Cuthbert, el portero zambiano del inmueble, me subió ayer un sobre semirrasgado. El hombre estaba preocupado por los desperfectos del envío, que comprometían el prestigio del Royal Mail, pero yo le dije que no se afligiera, que no era nada. El sobre contenía un ejemplar de Proyecto Nocilla, la trilogía que ha publicado Agustín Fernández Mallo desde 2006, ahora reunida por Alfaguara. Aquel año Agustín dio a conocer el primero de los títulos que la componen, Nocilla Dream, en una pequeña editorial catalana, Candaya. Fue un hecho extraordinario: la primera novela de un joven casi desconocido, y ajeno por completo a los círculos literarios -Agustín, físico, trabajaba entonces en un hospital de Mallorca-, publicado por una editorial casi tan joven y desconocida como él, se convirtió en un éxito inmediato. A pesar de las dificultades objetivas que rodeaban la aparición de aquel libro, Nocilla Dream conectó con la sensibilidad de una amplia capa de lectores -amplia, se entiende, dentro de la exigüidad permanente del mercado literario español- y desmintió el tópico de que publicar es irrelevante, o de que no hace que dejes de ser inédito. Luego vinieron las otras dos integrantes de la trilogía, Nocilla Experience, en 2008, y Nocilla Lab, en 2009, estas ya publicadas por una editorial grande, Alfaguara, que no quiso dejar escapar a aquel fenómeno literario. Con este singular proyecto, Agustín Fernández Mallo ha llevado a cabo su propósito de incorporar el lenguaje de la ciencia -o, dicho con más precisión, la perspectiva científica- a la literatura española actual, que, en su opinión, no había seguido todavía los pasos de otras artes, como las visuales, en las que esa incorporación ya se había producido desde las vanguardias -y, en realidad, desde mucho antes. Pero su mérito no solo consiste en eso, es decir, en haber renovado la tradición de la ruptura que, al decir de Octavio Paz, sustenta la vanguardia contemporánea, y cualquier movimiento de renovación estética que se haya producido en la historia de la cultura. Las novelas de Agustín, como su poesía, bullen de inteligencia, esto es, de relaciones insólitas, generadoras de nuevas visiones y de realidades perturbadoras, y también de humor -un humor sobrio, a lo Buster Keaton-, que suele ser una prolongación de la inteligencia. Agustín Fernández Mallo es un extraordinario arquitecto -indaga de continuo en los límites, en los espacios intermedios, en los lugares híbridos-, pero también un sentimental: sus relatos son siempre historias de amor, aunque parezcan tratados de física escritos por un dadaísta. Pese a las múltiples virtudes de su obra, mi mayor cercanía con él se asienta en la memoria: yo recuerdo a Agustín, acodado en la barra de un bar mugriento de Alcalá de Henares, en 1996, cuando aún no había publicado ni una sola línea y ambos asistíamos a un lamentable congreso de jóvenes escritores, diciéndome que sí, que sentía la necesidad de escribir, de aportar algo significativo a la literatura, pero que aún no sabía qué. En aquel momento ya me parecía un hombre brillante, y también entrañable, mirándome desde sus gafas de pasta, mientras sorbía un misterioso combinado, pero confieso que no me imaginaba que aquello que quería aportar, pero que aún no sabía qué era, iba a sacudir el panorama de la literatura española actual como pocos autores lo habían hecho en los últimos 30 años. Proyecto Nocilla aparece ahora reunido y desnudo, salvo por un ajustado epílogo de Julio Ortega, como lo que es: el más renovador proyecto narrativo de nuestras letras desde Juan Benet.
Gracias, Eduardo, por este artículo dedicado a la cultura en Santa Coloma de Gramenet y en especial a los que luchamos cada día por la difusión de la literatura a la izquierda del Besòs, però con la voluntad de proyectarnos hacia el mundo.
ResponderEliminarFue un placer escuchar tu poesía y compartir unas horas de amistad.
Gracias a ti, querido Rodolfo, a todos vosotros, en realidad, colomenses comprometidos y entrañables, por esas horas de poesía y amistad.
EliminarPalabras mayores, las de esa frase final. No puedo decir que las comparta (más que nada por desconocimiento, al que espero poner pronto remedio), pero sí que me parece valiente (y clarificador) que las escribas.
ResponderEliminarGracias, Alfredo, por tu comentario. Creo realmente que la obra de Agustín tiene una gran altura, aunque, como todos los proyectos genuinamente renovadores, genere sus detractores y sus indecisos. Y siempre me ha parecido que, su uno cree algo de una obra, lo honrado y lo útil es decirlo, aunque se equivoque. No creo que el Proyecto Nocilla te defraude. En todo caso, tú me lo dirás.
Eliminar