación en numerosas actividades civiles -desde organizaciones de caridad hasta un club de natación-, deterioró su salud, que se quebró definitivamente el 14 de julio de 1932, a consecuencia, según el certificado de defunción, de un fallo cardio-renal. El funeral por John Richard Archer fue multitudinario, y se ofició en la iglesia de Nuestra Señora del Carmelo, en Battersea Park Road, a doscientos metros de nuestra casa. Luego, con un gran cortejo fúnebre, se le enterró en el cementerio de Morden. En todo esto he pensado al ver la placa de su antigua vivienda y estudio de fotografía. Y he querido recuperar la historia de la esforzada vida de un negro en un mundo mucho más de blancos que el actual.
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