Recibo Los trinos que se extinguen, uno de los dos únicos poemarios de la poeta griega María Polydouri, traducido por Juan Manuel Macías, y publicado, por primera vez en castellano, por la editorial hispano-mexicana Vaso Roto. Polydouri tuvo una vida corta y trágica: después de un tormentoso idilio con el también poeta Kostas Karyotakis, murió de tuberculosis con apenas 28 años. Su obra se reduce a este Los trinos que se extinguen, de 1928, y El eco en el caos, de 1929, ambos escritos cuando ya estaba internada en el sanatorio de Sotiría, en Atenas. Polydouri ha compuesto, como dice su traductor en el clarividente prólogo, una "amarga celebración, como el último trago de la fiesta. Bajo la aristocracia de la muerte, el amor parece sobrevivir y reafirmarse en su agonía, aferrándose desesperadamente a los lugares y a las palabras. Es como si cada poema solo pudiera suceder una única y preciada vez. Como si cada poema fuera el gesto de una despedida". Pero, en este logro, cabe subrayar el trabajo de Macías. Por si alguien no conoce todavía a este cartagenero afincado desde hace mucho en Cercedilla, hay que decir que se trata de un excelente poeta, formado en la cohabitación armónica de la tradición clásica y la vanguardia contemporánea, que ha publicado libros tan memorables como Tránsito (2011), y un helenista rigurosísimo, traductor de Safo y de Cavafis. Pero, sobre todo, Juan Manuel es un hombre multitudinario y generoso, que coordinó con paciente eficacia la página web de la malograda DVD ediciones, que ha creado y dirige la revista Cuaderno Ático con tanto tino como hospitalidad, y que manifiesta siempre amor por sus amigos y, lo que es aún más importante, por la verdadera literatura. Juan Manuel ha hecho, como siempre, un trabajo magnífico con Polydouri. Esta es su versión del poema "Sueño":
No me llegaba casi ni un rumor
en la vida que yo vivía.
Y se desvanecía la memoria
de cuantos amaba.
Acudió entonces tu mirada sonriente,
esperanza de primavera,
y de aquello que me falta
me habló con esperanza.
Pero aladas son nuestras alegrías
y el otoño habita
en la misma voz
con que te dije "quédate".
Y el sol sonriente de tu mirada
se ocultará, y el sueño
será olvidado, apenas antes
de hacerse cierto.
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